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Insidious: La puerta roja | Crítica

Los hijos de Saturno

Patrick Wilson dirige y protagoniza la quinta entrega de esta rentable saga.

Patrick Wilson dirige y protagoniza la quinta entrega de esta rentable saga.

En la quinta entrega de la saga creada en 2010 por el siempre rentable James Wan (Saw, Expediente Warren), Patrick Wilson retoma la trama de la segunda parte y se pone también al otro lado de la cámara para dirigirse en un nuevo episodio de esta intrahistoria familiar donde la enfermedad mental y su genética hereditaria se han convertido ya en la explícita puerta (roja) de entrada en los rincones más oscuros de la psique en forma de pesadilla.

Al margen de las lecciones aprendidas a la hora de sostener el plano y bajar el ritmo cuando toca buscando la inquietud de la mirada, lo más interesante aquí hay que encontrarlo en el diálogo del filme con las pinturas negras de Goya, más concretamente con ese escalofriante Saturno devorando a su hijo que busca su particular reencarnación y sustrato metafórico en el telequinésico viaje de ida y vuelta a los orígenes del mal que permita erradicarlo de una vez en su implacable expansión sanguínea de generación (de hombres) en generación.

También podemos rescatar del clásico y desgastado repertorio de gestos del terror-efecto esa idea, tampoco demasiado original, que convierte el arte y la creatividad en portal, proceso de terapia, catalización y materialización vicaria de la psique torturada, aunque a la postre todo venga envuelto en las rutinarias dinámicas del relato de iniciación adolescente entre las no menos visitadas estancias del college y las fraternidades universitarias.