La gripe aviar en Andalucía: y tira por si le toca

La propagación entre las aves del subtipo H5N1, surgido en 2020, genera el temor del paso del virus a los humanos, un salto que depende fundamentalmente del azar

El patógeno de los pájaros ha contagiado a visones y cerdos, especies “coctelera”

Un hombre atraviesa una granja de pollos.
Un hombre atraviesa una granja de pollos. / Efe
Miguel Lasida

20 de noviembre 2025 - 06:01

De oca a oca, de pato a pato, de grulla a grulla, la gripe aviar carga, apunta y tira porque le toca. Años después de la peste porcina y de la fiebre aftosa, la alarma huele ahora a corral. Es el turno de las aves. La muerte se ha instalado en las granjas y va a más. El virus de la gripe aviar, un subtipo altamente patógeno del H5N1, lleva desde 2020 despertando la alerta en el reino animal. Hace dos años se sacrificó cerca de un millón de aves de corral en Andalucía. Este año, después de detectarse 115 focos desde el 1 de julio entre aves de corral, cautivas y silvestres, van tres millones de sacrificios en España. Los huevos se van por las nubes porque los pollos están bajo tierra. El problema por ahora es de sanidad animal y el temor es que se convierta en uno de salud pública, es decir, que el patógeno mute y dé el salto al hombre. La pirueta no es fácil pero ahí está el virus, tirando y tirando.

Los virus son unos seres muy particulares: son a ratos inertes y sólo están vivos cuando encuentran un hospedador donde reproducirse, al que infectar. El arma evolutiva del virus es la mutación genética. Al igual que los juegos de azar, cada generación juega a los dados según se va reproduciendo, avanzando casilla a casilla en busca del salto, el gran salto a la especie animal más idónea para la supervivencia. La gripe aviar que inquieta al mundo ha resuelto desde 2020 varios saltos en el reino animal. Y, por mucho que le pese a los gestores de salud pública, epidemiólogos y responsables de la administración, el virus no deja de jugar a los dados.

Azar, dados y probabilidades. “Sería improbable una pandemia de gripe aviar aunque no es imposible”, dejó dicho en este periódico la viróloga Ana Fernández Sesma, profesora en la Escuela de Medicina en Monte Sinaí de Nueva York, comparando la situación de este nuevo patógeno con el coronavirus. El salto, la pirueta que tendría que afrontar el virus para conformarse al diseño celular humano y adaptarse sin demasiadas sangrías a sus defensas, es todavía remoto, según aseguran los investigadores en la materia. Estos mismos estudiosos son los que avisan de los posibles riesgos: el mundo del virus es una lotería, un infinito juego de azar. La actual gripe estacional, sin ir más lejos, proviene de una influenza pajarera antigua. “El riesgo de una pandemia por virus aviares siempre ha existido”, ha señalado en este diario el virólogo Adolfo García-Sastre, también del Monte Sinaí de Nueva York. “No sabemos cuántos cambios pueden producirse para dar el salto al humano –añade García-Sastre–, el riesgo dependerá de la diversidad de virus que haya y de cuántos haya latentes”.

Recombinaciones genéticas en los cerdos y en los visones

Los virus juegan constantemente a los dados y su evolución es imprevisible. Cuantos más microorganismos haya circulando, más posibilidades estadísticas hay de mutaciones fructíferas, incluyendo las que detonen la bomba del contagio entre las personas, es decir, la temible pandemia. Hasta ahora, desde 2020, cuando aparece la variante de alta virulencia H5N1 2.3.4.4b –un código semejante a una cábala lotera–, el virus se ha propagado entre un completo bestiario de especies silvestres y domésticas al margen de las aves: focas marinas, visones, mapaches, zorros, caballos, ratones, cerdos, vacas, perros y gatos, entre otros. La cuestión peliaguda, en este caso, es la transmisión vírica en las especies que el profesor de Veterinaria de la Universidad de Córdoba Rafael Jesús Astorga llama “cocteleras”. Así denomina este investigador a las especies animales, como el cerdo o el visón, en cuyos organismos los virus se recombinan y reconfiguran genéticamente para mutar a virus “potencialmente infectivos para los seres humanos”.

La fulgurante propagación del virus entre las aves y la elevada mortalidad registrada ha apretado el mercado avícola –los corrales españoles están confinados desde la semana pasada para protegerse de las especies migratorias que transitan por la península en busca de la invernada en África– y ha generado la inquietud entre los epidemiólogos que anticipan, con remotas posibilidades hasta el momento, que la actual panzootia –la pandemia entre animales– se transforme en una verdadera pandemia, la definición para el tipo de epidemia que afecta al hombre, a todos los hombres del planeta.

De las aves a las vacas, pasando por los gatos, en tres años

La última alarma, en un estadio posterior a la crisis de la primavera de 2023, dio inicio en agosto, en un parque urbano de Sevilla. Un grupo de aves apareció muerto de un día para otro en una charca. El goteo fue incesante desde entonces, llegando a las puertas de Doñana. Mientras tanto, también antes, el virus había ido saltando paso a paso, dado a dado, mutación tras mutación, adaptación tras adaptación, a una granja de visones en Galicia en 2022, a gatos domésticos en Polonia y Corea del Sur en 2023 y a amplias explotaciones bovinas en Estados Unidos en 2024. Y he ahí el peligro: las especies donde el virus aprende las instrucciones para continuar su evolución también en los humanos.

El contagio humano sigue siendo raro. Al menos por ahora. Las autoridades mundiales han declarado 997 casos positivos en 24 países entre las personas desde 2003 a 2024. Murieron 471. El contagio es raro en un instante, el actual, en que el virus no sabe aún cómo transmitirse por el aire. Son los granjeros, los veterinarios que manipulan sin la debida precaución a animales –heces u otros restos orgánicos– los más expuestos . Debería uno encerrarse horas, días, con decenas de pollos infectados para contagiarse, algo raro. La cosa es que esta gripe aviar sigue jugando, tirando los dados, acumulando papeletas hasta que al fin, quizá, quién sabe, le toque. Y el gordo le caiga al ser humano.

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