Aumentan las incidencias por humedad en viviendas granadinas
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La presencia de humedad en los edificios se ha convertido en uno de los problemas domésticos que más inquietud genera en Granada. En los últimos meses, vecinos de distintos barrios han informado de apariciones repentinas de manchas, desprendimientos de pintura y olores persistentes en estancias poco ventiladas. El incremento de estos avisos refleja que las viviendas de la ciudad están empezando a mostrar señales asociadas al clima cambiante y al desgaste de las instalaciones interiores, lo que ha despertado una preocupación creciente.
En este escenario, profesionales como los fontaneros Granada señalan que la mayoría de las consultas recientes se relacionan con fallos en tuberías ocultas o condensación acumulada en zonas donde la temperatura varía con rapidez. Aunque cada inmueble presenta circunstancias particulares, los especialistas coinciden en que la combinación de humedad ambiental y envejecimiento de infraestructuras explica buena parte de los episodios detectados en la ciudad.
Factores climáticos que impulsan el aumento de la humedad en los hogares
Granada vive una situación meteorológica peculiar, marcada por inviernos fríos, veranos muy cálidos y cambios bruscos durante las estaciones intermedias. Esa diferencia extrema de temperaturas crea un escenario propicio para que la humedad se acumule en techos, muros y habitaciones poco aireadas, sobre todo cuando coinciden noches frías y días templados. Esta sucesión genera condensación en superficies frías, un fenómeno que se intensifica en casas antiguas con aislamiento insuficiente.
El ascenso de la humedad relativa en determinadas épocas del año también favorece la proliferación de hongos en zonas en las que la ventilación resulta limitada. Además, la presencia de partículas en suspensión durante los días secos facilita que el moho se adhiera a esquinas y juntas, especialmente en viviendas situadas en calles estrechas o con menor exposición solar. Los vecinos detectan estos signos en forma de manchas oscuras, olor a cerrado o pérdida del acabado en las paredes.
Por otro lado, los episodios de lluvias intensas, aunque sean breves, saturan los puntos vulnerables de cubiertas y fachadas, algo que se observa con especial claridad en edificaciones antiguas del centro histórico. Cuando estas precipitaciones coinciden con cambios repentinos de temperatura, aumenta la probabilidad de que el agua penetrada tarde más en evaporarse, lo que prolonga el contacto con los materiales y acelera su deterioro.
Los técnicos consultados explican que los inmuebles expuestos a orientación norte o ubicados en zonas umbrías sufren un mayor riesgo, ya que la falta de luz directa impide que los muros se sequen con rapidez. Este patrón se repite en numerosos distritos granadinos, donde la arquitectura tradicional convive con construcciones recientes que tampoco siempre cuentan con un aislamiento adecuado.
El estado de las instalaciones como origen de muchas averías
Aunque el clima desempeña un papel importante, los problemas derivados del estado de las instalaciones internas representan un porcentaje considerable de las incidencias reportadas. En una parte significativa de los casos, la humedad proviene de tuberías deterioradas, uniones debilitadas o pequeñas fugas que pasan desapercibidas hasta que la filtración alcanza una zona visible.
Los especialistas destacan que las redes antiguas de suministro y desagüe muestran un desgaste natural debido al uso continuado y a la presión del agua, algo que se acentúa en edificios de varias décadas. La corrosión, los cambios térmicos y el asentamiento estructural contribuyen a que ciertos tramos se fracturen o presenten poros mínimos capaces de liberar humedad de manera constante.
Muchos de estos incidentes surgen en baños y cocinas, donde se concentra la mayor parte de las conducciones. El vapor, la temperatura variable y la proximidad a superficies frías favorecen que la condensación acelere el deterioro de juntas y codos. Cuando este proceso se prolonga, el agua penetra en tabiques y suelos hasta generar manchas, deformaciones o desprendimientos, que suelen ser los primeros signos visibles para los vecinos.
También se han detectado casos en los que el sellado de ventanas y balcones pierde eficacia con el paso del tiempo. Las filtraciones originadas en estos puntos aparecen tras lluvias intensas o periodos húmedos, cuando el agua encuentra pequeñas fisuras en marcos y perfiles. Aunque suelen considerarse averías menores, pueden generar daños significativos si no se identifican a tiempo.
En viviendas unifamiliares, la humedad del subsuelo representa otra causa habitual. La falta de drenaje adecuado facilita que el agua ascendente alcance los muros mediante capilaridad. Este fenómeno provoca líneas horizontales de humedad cuya altura varía según la estructura de cada inmueble. La identificación temprana de este tipo de filtraciones resulta esencial para evitar que afecten a varias estancias o comprometan la estabilidad de materiales sensibles.
Averías más frecuentes detectadas en los últimos meses
Los profesionales del sector han observado que ciertos tipos de averías se repiten con especial frecuencia. Entre ellas destacan las filtraciones procedentes de tuberías embebidas en paredes, que suelen manifestarse con un cerco húmedo alrededor de interruptores, enchufes o uniones entre tabiques. Este tipo de incidencias requiere una intervención rápida para evitar daños mayores en la instalación eléctrica o en la estructura.
Otra avería recurrente es la saturación de desagües en baños y cocinas. La acumulación de residuos, cambios de presión y fallos en el sellado generan escapes que no siempre se detectan de inmediato, ya que la humedad se filtra hacia zonas ocultas antes de hacerse visible. En edificios antiguos, esta circunstancia se agrava por el desgaste natural de los conductos.
También resultan comunes los problemas derivados de techos con impermeabilización insuficiente. Las manchas en dormitorios, pasillos o cuartos de baño suelen indicar que el agua ha encontrado un punto débil en la cubierta. Si coincide con un episodio de precipitaciones intensas, el problema se manifiesta de forma más evidente.
En garajes y trasteros aparecen filtraciones ligadas a la humedad del terreno, visibles especialmente en fachadas interiores o en los encuentros con el suelo. Estos espacios, menos ventilados y expuestos a cambios bruscos, son especialmente sensibles a episodios prolongados de humedad, lo que obliga a revisar el sistema de drenaje o la protección de muros y suelos.
Medidas de prevención para reducir el riesgo en los hogares
Los expertos recomiendan una serie de actuaciones sencillas que ayudan a prevenir buena parte de estos problemas. La primera consiste en ventilar las estancias con regularidad, incluso en invierno. Permitir la circulación de aire reduce la condensación y acelera el secado de superficies, especialmente en baños y cocinas.
También se aconseja revisar el estado de sellados, juntas y puntos de encuentro entre carpinterías y muros, ya que una pequeña fisura puede convertirse en una vía de entrada para la humedad durante un episodio de lluvias, sobre todo en zonas orientadas al norte o expuestas al viento.
Otra medida útil consiste en comprobar periódicamente el funcionamiento de desagües y sifones. La acumulación de residuos favorece los atascos y los desbordamientos, dos de los incidentes más asociados a las humedades repentinas. Una limpieza preventiva disminuye el riesgo de filtraciones inesperadas.
En viviendas con escaso aislamiento térmico, se recomienda valorar mejoras en ventanas o en el tratamiento de muros interiores. Una casa que mantiene una temperatura más estable reduce la aparición de condensación y protege mejor las superficies vulnerables, especialmente en estancias expuestas a cambios bruscos.
Por último, los técnicos subrayan la importancia de observar cualquier señal temprana: una mancha reciente, un olor persistente o un cambio en la textura de la pintura. Identificar estos indicios permite intervenir antes de que la humedad avance hacia zonas más delicadas del inmueble.
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