Bienal de Flamenco

Rocío Molina ante el magma del deseo

  • La bailaora lleva este viernes al Maestranza 'Carnación', la obra que estrenó en Venecia cuando le concedieron el León de Plata de la Danza 

El equipo de 'Carnación', con Chema Blanco en el Centro Cerámica Triana.

El equipo de 'Carnación', con Chema Blanco en el Centro Cerámica Triana. / Bienal de Flamenco

Las notas de Carnación, el espectáculo que Rocío Molina estrenó en julio en la Bienal de Venecia cuando la cita le concedió el León de Plata y que este viernes presenta en el Teatro de la Maestranza, hablan de los cuidados, la represión, la ternura, la violencia, las luces y las sombras de la condición humana concentradas en unas pinceladas. La bailaora investiga en su nueva creación sobre el deseo, un anhelo que la malagueña toma como sinónimo de ser vulnerable, frágil, en búsqueda. La palabra Carnación, que en pintura se utiliza para definir el proceso de coloración de la carne, "el paso de lo imaginario a lo visible, de lo que se esconde a lo que se muestra", es la premisa para el nuevo salto al vacío de una intérprete y coreógrafa que pese a sus muchos reconocimientos -el Max o el Nacional de Danza- nunca ha querido conformarse y siempre ha procurado ir más allá. 

Esta vez, la artista asegura moverse en territorios ajenos al flamenco. "De la hora y cuarenta que dura el espectáculo apenas hay seis minutos en esa clave, donde me muevo en lo que la gente va a reconocer de mí", apunta Molina, antes de ofrecer un símil: "Ha sido como ese puzle que tiene tu abuela colgado en la pared y que se cae y se desarma, y descubres que debajo de eso hay otra composición", compara, consciente del giro que da su carrera. "Todas mis piezas han sido flamencas, pero ésta se ha hecho desde otro lugar", afirma. Aunque sus colaboradores en Carnación Carlos Marquerie y Niño de Elche no opinan lo mismo y abren un debate. "Quizás la obra no tiene una estructura al uso, pero es profundamente flamenca. Yo les veo cantar y bailar como pocas veces los he visto, lo que nos lleva a una pregunta: ¿El flamenco es una estructura fija o algo que se mueve?", se cuestiona Marquerie, que vuelve a aliarse con Molina en el diseño de iluminación. Niño de Elche, por su parte, lamenta que en el siglo XXI "se siga entendiendo al cantaor y a la bailaora desde parámetros conservadores", y agradece "el espacio de liberación" que ha dispuesto Molina, "un verdadero regalo".

La bailaora recordó su experiencia en Venecia como "un bello paseo. Sabíamos que íbamos a actuar allí, pero intentamos hacer una cosa sin peso. Yo venía de la Trilogía y no quería más presiones, no quería que me agobiaran las expectativas. Se lo decía a Paco [Niño de Elche] pero entonces me anunciaron lo del León de Plata y la cosa cambió un poco", evoca entre risas, antes de admitir que todas sus piezas poseen un componente autobiográfico. "Yo voy bailando lo que voy viviendo", declara Molina, "intento entenderme a través de la danza. Necesito el baile, que es mi lugar de centrifugado para enfrentar mis crisis y mis misterios". En esta ocasión, relata, "me sentía vulnerable y tenía ganas de que algo naciera desde esa fragilidad. Sabía que la forma de sanar la frustración era meterme con mis compañeros y convertir esto en belleza". 

"Mis obras son autobiográficas. Bailo lo que voy viviendo, y necesito la danza para entenderme"

El proceso creativo, revelan los implicados, fue tan complejo como emocionante. A Pepe Benítez, encargado de la composición musical, le costó poner la banda sonora a "una obra difícil de catalogar, en la que la forma se escurre, ahora es una, luego es otra. Yo iba a los ensayos, repasaba el día, buscaba una paleta de colores, y luego me decía: 'Ea, ahora hazle la música a esto'. Comprendí que simplemente tenía que estar al servicio de lo que ocurría". La violinista Maureen Choi tuvo que aprenderse en dos meses una pieza de Paganini "que se tarda un año en estudiar", remarca con asombro sobre el "reto físico y emocional" que le ha supuesto Carnación. "Normalmente me centro en el violín y ya, pero aquí tengo a Rocío bailando alrededor y mucho ruido", comenta la intérprete. El director de escena Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, que abrió la Bienal junto a Eva Yerbabuena, se sumó al equipo con los ensayos ya empezados "y mucha energía generada. Querían hablar del deseo, y lo que nos encontrábamos era desordenado, bien porque no sabíamos ordenarlo o porque la idea necesitaba ese desorden. Fue un proceso muy enriquecedor ver cómo las cosas iban cristalizando".  

Para Chema Blanco, director de la Bienal, Carnación refleja "la libertad absoluta" que han tenido los artistas invitados al encuentro. El riesgo que han tomado algunos de los participantes en sus propuestas "sirve para abrir otras sendas, lo que no quiere decir que todos los creadores tengan que seguirlas". 

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