Ni rastro del juego que desea Ramón Díaz para el Covirán Granada
Lamentable, ridículo, paupérrimo... Todos esos calificativos caben para definir el primer cuarto que realizó el Covirán Granada en Lugo ante el Río Breogán, en el que quedó en evidencia. Sus carencias, que las tiene y muchas, salieron a flote en un duelo que, quizás, en un futuro pueda ser determinante en la pelea por la permanencia. Se está en el arranque de la competición, pero perder por 21 puntos ante, en teoría, un rival directo por la salvación en la Liga Endesa no invita precisamente al optimismo.
El que viera por televisión el choque disputado en tierras gallegas se daría cuenta del nivel tan pobre que ofrecieron los de Ramón Díaz, cuyo ideario de juego está a años luz de lo que se está viendo en la cancha. Hasta el momento no hay ni rastro de ese juego alegre, defensa agresiva y alto ritmo. Volumen alto de triples sí los hay, pero si no se meten no sirve de nada. Su porcentaje es de un 30,2% en las cinco primeras jornadas y si el cuadro rojinegro se tiene que basar en ese acierto, se entiende su posición en la tabla clasificatoria: colista en solitario.
Los granadinos encajan casi 90 puntos por cita, en concreto 89,4 y así es muy complicado competir salvo que se tenga una plantilla de jugadores con un enorme talento en ataque como puede ser el Valencia Basket, próximo rival en el Palacio de Deportes. Pero no es el caso. Y en Lugo se vio una de las peores versiones del equipo de Díaz. Sobre todo en los primeros diez minutos en los que el encuentro quedó sentenciado.
El ¡38-14! en el primer cuarto dejó claro qué equipo salió enchufado y cual no. Encajar parciales de 18-1 o de 28-4 demuestra que la mejora defensiva no existe hasta el momento y sin defensa será muy complicado ganar partidos. Los dos tiempos muertos en menos de minuto y medio dejaron claro que el técnico granadino no supo transmitirle a sus jugadores lo que necesitaba el partido. Encajar ocho triples de once intentos en un cuarto por parte de un equipo del nivel del Breogán, reflejó la escasa intensidad atrás de los visitantes, que fueron unos espectadores de lujo en el Pazo Provincial dos Deportes de Lugo.
Si a ello se le suman las ocho pérdidas, ir perdiendo por hasta 24 puntos en apenas diez minutos y que casi cada ataque se convirtiera en canasta, Ramón Díaz y su cuerpo técnico tienen mucho, muchísimo, trabajo por delante. Con el duelo encarrilado, los de Luis Casimiro se gustaron y jugaron a placer, anotando cómo y cuándo querían. Un ejemplo claro fue la canasta que encestó Sakho a tres minutos del final en uno de los innumerables despistes defensivos cometidos.
A nivel individual hubo jugadores que salieron señalados, como Matt Thomas, que no está al nivel que se esperaba de él; Zach Hankins, muy blando en defensa y con nulo acierto en ataque pese a sus ocho rebotes o Jonathan Rousselle, cuya cara en la recta final del choque fue el fiel reflejó de lo que estaba sucediendo en la pista. Hasta el presidente del club y su vicepresidente hacían aspavientos y se lamentaban ostensiblemente del escaso acierto de los jugadores. El más claro ejemplo fue cuando Travis Munnings se lanzó en el tercer periodo cuatro triples casi consecutivos para anotar dos. En el último lanzamiento, el máximo responsable del club, que no se entiende muy bien qué hace junto al banquillo en vez de estar en el palco representando a la entidad por muy mal que lo pase viendo el partido de su equipo desde la zona vip, como así hace en el Palacio de Deportes, se desesperó y las cámaras así lo captaron.
Se perdió con muy malas sensaciones y encima, en caso de necesitar el basket average a final de temporada, el diferencial estará complicado por no decir imposible de recuperar. Y es que llegó a jugar en los gallegos Erik Quintela, que no había jugado ni un segundo en la presente temporada. Con eso está todo dicho.
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