Aromas y sabores

Andorra, un reducto de autenticidad

  • Andorra está unido al turismo de nieve, de montaña y de compras baratas

  • Pues si va a Andorra, goce de su gastronomía, de sus productos autóctonos y de sus vinos

Viñedo en invierno.

Viñedo en invierno. / R. G.

Dice un proverbio chino: “ojalá te toquen vivir tiempos interesantes”. Pues no podemos decir que no vivamos tiempos, cuanto menos, sorprendentes: con las comunicaciones modernas e internet han desaparecido las distancias y hasta el tiempo parece correr más deprisa. Hablamos de globalización a veces con ligereza, sin darnos cuenta de cuánto está modificando nuestras vidas, tanto a nivel colectivo como privado y sin que aquella sea una opción personal sino un 'destino' que ya hemos asumido. De este modo, tradiciones y contradicciones se mezclan en nuestra vida cotidiana. Antaño, en el limitado mundo de nuestra 'aldea' parecíamos tener control sobre nuestra vida, sobre nuestras acciones, que a su vez producían determinadas reacciones. Hogaño, lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia tiene repercusión en nuestra conciencia, en nuestro monedero, en nuestro trabajo… Y hasta en lo que comemos.

Todo está interconectado, las multinacionales ganan terreno y vamos perdiendo particularidades para abrazar una cultura global… Incluso se ha creado un “perfil global del gusto” en el que se determinan los sabores más aceptados y más apreciados para poderlo aplicar a la fabricación de alimentos y bebidas y acercarse lo más posible al gusto del consumidor.

En el mundo del vino, en muchos países (incluido España) se arrancaron cepas de variedades autóctonas para plantar las llamadas “variedades internacionales”, mucho más conocidas por el consumidor global: Chardonnay, Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah… Hace décadas, solo con meter la nariz en una copa de vino un experto podía averiguar su procedencia y la o las variedades con las que estaba elaborado. Hoy en día eso es imposible: por poner un ejemplo, hay Chardonnay en los cinco continentes y la tecnología moderna se utiliza en las bodegas de todo el mundo. ¿Estamos entonces condenados a que se pierda la tipicidad? No lo estamos. Aún no, mientras en algunos lugares personas comprometidas con su terroir y tradiciones en lugares incluso insólitos.

Se puede ir a Andorra a visitar bodegas y a probar sus vinos: en Andorra se está plantando viñedo entre los 900 y los 1.200 metros de altitud con variedades centroeuropeas mayoritariamente blancas pero hay más de una bodega que se atreve con haber plantado variedades tintas y vinificar esas uvas.

Estos proyectos vitivinícolas surgieron de unas propuestas por parte del Gobierno de Agricultura del principado de Andorra por querer diversificar la economía en base a la agricultura y la ganadería. Nada nuevo (aunque nos lo parezca) ya que allá por el siglo XI Andorra ya era tierra de vides, y aunque se conservan documentos que escriben su historia alrededor de iglesias, no se conoce cuáles eran esas variedades de cepa que se plantaban, seguramente para elaborar vino para las ceremonias religiosas.

Pero sin duda estas bodegas han tenido que recoger ese desafío con pocos puntos de referencia para recuperar un patrimonio vitivinícola olvidado durante siglos. Y ello a pesar de estar limitados por la climatología y la orografía. Sin olvidar además que los agricultores andorranos vienen de la práctica del cultivo intenso de la planta del tabaco y experimentan con la vid añada tras añada.

Por el momento, son vinos que se están elaborando bajo ninguna institución reguladora, es decir, no existe 'Denominación de origen Principado de Andorra', (por proponer algo) se elaboran bajo el apelativo de 'vino de mesa' y esto puede hacernos dudar a la hora de encontrarnos en un caso concreto con un vino muy glicérico que desconcierta bastante en el dulzor de su alcohol.

Alain Graillot, de la bodega Andorrana Crozes-Hermitage, decía no sin razón que "los vinos de altura aún están por descubrir". Sant Julià de Loria alberga las cuatro únicas bodegas existentes en el pequeño país pirenaico, con una extensión total inferior a las ocho hectáreas, pero con calidad y originalidad, y algunas cositas que irán mejorando con el tiempo. Los vinos de altura son una constante en la provincia argentina de Salta y en las Islas Canarias, pero la Europa peninsular, con la excepción de las Alpujarras granadina y almeriense junto al italiano Valle de Aosta, está huérfano del cultivo de viña en altura, una característica común al conjunto de majuelos que conforman el paisaje vitícola andorrano y que dan como consecuencia unos vinos cuya principal característica, ya en nariz, es su frescura.

Como decía el catalán Josep Pla, "la gastronomía es el paisaje en la cazuela" y en Andorra, el paisaje, ya sea en invierno o en verano, nos llama al disfrute, a respirar aire puro… y por qué no, a disfrutar de una buena comida en alguno de los restaurantes de las estaciones de esquí andorranas acompañado de un vino del Principado.

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