Urubú | Crítica

¿Quién puede seguir matando niños?

Clairce Alves y Carlos Urrutia en una imagen de 'Urubú'.

Clairce Alves y Carlos Urrutia en una imagen de 'Urubú'.

Dedicada a la memoria de su padre, el recientemente fallecido Chicho Ibáñez Serrador, el primer largometraje de Alejandro Ibáñez homenajea también de forma bastante explícita a aquella emblemática ¿Quién puede matar a un niño? (1976) trasladando su historia de niños vengadores de la luminosa y tórrida costa mediterránea a la jungla del Amazonas brasileño con un mismo aroma de serie B y un mismo y poco convincente ánimo de reivindicar la preservación de la infancia como mensaje de fondo que justifique la escabechina.  

El problema es que todo aquí desprende una sensación de amateurismo posibilista que nada tiene que ver ya con el original y su contexto, si acaso en los gestos y situaciones de segunda mano que necesitan ahora de todo un arsenal de drones y recursos efectistas de puesta en escena y, sobre todo, de una enfática y desmesurada banda sonora sinfónica de Arturo Díez Boscovich, para intentar atenuar las muchas carencias narrativas e interpretativas de una incursión en territorio siniestro que da siempre la sensación de estancamiento e impostura.