La hoja de ruta del líder del PSOE andaluz
EN el arranque de la campaña, el ex presidente Manuel Chaves recordaba que las encuestas vaticinaban en las elecciones autonómicas de 1996 una clara victoria electoral del PP favorecida por los problemas internos del PSOE. Finalmente, Chaves venció en las urnas y las diferencias en el seno de la principal territorial socialista se solventaron ante un liderazgo del gaditano que se convirtió en indiscutible.
Algo parecido va a ocurrir tras los comicios del pasado 25-M. Con una situación interna y externa del PSOE mucho peor, si cabe, Griñán, prácticamente solo -sin ningún apoyo mediático, con medio partido esperando el día después para pasarlo a cuchillo, con una Ejecutiva Federal y una vieja guardia echando unas risas con Mariano Rajoy (¡vaya papelón el de Felipe González y Pérez Rubalcaba!) y con el caso de los ERE haciéndole media campaña al PP-, ha logrado, de entrada, salvar los muebles y, gracias al pacto de gobierno o de legislatura que cerrará presumiblemente con IU, seguirá al frente del Gobierno andaluz hasta 2015.
Ni que decir tiene que, en estos días de "donde dije digo, digo Diego", este cadáver político hasta las ocho de la noche de pasado domingo es un muerto que goza de muy buena salud y es, indiscutiblemente, el dirigente socialista español más importante, por encima incluso del secretario general del PSOE. Tomado por un "loco caprichoso" desde que forzó un congreso extraordinario para acabar con la bicefalia y tras poner de patitas en la calle a más de un consejero, pero sobre todo a raíz de que impuso el luz y taquígrafos -es verdad que la juez hubiera querido más madera- con los ERE de marras, ahora se le empiezan a reconocer algunos aciertos para los intereses de su partido.
El primero de todos, tan evidente que es imposible decir lo contrario, es que acertó al separar las elecciones andaluzas de las generales.
El segundo está cayendo en estos días de grandes pronunciamientos y mayores rectificaciones: el diseño acertado de una intensa campaña, casi en solitario, en contacto directo con la calle y sin grandes mítines rodeado de espantavotos, basada principalmente en la defensa del Estado de bienestar y en contra de una reforma laboral que sólo traerá bajadas generalizadas de salarios y despidos sin crear empleo.
El tercero, que no tardará mucho en llegar, tiene que ver con el propio caso de los ERE: sin el mínimo ejercicio de transparencia que, bajo el lema de "caiga quien caiga", protagonizó en su momento, el pacto con IU, que insistirá legítimamente en crear una comisión de investigación, sería sencillamente inviable.
Y el cuarto acierto, pieza principal de la hoja de ruta que diseñó para, al menos, impedir que Javier Arenas y el PP ganaran por mayoría absoluta, ése no se lo reconocerán nunca. Aunque el ejercicio del poder aumenta hasta el infinito el grado de convicción de quien lo ostenta adecuadamente, pocos serán los que acepten que cuando apostó por Carme Chacón -o mejor dicho, dio el apoyo de los suyos a la política catalana- buscaba la única alternativa posible a un Pérez Rubalcaba estigmatizado por la derrota electoral más severa sufrida por el PSOE desde la restauración democrática.
En su opinión, aunque había formado parte del Gobierno de Rodríguez Zapatero, la ex ministra de Defensa, con más tirón entre los jóvenes, podía aportar los seis o siete puntos que, tras el 35º Congreso, le dio el leonés al PSOE. Posiblemente, con ella como secretaria general, el PP no hubiera logrado ganar por primera vez en Andalucía. Pero en la cita congresual sevillana le falló la territorial que lideraba, que se partió en dos ante unas perspectivas electorales que hacían presagiar un gran batacazo.
Ahora, aparte en enjaretar un pacto con IU que le permita, al menos, lograr la investidura, es de suponer que se centrará en restaurar al PSOE-A con un proyecto renovado que integre a todos aquellos que quieran sumarse a él, pero sin aceptar esa pax romana que desde Ferraz patrocinan como una reedición de la mesa camilla y pelillos a la mar. Como hizo en su día Chaves, con el liderazgo en lo alto de la mesa.
Más allá de Andalucía, Griñán tiene otro papel que jugar, pero ésa es otra hoja de ruta. O, aplicando su máxima, cuando llegue ese río, cruzará el puente. Eso sí, ya como líder del mundo mundial, como lo definen ya sus nuevos aduladores a la violeta, y no como un apestado casi extraparlamentario, como lo han tratado los mismos en el siempre ingrato papel de detractores profesionales.
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