Delante de ti | Crítica

Carpe diem en verde lima

Una imagen del nuevo filme del coreano Hong Sang-Soo.

Una imagen del nuevo filme del coreano Hong Sang-Soo.

Hace poco una joven y prometedora cineasta española me comentaba que después de su experiencia no demasiado satisfactoria con las dinámicas del cine industrial, su verdadero deseo sería poder montar su propia productora y hacer películas como las de Hong Sang-Soo.

Aunque sólo fuera por haber provocado reacciones y vocaciones como ésta, ya deberíamos estarle agradecidos al coreano, que sigue a su ritmo de una o dos películas por año, todas escritas, dirigidas, fotografiadas, montadas e incluso compuestas por él mismo, ajeno a las modas y dinámicas del mercado, ni siquiera a las de los festivales que, por fortuna y por ahora, siguen programándolo regularmente.

Después del blanco y negro y la trama paterno-filial de Introduction, Delante de ti viene declinada en ambiente y color primaveral y con una especial saturación de los tonos verde lima, enésima variación cromática de un cine que insiste en retratar los encuentros y conversaciones de sus personajes en largos bloques de tiempo donde la palabra, la comida y el licor funcionan como detonantes y relajantes emocionales de esa búsqueda interior (del amor a un cierto sentido de la trascendencia) que se formula en apenas cuatro o cinco decorados y escenas que suelen espejear entre sí.

Este nuevo y delicioso filme entra y sale de los sueños ajenos para contar el regreso de una veterana actriz a su país tras una larga ausencia, pretexto para otro juego metarreferencial sobre el cine y sus dobles donde un posible proyecto de película termina truncado, incluso en su versión improvisada, entre tragos y revelaciones, quién sabe si también un poco mentirosas. Las conversaciones con la hermana, el encuentro con el sobrino, la visita a la casa de la infancia, las adulaciones de un director enamorado o un pequeño interludio musical a la guitarra no dejan de ser las etapas y movimientos de un trayecto tan apabullantemente sencillo como circularmente poético atravesado por ese viejo lema del carpe diem, del disfrutar simplemente de lo que se tiene delante, que articula en sutiles variaciones esta enésima y cristalina pequeña obra maestra de nuestro coreano favorito.