Paco Plaza. Director de cine

"Las buenas películas no empiezan y acaban en los 90 minutos que duran"

  • El cineasta regresa el viernes con 'Quien a hierro mata', un poderoso 'thriller' sobre el veneno del rencor con el narcotráfico gallego como trasfondo.

  • Luis Tosar protagoniza el filme. 

Paco Plaza (Valencia, 1973).

Paco Plaza (Valencia, 1973). / Ana Escobar / Efe

Uno de los creadores que mejor ha reformulado en España el cine de terror, Paco Plaza, aparca temporalmente el género y regresa este viernes a las salas con el thriller Quien a hierro mata. El director de aquella exitosa saga [REC] que concibió junto a Jaume Balagueró y de la sorprendente Verónica cuenta ahora el descenso a los infiernos de Mario (el grande Luis Tosar), un enfermero que debe cuidar de un célebre narco (Xan Cejudo) que ha ingresado en la residencia y por el que se reencontrará con viejos fantasmas. En esta entrevista, Plaza habla sobre la complejidad de una historia que filma con el nervio y la solvencia que le caracterizan.

Verónica era un proyecto muy personal que, además, tuvo una estupenda acogida por parte de público y crítica. Decidir qué hacer después tuvo que ser difícil...

–En realidad estaba comprometido con esta película antes de hacer Verónica. Leí el guión [firmado por Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría] y me impactó. Pensaba una y otra vez en la imagen final, quería rodarla, pero ya andaba con Verónica. Hablé con la productora, Emma Lustres, le conté las circunstancias y me dijo que me esperaban. Lo hicieron: un año y pico después me puse con Quien a hierro mata.

–La trama se podría resumir como un thriller con el narcotráfico gallego de fondo. Pero es mucho más que eso: la crónica de una venganza, el descenso a los infiernos de alguien que no puede perdonar...

–Eso es lo que me atrajo de la historia, que hablaba de otras cosas. De la complejidad de las relaciones familiares, del rencor... De la paradoja de que, cuando te envenenas y le deseas el mal a alguien, en realidad te estás causando mal a ti mismo. El protagonista se dedica a una de las profesiones más altruistas que hay, cuidar a ancianos. Y el guión convertía a ese enfermero de un geriátrico, a ese hombre que atiende a los desfavorecidos, en un cabrón, en una persona que toma decisiones cuestionables. En una película, normalmente, le deseas al héroe de turno que las cosas le salgan bien, pero aquí es distinto, no sabes bien qué pensar. Es difícil justificar sus acciones, nuestro empeño fue trabajar para que se le entendiese.

–Han encontrado en Luis Tosar un aliado fantástico. En sus primeras miradas ya asoman la ira y la vulnerabilidad del personaje.

–¡Es que es un actor capaz de cualquier cosa! Yo le tenía mucho respeto, claro, pero después de colaborar con él lo admiro más. Tener a Luis Tosar en el reparto debe de ser parecido a contar con Messi en un equipo de fútbol: lo planificas todo para aprovechar que dispones de un número uno. Es una suerte colaborar con un artista del talento de Luis. De hecho, hubo pasajes del guión que reescribimos cuando supimos que él estaba en la película, escenas difíciles que un intérprete de su talla podía hacer.

"Quisimos quitarles a los narcos el 'glamour' que poseen en otras películas. Teníamos una responsabilidad"

–A menudo los narcotraficantes que aparecen en el cine no pasan del cliché. Aquí hay una descripción más compleja de Padín y su familia, un retrato casi shakespeareano de él y sus hijos.

–Nuestra intención era humanizar a todos los personajes. Y, en el caso concreto de los narcotraficantes, queríamos quitarles cualquier posible glamour. Tal como explica la película, la droga ha atravesado la realidad socioeconómica de la zona, ha causado mucha desgracia, y eso era algo que no queríamos eludir. Teníamos una responsabilidad en ese sentido. En cuanto a las referencias a Shakespeare, sí, yo también vi ecos de El Rey Lear cuando leí el guión. La que contamos es una historia universal, más allá del negocio al que se dedican los personajes. El padre que está decepcionado con los hijos; los hijos que intentan ganarse la aprobación del padre... Son temas con los que todo el mundo puede reconocerse.

–En los preparativos de la película, ¿qué ha descubierto sobre el mundo de los narcotraficantes que no supiera?

–No me documenté demasiado porque la película no se centra en sus tejemanejes, pero sí hay un detalle que llama la atención. Los traficantes gallegos tienen una idiosincrasia muy concreta, están muy metidos en la comunidad. Allí no es raro que la gente tenga un familiar, un compañero de colegio que está metido en ese ámbito, lo que le da al asunto una familiaridad insólita. Y eso crea un clima muy raro: porque en algunos pueblos, especialmente en los 80 y en los 90, hubo generaciones de chavales que se perdieron por la droga, y eran sus vecinos los que se estaban enriqueciendo con ellos.

Paco Plaza, junto a Luis Tosar. Paco Plaza, junto a Luis Tosar.

Paco Plaza, junto a Luis Tosar.

–Sucedió algo bonito en el rodaje: Luis Tosar coincidió con su antiguo maestro de interpretación, Xan Cejudo. Si tuviese que elegir a un mentor con el que colaborar, ¿a quién escogería?

–Yo me hubiera llevado a Chicho [Ibáñez Serrador], claro.

–Fue conmovedor el homenaje que le dedicaron usted y otros directores como Amenábar, Vigalondo, Bayona y Balagueró, en la última entrega de los Goya. Se fue sabiendo que dejaba un buen número de discípulos que lo veneraban.

–Sí. Fue el gran maestro para toda una generación. Por un lado, con sus dos películas [La residencia y ¿Quién puede matar a un niño?]se volvió un referente para los que queríamos hacer terror. Y luego estaba detrás del Un, dos, tres, que marcó nuestra infancia. Era un comunicador maravilloso, poseía una personalidad magnética, te fascinaba cuando lo veías presentando una película... Y siempre fue muy generoso con los que estábamos empezando. Ah, y sobre la pregunta de los maestros... yo citaría también a Álex de la Iglesia. A mí ver El día de la bestia me maravilló: comprendí que se podía hacer cine de género de calidad sin renunciar a hacer algo completamente español. Álex nos ayudó a quitarnos complejos.

–Publicó hace unos días en Twitter una cita de Tarantino en la que éste aseguraba que "una de las cosas más importantes que puede hacer una película es que se cree una conversación en torno a ella, porque cada vez pasa menos".

–Las buenas películas no empiezan y acaban en los 90 minutos que duran. El cine es entretenimiento, pero también algo más. Puede servir como una herramienta para reflexionar, para saber cómo es la vida en otros países o para conocer la Historia. Desde siempre, desde las tragedias de Sófocles y las parábolas de la Biblia, la ficción nos ha ayudado a conocernos a nosotros mismos. Y eso es algo que no debemos olvidar.

–Volverá al cine de terror con su próxima cinta, La abuela, basada en un guión de Carlos Vermut. La idea de una colaboración entre el autor de Magical Girl y usted es ciertamente estimulante: tal vez sea una impresión errónea, pero en principio sus universos no parecen muy próximos...

–Carlos me parece uno de los talentos más grandes que han surgido en el cine español en los últimos años. Es muy especial, tiene una visión del mundo única. Como él es muy fan del cine de terror, le pregunté si le interesaría echarme un cable. Yo tenía una historia en la cabeza pero no sabía muy bien cómo darle forma, y él se ofreció a escribirla. Ha sido increíble trabajar con alguien tan creativo.

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