Las que faltaban | Crítica

La historia como tapiz

  • Cristina Oñoro ofrece en 'Las que faltaban' una historia "diferente" del mundo en un volumen que entrecruza la biografía de 13 mujeres con la vida y obra de muchas otras

Cristina Oñoro (Madrid, 1979).

Cristina Oñoro (Madrid, 1979). / Juan Manuel Gómez-Crespo

Como en un ajuste de cuentas con milenios de silencio y desprecio, Cristina Oñoro (Madrid, 1979) reúne en Las que faltaban los perfiles biográficos de 13 mujeres icónicas de diferentes épocas y lugares, y los va entrecruzando con las experiencias de muchas otras menos conocidas o directamente anónimas para plantear lo que el subtítulo del libro define como "una historia del mundo diferente". Una síntesis histórica tan posible como cualquier otra, pero con una enorme virtud: partir de una atención a esa mitad femenina de la humanidad marginada por los manuales tradicionales.

En la Poética, ese manifiesto estético capital para la cultura de Occidente, Aristóteles deja muestra de su escasa estima hacia el valor de las mujeres. Como resume Oñoro, el filósofo estagirita "desaconseja a los aspirantes a escritores crear personajes femeninos inteligentes y valerosos" por "inadecuados y, a la postre, inverosímiles". Su pensamiento en este asunto no era una excepción, pero sí fue y sigue siendo un modelo para generaciones posteriores. Esa corriente sigue incluso hoy desnivelando la proporcionalidad en el protagonismo de las heroínas. Así lo denuncian a menudo las asociaciones de mujeres cineastas, por ejemplo.

Podría considerarse aún más grave la persistente carencia de narrativas femeninas, tanto en las fuentes históricas como en los diferentes lenguajes artísticos. Frente a esto y frente al sesgo androcéntrico en actividades como la arqueología o la antropología, esenciales para acceder al pasado y construir sus relatos, Cristina Oñoro recuerda una cita ingeniosa y rotunda de Virginia Woolf: "Anónimo era mujer".Estas tres palabras, recogidas en ese otro texto sin duda referencial que es Una habitación propia, apuntan hacia una conjetura más que probable: muchas de las acciones humanas atribuidas con una nociva inercia de forma genérica a individuos masculinos ocurrieron por obra, gracia, talento y esfuerzo de mujeres. O al menos con su contribución imprescindible.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro.

De las cuevas a los rascacielos, de los campos de batalla a las estaciones espaciales, cuando nos detenemos en los escenarios en los que suceden los hitos de nuestro balance colectivo, la imaginación tiende a poblarlos casi en exclusiva con figuras masculinas. Entonces, la pregunta pertinente, que se deja caer en varias ocasiones a lo largo del libro, es "¿Qué estaban haciendo ellas en ese momento?". ¿Qué hacían las mujeres justo en los momentos en los que situamos a hombres cazando bisontes, conquistando continentes o firmando cruciales declaraciones de guerra o de paz?

La selección de los nombres que protagonizan cada capítulo traza un recorrido temporal, de la prehistoria a la actualidad, e intenta ser representativa de diferentes ámbitos geográficos y culturales. Sin embargo, la autora reconoce que sigue también criterios subjetivos. Comienza el libro con el fósil de la niña Denny (o Denisova 11, según su etiqueta científica), primera prueba material de un descendiente de dos especies humanas distintas (madre neandertal y padre denisovano). Y termina con Malala Yousafza, la joven estudiante paquistaní que saltó a los titulares de la actualidad mundial en 2012 al recibir un disparo en la cabeza en un atentado, en una zona de su país donde la influencia de los talibanes vetaba la asistencia de las chicas a la escuela.

En medio, mujeres de diferentes tiempos y lugares. De Agnódice, la primera ginecóloga, cuyo rastro fluye entre el mito y el testimonio, a María Sklodowska (o Marie Curie, su nombre de casada, por el que es más fácil identificarla), cuya capacidad para conciliar su vida familiar y su brillante carrera científica aún asombra. De la pintora renacentista Sofonisba Anguissola a la filósofa Simone Weil. De Malinche, la misteriosa esclava nahua que llegaría a ser intérprete y compañera de Hernán Cortés, a Rosa Parks, la costurera negra de Alabama que se enfrentó a la perversa maquinaria segregacionista con lo único que tenía, su cuerpo, al negarse a cederle el asiento en el autobús a un pasajero blanco.

“Incluso cuando escribía sobre mujeres famosas", dice la autora, "me parecía que eran desconocidas"

Esas historias de vida escogidas como referencia focal para los 13 capítulos del libro son bastante célebres e incluso están investidas de una cierta iconicidad; de alguna forma, funcionan casi todas ellas como modelos. Pero ahí es donde el libro aporta a sus biografías una segunda potencia: la de una explícita mirada feminista a lo ya difundido desde visiones masculinas. Porque, como explica Oñoro, "incluso cuando escribía sobre mujeres famosas […] al final me parecía que se trataba de grandes desconocidas".

Son, por lo demás, biografías abiertamente literarias. En esta historia alternativa del mundo "encontrarán pocas fechas", igual que en la Historia de Inglaterra de la juvenil Jane Austen (también hay un capítulo para ella). Como aquella breve e irónica obra, Las que faltaban asume su condición parcial sin ver eso como un defecto ni renunciar al rigor documental. No se limita a una enumeración de datos o anécdotas sino que responde a la naturaleza del ensayo narrativo, tan de moda por otra parte en los últimos años gracias a superventas de calidad como Sapiens, de Yuval Noah Harari, Mujeres y poder, de Mary Beard, o El infinito en un junco, de Irene Vallejo, con los que comparte cierta distensión académica y hasta cierto enfoque.

Ese es el molde que le permite a Oñoro integrar de manera transversal en cada biografía múltiples referencias cruzadas y cientos de citas a las vidas y las obras de otras mujeres. La primera imagen que puede servir para describir esta estructura es la de las muñecas rusas, conteniéndose unas a otras. Pero el mismo libro ofrece una metáfora más adecuada, por asociarse además a una de esas valiosas tareas invisibles y desprestigiadas a las que han dedicado su tiempo muchas mujeres: la de un tapiz o un bordado donde los hilos se van entrecruzando y reforzando unos a otros. Y esa imagen ha servido incluso para ilustrar la hermosa cubierta del libro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios