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"Solo piensas en unos niños que pueden estar pasándolo mal y en la previsión de lluvia. El estado de ánimo y la adrenalina te llevan hasta el final"

"Solo piensas en unos niños que pueden estar pasándolo mal y en la previsión de lluvia. El estado de ánimo y la adrenalina te llevan hasta el final"

"Solo piensas en unos niños que pueden estar pasándolo mal y en la previsión de lluvia. El estado de ánimo y la adrenalina te llevan hasta el final" / Alba Feixas

Oscuridad total, el silencio de la noche interrumpido por sonido de animales, un terreno escarpado y repleto de matorrales y arbustos con pinchos y la amenaza de lluvia. Un despiste y la llegada de la noche jugaron una mala pasada a un padre y tres de sus hijos, llevaban varias horas perdidos en mitad de la Sierra de Bodíjar, en el término municipal de Ítrabo, pero la rápida intervención de la Guardia Civil permitió que todo quedase en solo un susto.

Un matrimonio se va de ruta de senderismo con sus cinco hijos y la abuela de estos. Sobre las seis de la tarde, y viendo que los niños empiezan a fatigarse, el padre decide irse con tres de los niños -dos de cinco años y uno de ocho- en busca del coche para recoger al resto de la familia. Conoce bastante bien la zona, o al menos eso es lo que piensa, un despiste le desvía del camino y la oscuridad empieza a devorar cada rincón de la sierra. El resto de la familia se da cuenta de que algo no va bien. Ha pasado demasiado tiempo y por allí no aparecen, así que deciden terminar el camino de vuelta andando. Al llegar a casa y comprobar que por allí no han pasado todavía, pese a salir varias horas antes, deciden pedir ayuda en el pueblo. La primera persona que les ayuda es Joaquín, un trabajador municipal que da la voz de alarma al 112.

Tras montar un dispositivo, casi de película, para buscar al hombre y los tres niños en medio de la Sierra, varias horas de nervios, tensión y una buena caminata por montañas escarpadas, de difícil acceso y repletas de matorral y arbustos con pinchos, un final feliz y la satisfacción del trabajo bien hecho.

Granada Hoy vuelve a la zona con los dos agentes de la Guardia Civil de Motril que los localizaron para ver el terreno de día y analizar, ya una vez pasado el susto, el dispositivo montado.

"Escuchamos lo que pasaba por transmisiones, es un paraje bastante amplio y había menores, así que decidimos no esperar más y montar un dispositivo de búsqueda", explica el sargento Francisco Manuel Romero Ortega. Formaron dos equipos, por un lado la patrulla de Otívar, conocedora del terreno, y por otro de Motril, el sargento Francisco Manuel Romero y Alejandro Romero Pérez, guardia alumno eventual junto con Joaquín que hacía de guía. "Tras analizar la orografía del terreno y ver los distintos senderos, la idea era partir de dos puntos y encontrarnos a mitad de camino. Buscamos un alto desde el que poder tener algo de visibilidad de la loma, no hay que olvidar que esto es en plena noche, realmente no se ve nada, la cámara térmica fue determinante. La idea era intentar localizarlos y luego buscar la forma de llegar. Tuvimos suerte, en una de las batidas localizamos una señal térmica. Al principio se trataba de un punto inmóvil, la seguimos durante un tiempo prudencial hasta que vimos que había algo de movimiento que se podía corresponder a una persona. Entonces empezamos a utilizar unas linternas de larga distancia para intentar enfocarlos y el punto que vimos en un primer momento se dividió en cuatro, eran ellos".

La patrulla de Motril regresa al lugar de la búsqueda La patrulla de Motril regresa al lugar de la búsqueda

La patrulla de Motril regresa al lugar de la búsqueda / Alba Feixas

Aunque aún no estaba todo hecho. Una vez localizados, el equipo de Motril intentó marcar el sitio exacto con las linternas, mientas que la de Otívar descendía la loma de la montaña. "El problema es que tiene un terreno totalmente escarpado, tras varios intentos y ver que desde arriba era imposible, decidimos emprender el camino desde nuestro punto. Ese día, además, había amenaza de lluvia y tormenta, no podíamos perder más tiempo, así que nos guiamos un poco por intuición y meternos campo a través pero sin perder de vista el sendero. A las dos horas de caminata en dirección donde los habíamos visto, empezamos a gritar sus nombres para ver si nos escuchaban hasta que empezamos a oír a lo lejos voces de niños". 

Siguieron el camino llamando a la familia por temor a que las voces se alejaran. Una vez seguros de que estaban más cerca, los agentes de la Benemérita volvieron a sacar las linternas de largo alcance para intentar marcar la dirección correcta. "Desde que los escuchamos por primera vez, hasta que conseguimos llegar hasta ellos, había cerca de una hora de camino. Fue el peor tramo, intentabas buscar el camino más accesible, aquello resbalaba bastante por el desnivel y la vegetación te arañaba constantemente", indica el guardia Alejandro Romero Pérez . 

"Cuando llegamos los niños estaban temblando. Les dimos un poco de agua, fruta y frutos secos que llevaba preparado en la mochila por si nos surgía algún percance y nos tocaba quedarnos toda la noche en mitad de la Sierra, nunca se sabe", reconoce Romero Pérez. 

Los dos agentes junto a Joaquín, el trabajador municipal de Ítrabo que los acompañó Los dos agentes junto a Joaquín, el trabajador municipal de Ítrabo que los acompañó

Los dos agentes junto a Joaquín, el trabajador municipal de Ítrabo que los acompañó / Alba Feixas

"Tras comprobar que estaban bien, que alguno tenía solo alguna herida superficial, y darles el avituallamiento, dimos aviso de que habían sido localizados en el momento que conseguimos algo de cobertura, descansamos un poco y empezamos a planear la vuelta. Estábamos un poco desorientados, el último tramo de la búsqueda fue a ciegas y guiándonos por las voces, ahora había que ver como regresar al sendero", prosigue el sargento. En varios de los tramos llevaron a los niños en brazos para evitar que se fatigases o que se hiciesen daño con las zarzas. Una hazaña con final feliz. 

"Ahora que ha pasado el tiempo te pones a analizar la situación y es un poco de película, pero en ese momento solo piensas que son niños pequeños que pueden estar pasando frio, que había previsión de lluvia, que es un terreno que al estar mojado podría desprenderse al andar, era realmente preocupante. El estado de ánimo y la adrenalina te lleva a querer llegar hasta el final, con la suerte de que todo salió bien", concluye el guardia Alejandro. 

Vocación de servicio

Francisco Manuel Romero Ortega es sargento, lleva dos décadas en la Guardia Civil y ocho años destinado en el puesto de Motril. "Mi aspiración es seguir cogiendo bagaje y experiencia para dar una mayor calidad en el servicio. Durante estos años he podido participar en multitud de operativos, no siempre con el final deseado, pero todos ellos te aportan algo". 

"El mayor consejo que le podemos dar a los excursionistas es que respeten la naturaleza y sus riesgos, que la cuiden y que sean conscientes de cuales son sus propios límites y actúen en consecuencia", indica. 

Por su parte, Alejandro Romero Pérez,  es guardia alumno eventual, lleva en el puesto de Motril desde principios de julio que salió de la Academia. Su propósito es seguir aprendiendo de todos los compañeros en este año de prácticas, e ir viendo en la Guardia Civil cual puede ser su camino. "Llevo el espíritu benemérito que se magnifica tras este tipo de actuaciones en las que sabes que corres peligro pero no eres consciente porque sabes que ese ímpetu es el que te lleva a realizar este tipo de acciones. Me llama mucho la atención la especialidad de Tráfico, y seguramente me dirija a ese camino". 

"Fue un servicio emocionante, me quedo con la alegría de esos niños que al verte llegar se quedan impactados y tienen la sensación de seguridad. Ese es nuestro cometido, ayudar en cualquier situación en la que seamos requeridos y dar lo mejor de nosotros", concluye. 

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