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Enys men | Estreno en Filmin

El liquen de los sueños

En su segundo largometraje, el británico Mark Jenkin sigue haciendo de hombre-orquesta (dirige, fotografía, compone y monta) ahondando en ese trabajo de experimentación con la materia y las texturas analógicas de la imagen y el sonido que hicieron de Bait (2019) un acontecimiento festivalero recompensado con el BAFTA por la singularidad retro y a contracorriente de su propuesta.

Enys men se sitúa también en un espacio costero del condado de Cornualles, más concretamente en una isla desierta poblada únicamente por una enigmática mujer (silente y expresiva Mary Woodvine) entregada a las rutinas de lo que parece una investigación biológica. En su diario fechado en abril de 1973, la mujer de anorak rojo anota los detalles inmutables de su observación, mientras tanto, la cámara de Jenkin se detiene en el paisaje macro y micro, también en esos gestos de estilo como los zooms de aproximación o alejamiento que emulan el cine de serie b o el terror de los años setenta, o esas fisuras y veladuras de la imagen de revelan su carácter reflexivo y autoconsciente.

El ciclo de las rutinas se va consolidando, aunque poco a poco emergen los apuntes y desviaciones de género que, junto al constante extrañamiento sonoro y musical, adentran la película en el territorio atmosférico de los sueños, la fantasmagoría y la revelación del sustrato geológico, histórico y folclórico del lugar: una isla de naufragios, minería, monolitos, pozos infinitos y espectros femeninos que se aparecen en un paulatino desdoblamiento de la realidad.

Con todo, Enys men no termina de progresar dramáticamente a partir de su premisa y de la innegable belleza material de sus imágenes filmadas en 16mm, que en ocasiones pueden recordar incluso a las del cine de Margaret Tait, una premisa que se empantana irremediablemente en su juego de temas y variaciones sobre las figuras, los símbolos y el paisaje. A la postre, el filme de Jenkin se sitúa en un lugar demasiado abstracto y ensimismado para la narración y demasiado concreto y representativo para lo abstracto.