EO | Crítica

Skolimowski se cae del burro

Flaco favor le hace esta EO del veterano polaco Skolimowski a la causa animalista, no digamos ya a todos esos festivales y colegas del gremio que la han premiado (Cannes) y situado entre las mejores películas de este 2022.

El director de las estimables La partida, Deep end, El grito o Essential killing recoge aquí el guante del Balthasar de Bresson para acompañar a un burrito gris de ojos grandes por un paisaje marginal de caos, violencia, crueldad y decadencia que se quiere trasunto de la condición humana contemporánea, un panorama de estampas circenses, hinchas de fútbol encolerizados, granjas explotadoras, cementerios industriales, traficantes, inmigrantes, asesinos, familias venidas a menos y naturaleza siempre amenazada. Un auténtico batiburrillo de asuntos y fragmentos de relatos encabalgados por el periplo incierto de un asno que observa y padece, elevado a la categoría de testigo de la degradación moral de un mundo donde sólo el recuerdo de la calidez femenina evoca la felicidad perdida.

Si en el apartado temático-argumental EO parece escrita por un principiante con buen corazón, más problemática aún es la mirada y la puesta en escena de Skolimowski para su viaje con moraleja: drones caprichosos, cámaras lentas, planos aberrantes (el ojo como ventana de los sentimientos), filtros, humos, músicas enfáticas y atronadoras, sonidos subjetivos y otros efectos supuestamente juveniles y experimentales que no sólo no contribuyen a hilar ese constante flujo entre el realismo, el sueño, la alegoría y el humor negro, sino que aplastan por agotamiento cualquier posibilidad de empatía en un trayecto que se reserva además para el final la absurda (no sabemos ya si gratuita) aparición de Isabelle Huppert.