Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El voto de un coño crítico

Como no tengo el chispi para acordes, lo que me pide el cuerpo es no votar. Pero…

Las burradas de los conservadores –de los que quieren conservar lo que tienen a toda costa, y, ¡cuidadito con tocárselo, que la lían!–, no son las que más me preocupan. Me resulta extraño que haya votantes que los estén aupando al poder. Imagino algunas razones que explican este fenómeno suicida. Sin sanidad pública, sin escuelas y sin casas dónde vivir, la población, y muchos de sus actuales votantes, se irán enfadando y terminaremos (o empezaremos) una nueva época de enfrentamientos y disturbios. Y no exagero, que hay políticos dispuestos a resolver el conflicto catalán ‘manu militari’. Los conservadores no están de acuerdo con el precio que han tenido que pagar para que en los últimos 83 años no haya habido otra guerra civil. Siempre lo han considerado excesivo, una vez que sus cuates extirparon brutalmente la II República. Ahora, los herederos de La Victoria quieren rebajar hasta el límite de la algarada su contribución. No espero de ellos nada más que abuso, rapiña, maldades y mentiras (que algo de historia estudié de chico). Se acabaron los viejos liberales, inteligentemente egoístas, los del “doy para que des, hago para que hagas”, los del pacto. Ahora están los viejos cuchillos afilándose bajo el polvo. Pero las burradas que más me duelen son las de los que tendría que considerar como los ‘míos’, y, sobre todo, me fastidia que sus líderes tengan detrás una corte de seguidores, tan fanática como la de los conservadores, dispuesta a disculpar sus abusos de poder y sus errores (parecidos a los de los otros), a aplaudirlos y a condenar al crítico con la misma dureza y saña ciega que usan los adversarios. Eso me descompone. Creo que se les ayudaría más señalándoles sus errores. En una pintada genial que fotografié en la calle Elvira de Granada, se podía ?leer: “Coño critico”, justo en la persiana de al lado, un cartel apuntaba que a los coños críticos hay que vigilarlos, porque no están ellos para farolillos ni para acordes ni para repiques ni para chisporroteos. Así de críticos y cabreados estamos mi chispi y yo, digan lo que digan los demás, y ajenos a los rumores de aquella esquina; ya que, pese a todo, tendremos que votar a los ‘nuestros’. Porque como hubo una eternidad en la que no nos dejaron votar, llevaríamos fatal que los libertadores de ahora nos libraran de votar.

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