Corpus

La caroca de López Sancho

  • La composición está dedicada a la tertulia Abadía Azul, formada por un grupo de intelectuales de la ciudad que se afanaban por organizar conferencias, representaciones teatrales, exposiciones...

SON las carocas composiciones bufas, graciosas, no exentas de picaresca, que con caricaturas y quintillas exponen y critican situaciones de la vida cotidiana; la palabra parece derivar de carroza o carro a modo de teatro ambulante adornado con lienzos. Tienen su escenario en las fiestas del Corpus.

En el Corpus de 1955 se expuso en la Plaza de Bibarrambla una curiosa caroca que hoy resulta ser un interesante documento histórico, no sólo por su autor, el pintor y humorista gráfico granadino López Sancho, sino por la serie de conocidos personajes de la vida artística y literaria granadina que en ella aparecen. Tal vez no están todos los que son, pero los que figuran quedan plenamente identificados.

La caroca está dedicada a la tertulia Abadía Azul, formada por un grupo de intelectuales que se afanaban por organizar conferencias, representaciones teatrales, exposiciones, etc., creadora también de los cafés-copa, especie de tribuna libre en una España sujeta.

Parece que el protagonista principal, por lo destacado de su figura, por su talla física y por ser el que toma la palabra en esa tertulia, es el catedrático de Filosofía Antonio Aróstegui al que, por cierto, nadie parece prestar atención. Su elevada altura y su clásico tupé lo delatan. Tras su fallecimiento el año pasado, su pueblo natal Ogíjares lo declaró Hijo Predilecto. La fotografía original de la caroca fue luego alterada para incluir en su parte inferior a su hermana Isabel Aróstegui.

De cada uno de los contertulios se podría escribir una amplia biografía. Ya lo hicimos en esta misma página del autor López Sancho, cuyo autorretrato aparece en la izquierda dibujando al escultor López Burgos. Se interpone la cabeza del pintor Manuel Maldonado que sujeta la cadenita del perro. Ocupa la esquina inferior izquierda el también dibujante y caricaturista Manuel Párrizas, que de carocas sabe un rato.

Ahí está, fumando curruco en pipa, el catedrático de Lengua Española Pascual González, muerto en trágico accidente de coche siendo Inspector de Enseñanza. Al lado el fotógrafo José Guerry, el del popular estudio de Photomatón de la calle Reyes, número 5.

La cabecilla que a su lado se aplica a la lectura de la revista Molino de Papel es el entonces joven poeta Ladrón de Guevara; por sus ojos, nariz y cejas casi se asemeja a un búho, le falta la columna ¿sería premonición? El caso es que aparece en esta caroca y precisamente sería medio siglo después nombrado por José María Guadalupe "Quintillero Mayor del Reino".

A su lado, con los brazos cruzados, Molina Fajardo, el entonces director del diario Patria y justo detrás el que iba detrás, el subdirector José María Bugella. El busto de perfil sobre la mesa, bajo la expresiva mano de Aróstegui, corresponde al pintor Fernando Belda.

A la derecha está el catedrático de Filosofía Ángel Benito y Durán bajo la inconfundible y enorme figura del entrañable poeta Miguel Ruiz del Castillo, al que familiarmente le llamaban Miguelón, y no sé por qué. Ahí está leyendo su Vivir publicado en 1978.

La esquina inferior derecha la ocupan el gran poeta granadino José Carlos Gallardo, cuyos versos al aire libre terminaron en Buenos Aires; al lado, casi escondido, el director de teatro Víctor Andrés Catena accionando una marioneta. Injustamente olvidado este ilustre granadino, fundador del Aula Cultural de la Universidad de Granada y de la revista de poesía Caracol en 1950, en la que escribían Elena Martín Vivaldi y Celia Viñas, entre otros. El marmolista Pardillo con su mazo en ristre cierra el escenario.

Se trata de una caroca con personajes caricaturizados; pero se trata también de un interesante documento gráfico. Es lo que tiene vivir en Granada hoy y recordar lo de ayer.

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