As bestas | Crítica

Galicia caníbal

Luis Zahera y Denis Ménochet en una imagen del filme de Sorogoyen.

Luis Zahera y Denis Ménochet en una imagen del filme de Sorogoyen.

Imposible sumarse al entusiasmo generalizado por esta película desde su estreno en Cannes, un thriller rural inspirado en hechos reales (el crimen de Santoalla) transmutado en alegato feminista por el que asoman las viejas trazas del tremendismo ibérico llevado a los límites de su caricatura telúrico-violenta y referencias genéricas a cintas que, como Deliverance o Perros de paja, hicieron de la dialéctica entre civilización y barbarie, entre animalidad y razón, la base para el funcionamiento de sus esquemas primarios.

El guion que firman Sorogoyen e Isabel Peña, de largo el principal problema de un filme que intenta camuflar sus carencias con tensión sostenida, scope atmosférico y músicas percusivas, no tarda ni un minuto en perfilar las cualidades agrestes y salvajes de los lugareños de una pequeña aldea gallega y su creciente hostilidad hacia el francés (Ménochet) que se ha instalado allí junto a su mujer para cumplir sus objetivos de vida. As bestas los sitúa pronto en ese terreno que se quiere mítico, propio del western, pero que se desborda casi hasta la caricatura en su empeño denodado por insuflar realismo, o hiperrealismo, como bien señalaba el colega Losa en su crónica cannoise, a unas cuitas de vecindario abocadas a la tragedia.

Tampoco hace falta ser nacionalista gallego para sentir la torticera estigmatización a la que el filme somete a los hombres de la zona y especialmente a los personajes de Luis Zahera y Diego Anido (la culpa no es de ellos, pero tampoco ayudan), hermanos responsables de una escalada de tensión y violencia sostenidas por machacona insistencia en su alergia a la escucha y en el autocomplaciente sonido de sus peroratas e insultos a grito pelado. Tampoco ser poco amante de las fuerzas del orden para no ver en el dibujo de la Guardia Civil que (no) interviene en el caso un dibujo paródico del cuerpo, algo especialmente chocante viniendo de quienes escribieron esa estupenda serie sobre los antidisturbios vistos desde dentro.

Así las cosas, sostenida sobre una insistente y monolítica confrontación y no tanto en el desarrollo o los matices de sus personajes, As bestas se reserva también para su último tramo, finiquitado ya el pleito viril por vía expeditiva, un viraje de tono y punto de vista que parecen únicamente dispuestos para satisfacer esas miradas críticas sobre el patriarcado (en Galicia o en Ohio) como germen de un mal cíclico al que sólo las mujeres (y madres) fuertes podrán poner fin desde la paciencia, la resistencia y el diálogo. También ahí As bestas fracasa por lo explícito y postizo de su deriva y lo caprichoso a la hora de resolver el nudo que la atenaza hasta ahogarla.