Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El valor de la verdad

Podría haber reconocido Cifuentes el asunto desde el principio. Cosas peores estamos viendo en el PP

Conforme avanzan los tiempos y sus líos de la 'post-verdad' y derivados, más miro hacia los clásicos, esos escalpelos intelectuales con que discernir entre las mentiras públicas y las privadas verdades.

Ante el dilema Cifuentes, tiro de memoria hasta nada menos que los romanos, que ya es llegar lejos, base de lo que hacemos, decimos y pensamos junto con lo cristiano, nos guste o no el responso o el incienso.

De Roma, nada como rescatar los principios con que orientarse entre la espesura de esta maleza que enturbia la visión del sol en esa selva de las apariencias que es la jungla de la política, siempre interesada en hacer parecer lo que conviene al poderoso, sin distinción de siglas o color político.

Así, Cicerón, orador insigne, decía que para decir la verdad en público no sólo se requería elocuencia, sino, especialmente, valentía. Y creo que la cosa sigue igual, aunque ahora el foro sea en el plasma de las ruedas de prensa. Vimos la imagen de una mujer a la que su partido arropa ante el 'hostigamiento' que sufre, dicen, por parte de 'los otros' y que, con escaso tino, se ha puesto ella solita en el mismo borde del abismo de quedar ante el mundo entero como una mentirosa.

Cualquiera que vea sus (escasas) sus arremetidas contra el diario que destapó el tema de su dudoso máster, juzgará uno por sí mismo qué dice y cómo lo dice, sus facciones y sus gestos, su tono y sus invectivas. Solo con esto, más que conociendo las pruebas aportadas o lo que afirman otros respecto al tema, podemos preguntarle a nuestro propio corazón-detector de falsedades, si esta mujer es honesta.

Porque en asunto tan espeso casi todos ya emitimos veredicto y, luego, vimos con una sonrisilla de confirmación de nuestro justo sentir el devenir de los hechos. Podría haber reconocido la presidenta Cifuentes el asunto desde el principio. Cosas peores estamos viendo en este ocaso del PP. Pero el sillón engancha, y habrá tenido presiones. Pero ahí es donde entra la estatura moral del sujeto (o la 'sujeta', por decirlo en moderno). Y en esa decisión de ser valiente o cobarde, ya sí que no entra nadie. Queda sola ella ante sí y ante el mundo, ese que la juzga, que para eso cobra y se ocupa de lo nuestro esta patricia a punto de ser entregada a las fieras del circo, si lo hubiera.

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