Ana Merino | Escritora

"La bondad es una materia prima fabulosa para escribir"

  • La autora madrileña retrata la "belleza" de las vidas modestas en 'El mapa de los afectos', la novela con la que ganó el Premio Nadal y que ambienta en una comunidad rural de EE UU

Ana Merino presentó su libro con el Centro Andaluz de las Letras.

Ana Merino presentó su libro con el Centro Andaluz de las Letras.

Al comienzo de El mapa de los afectos, la novela con la que Ana Merino (Madrid, 1971) ha ganado el Premio Nadal, Samuel, un muchacho que suele refugiarse en la copa de un árbol, asiste desde las alturas del bosque a los encuentros furtivos de Valeria, la maestra de primaria, con Tom, un hombre tres décadas mayor que ella. Con la misma compasión e intriga que aquel chaval observará la autora, a partir de ese arranque, los secretos y las emociones de sus personajes: una novia que decide romper con todo en su luna de miel, un hombre acusado de un crimen que no ha cometido o la bailarina de un club de alterne que sueña con ser crupier son algunas de las existencias aparentemente modestas que interesan a Merino. "Samuel, el chico del árbol, se queda como reponedor en el supermercado, alguna vez atiende la caja. No se lamenta de no haber estudiado, no ambiciona otro destino, puede que la mayor complicación de su vida sea cuando tiene que cuidar unos gatos ajenos. Hay belleza en historias así", defiende esta catedrática de Escritura Creativa en Español en la Universidad de Iowa.

Fue el paisaje de Estados Unidos, donde lleva residiendo Merino casi un cuarto de siglo, el que motivó el salto a la novela de esta autora que había escrito previamente poesía –Preparativos para un viaje, que logró el Adonáis en 1994, supuso su revelación–, teatro y literatura infantil y juvenil. "Con veintipocos años publiqué mi primer poemario, y en esa poesía interiorizaba lo que yo era entonces, mis amores, esa juventud efervescente", recuerda. "Y cuando llego a la novela el enfoque es otro", argumenta. "Me di cuenta de que el sentido de mi vida va más allá de mí misma y de lo que siento, está también en escuchar a los demás y albergar curiosidad por ellos. Había interiorizado unos lugares, una atmósfera, y la ficción era el espacio donde podía transmitir esas emociones".

Su retrato de una comunidad rural reivindica la bondad y mantiene la esperanza en el ser humano. "Es verdad que el mal suele generar el conflicto en una trama, pero la materia prima de la bondad es literaria. Por mi temperamento sosegado yo prefiero detenerme en los detalles, en la vida cotidiana, eso me parece un sustrato fascinante. ¿Por qué no podemos profundizar en el alma humana desde ese lado? Un villano es cautivador, pero a mí me parece más apasionante contar cómo reacciona la gente buena cuando debe enfrentarse a los retos que la vida le pone en el camino", sostiene Merino.

"Si el espacio que le queda a la palabra escrita es Twitter vamos a la deriva. Necesitamos la hondura literaria"

El mapa de los afectos describe así las diferentes encrucijadas a las que tienen que responder sus personajes. "Y me interesaba también", explica la narradora, "cómo van evolucionando a lo largo del tiempo, cómo se comportan de distinta manera con los años. Valeria, por ejemplo, no sabe definir al principio qué es el amor, tarda en comprenderlo, la vemos dudar, experimentar, dañar de paso a los que están a su lado, hasta que encuentra su lugar", comenta, antes de referirse a otros pasajes del libro. "En otra historia vemos a dos niños que han perdido a su madre, una desaparición que ha causado un trauma en la familia. Tal vez, si la madre hubiese vivido, el hermano mayor no hubiese ido a la guerra, no habría articulado el mundo a partir de una masculinidad bélica. Me pregunto por qué la gente es como es y hace lo que hace, qué la ha llevado hasta ahí, me fascinan esas realidades que están ahí y que no nos paramos a mirar".

Ana Merino, junto a un ejemplar de 'El mapa de los afectos'. Ana Merino, junto a un ejemplar de 'El mapa de los afectos'.

Ana Merino, junto a un ejemplar de 'El mapa de los afectos'. / Juan Carlos Vázquez

Con un estilo que buscaba "la claridad, la condensación y la hermosura" y que toma como referente a Turgéniev, "un maestro de la precisión", Merino aborda cuestiones como la necesidad de trascendencia o el miedo a envejecer. "La fe está muy presente en el libro, sí, porque es algo esencial en nosotros, aunque seamos agnósticos o ateos. Y suscita muchas preguntas interesantes. ¿Cómo es la textura de nuestra fe, nuestra relación con Dios? ¿Es una religión institucionalizada o algo más personal, como hablar con los muertos?", se cuestiona. Otro de los temas que atraviesa las páginas de El mapa de los afectos es el desgaste que origina la vejez. "Yo soy epiléptica, de niña tenía muchas ausencias y con la adolescencia empecé a tener ataques", desvela. "Y cuando tienes una enfermedad crónica debes entenderte con tu cuerpo, asumir tus limitaciones. Yo no puedo beber, me cuido mucho, tengo que dormir mis horas... Y creo que eso me lleva a entender la vejez, a comprender ese desconcierto de alguien a quien el cuerpo le funcionaba perfectamente y empieza a asistir al deterioro".

"Me parece más apasionante que el mal ver cómo la gente buena responde a los retos que se le presentan"

Merino abre su novela con dos citas cuya convivencia sorprenderá a quienes aún consideran el cómic un género menor: unos versos de Idea Vilariño y unos diálogos de Los cuatro fantásticos de Stan Lee. "Con esas frases digo a los lectores: Vamos a situarnos. La poesía nos da una profundidad importantísima, y ese poema de Idea Vilariño se ajustaba a lo que quería contar, habla de lo que heredamos de los ancestros y de lo que dejamos a los que vienen", analiza. Merino, pionera en el desarrollo de la formación académica sobre cómic, ha querido que la disciplina esté presente en su obra. "Parto de esa mirada ingenua del que está aprendiendo de la vida y encuentra alivio en los cómics de superhéroes. Uno de los personajes está leyendo historias de personajes múltiples no por casualidad, me interesaba porque apelo a la bondad, como ya hemos hablado, y a las soluciones que vienen en equipo".

Merino, feliz de hacerse con un premio, el Nadal, que ha "marcado a mi generación, en la que leímos admirados Entre visillos o El Jarama", cree que los libros "nos aportan hondura. Si el espacio que queda para la palabra escrita es Twitter, vamos a la deriva. Está muy bien para informarse, para aprender un término gracias a la RAE o para avisar de un incendio o un tornado, pero esa articulación de las emociones al instante es muy peligroso, es como volver al patio del colegio. Vamos a calmarnos un poco, ¿no? Vamos a escuchar al otro, porque gracias a esa comunicación comprendemos que nuestras ideas igual no eran tan maravillosas como pensábamos. Y la literatura nos permite reflexionar, identificarnos y encontrarnos con otros".

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