aromas y sabores

Castilla-La Mancha, el gigante español se transforma

  • Castilla-La Mancha constituye una de las regiones del mundo con mayor especialización en el cultivo del viñedo

  • Numerosas comarcas manchegas serían auténticos desiertos sin la mancha verde que dejan las viñas en el campo desde la primavera al otoño

Valdepeñas, una de las denominaciones de Castilla-La Mancha.

Valdepeñas, una de las denominaciones de Castilla-La Mancha. / R. G.

En Castilla-La Mancha el viñedo no sólo juega un importante papel desde el punto de vista social –históricamente la existencia de viñedo ha servido para fijar población–, económico e incluso medioambiental, ya que en esta Comunidad Autónoma, el viñedo ocupa más del 6,3% de todo el territorio regional, la décima parte de todos los cultivos y el 51 por ciento de los cultivos leñosos, en perfecta connivencia con el olivar en numerosas comarcas. Lejos de este apunte de desarrollo sostenible, en Castilla-La Mancha viven del sector vitivinícola más de 70.000 familias, genera más de 9,5 millones de jornales y más de 38.000 puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos.

El cultivo de la vid cobró especial protagonismo histórico en la Reconquista de la mano de las Órdenes Militares desde el siglo XIII, ya que con la condición de la ciudadanía se establecía la obligación de plantar una aranzada de viña (400 cepas). Ya más cercano en el tiempo, la irrupción en el ferrocarril desde 1861 hizo que Valdepeñas fuera una de las poblaciones más prósperas en el panorama vitivinícola, al potenciarse especialmente el comercio con Madrid y aprovechándose en grado sumo de su ubicación geográfica.

Tal y como reflejan los datos aportados recientemente por la Junta de Castilla-La Mancha, en su Estrategia Regional del Vino, que se ha fijado como horizonte de trabajo el año 2020, en la actualidad esta Comunidad Autónoma representa el 49%del viñedo español, con más de 490.000 hectáreas se superficie; el 14% del viñedo europeo; y el 7% del viñedo mundial. De estas 490.824 hectáreas, más de la mitad, concretamente 257.740 están adscritas a alguna de las 18 Denominaciones de Origen Protegidas (DOP). Mención especial merece la DOP La Mancha, que representa el 71,6% de las menciones protegidas, con 184.509 hectáreas de viñedo acogido, siendo la indicación de calidad mayor del mundo, dado que comprende cuatro de las cinco provincias castellano-manchegas (excepto Guadalajara).

En el “mayor viñedo del mundo” se han desarrollado varios fenómenos destacables en los últimos años, dado que Castilla-La Mancha fue la primera Comunidad Autónoma en contar con vinos de pago, es la que más pagos reconocidos tiene hasta la fecha (con ocho) y dado que hasta 1976 tan sólo estaban reconocidas cinco denominaciones de origen: Jumilla, La Mancha, Almansa, Méntrida y Valdepeñas.

Antes de que todo el norte de España tuviera su primer pago (Pago de Arínzano en Navarra), Castilla-La Mancha tenía reconocidos gran parte de los ocho pagos que tiene en la actualidad (Dominio de Valdepusa, Finca Elez, Guijoso, Dehesa del Carrizal, Pago Florentino, Calzadilla, Casa del Blanco y Campo de La Guardia), lo que denota su papel fundamental dentro de los vinos de calidad españoles. Ninguno de los Pagos citados llega a las cien hectáreas de viñedo. A nadie escapa que detrás de los pagos citados están personajes del mundo del vino como el Marqués de Griñón, Manuel Manzaneque, Uribes Madero, Marcial Gómez Sequeira o marcas que supusieron un hito en los últimos años como Martúe, que han desembocado en la creación del Pago Campo de La Guardia, en la localidad toledana del mismo nombre.

Con lo anterior, se daba carta de naturaleza a parajes únicos en la región con características peculiares y ‘micro-climas’ y características propias. Al tiempo, se empezaban a disgregarse algunas comarcas, dado que la propia DO La Mancha puede entenderse como contra natura, teniendo en cuenta que abarca nada más y nada menos que cuatro provincias y a que son muy diferente los vinos de secano de Tempranillo en Ciudad Real de los vinos elaborados a base de Bobal, por ejemplo, en la Manchuela conquense, en una situación geográfica y organoléptica más próxima a sus vecinos vinos de Valencia. De ahí que se fueron disgregando de algunas comarcas denominaciones de origen como Uclés o Ribera del Júcar, en Cuenca, al igual que hicieron con anterioridad en el año 2000 las bodegas adscritas a la DO Manchuela. En muchas de estas zonas, como Uclés, bodegas tan emblemáticas como Fontana o Finca La Estacada han enarbolado la creación de esta DOP.

Dentro de esta selección natural, se está gestando, por ejemplo, una nueva indicación de calidad en la zona suroeste de la provincia de Ciudad Real, donde se quiere potenciar una DO Campo de Calatrava, homónima a la ya existente para el aceite y que englobaría a pueblos como Almagro, Bolaños o Torralba de Calatrava, entre otras localidades próximas al ámbito geográfico de la DO Valdepeñas, que se precia de ser una de las indicaciones de calidad más antiguas de nuestro país, al ser reconocida en 1932, al mismo tiempo, por ejemplo, que La Rioja.

Lo anterior, dice mucho del camino emprendido hacia la calidad, con nuevas formas de elaboración, con vinos cada vez más varietales y dejando de lado los claretes y ‘aloques’ clásicos, que llevaban un 80% de variedades blancas en la elaboraciones. También se empiezan a elaborar vinos con las denominadas variedades ‘mejorantes’ desde finales de los 90, incluyendo en las elaboraciones ‘coupages’ con Cabernet Sauvignon, Merlot, Shiraz, etc.

Otro cambio importante en la elaboración lo supuso la indicación Vino de la Tierra de Castilla, que, fuera del corsé de algunas denominaciones, supuso la inclusión de nuevas variedades, al tiempo que era un puente de calidad entre los tradicionales vinos de mesa y los vinos con DO. Muchas de las innovaciones en la elaboración y comerciales (buscando diferenciación con vinos más modestos de una zona de producción).

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