Ángel Ruiz, el zapatero del fútbol
fútbol
Fue el primer artesano que fabricó botas de fútbol en Granada.
Su zapatería en Nueva de San Antón fue un centro de peregrinación de los futbolistas de los años 50.

¿se imaginan hoy día a un hombre capaz de hacerse sus propias botas de fútbol? Resulta algo increíble en estos tiempos, pero la verdad es que el fútbol que conocemos actualmente no siempre ha sido así. Este es el caso de Ángel Ruiz Torres, apodado como 'El Zapatero' y factótum del desaparecido Alhambra CF, que supo unir a la perfección su profesión en el sector del calzado con su pasión por el balompié. Esta es su historia.
Ángel Ruiz nació en el barrio del Realejo en el año 1927 y a la temprana edad de 10 años se vio obligado a dejar la escuela para ayudar a su padre en la zapatería. "De siempre me ha gustado el fútbol, era una de mis grandes aficiones. Sin embargo, no podía jugar como mis amigos porque tenía que ayudar a mi padre en el trabajo", confiesa Ruiz. "Además, la mentalidad de antes no es la de ahora. Los padres no querían que sus hijos se dedicasen al fútbol. Pensaban que era una pérdida de tiempo, y como era lógico, mi padre opinaba igual", se lamenta. A pesar de las dificultades que encontró por parte de su progenitor, Ángel consiguió hacerse socio infantil del Granada CF a escondidas y con lo que iba ahorrando podía pagar la cuota.
Conforme fueron pasando los años, Ruiz comenzó a introducirse más a fondo en el mundo del balompié, no sólo como aficionado, sino también como jugador. El único problema era que los recursos económicos eran escasos, a lo que había que añadir que en Granada no existían tiendas de deportes tal y como las conocemos en la actualidad. "Lo más parecido a una tienda de deportes eran las armerías, en las que sólo había utensilios de caza y pesca", apunta. Ante la falta de dinero y de material deportivo, Ángel, como buen zapatero, se animó a hacerse sus propias botas de fútbol. "Tomé unas de soldado, las desmonté y las transformé en unas botas de fútbol. Eran de suela de cuero, de punteras gruesas reforzadas con una chapa de lata y tobilleras forradas de guata y algodón". Ángel recuerda que el actual formato de zapatilla no existía, por lo que "eran botas de caña alta y muy rígidas, que podían llegar a pesar hasta dos kilos".
Tal fue el éxito que tuvieron sus botas entre sus amigos que varios de ellos le pidieron que le hiciese unas. "Recuerdo el día que me presenté delante de mis amigos con mis botas. Se quedaron asombrados y no paraban de preguntarme dónde las había comprado", rememora entre risas. A partir de ese momento, Ángel Ruiz se convirtió en el único zapatero de Granada que hacía este tipo de calzado. "Mi padre me decía que me dejase de tonterías, que eso no me iba a dar de comer", señala. Pero por fortuna, su taller en la calle Nueva de San Antón se hizo famoso en toda Granada capital y el área metropolitana, y todos los clubes de fútbol acudían a él para encargarle botas de fútbol. "Hasta los futbolistas del Granada venía a comprarme botas, como mi amigo Vicente". El zapatero descubrió que en la calle Elvira había una tienda que compraba deshechos del ejército y luego los vendía. Ángel adquiría varias botas de soldado, que más tarde adaptaba para la práctica del fútbol, y por las que cobraba 50 pesetas.
Visto el éxito que tenían sus creaciones, decidió comprar nuevos materiales de calzado para mejorar el diseño de la bota, hasta el punto de elaborar una horma especial para botas de fútbol. "Recuerdo que un día llegó a mis manos una bota de tipo argentino, de las que no lleva tobillera y comencé a hacer este tipo de calzado. De esta forma, poco a poco, fui mejorando el diseño".
el dedo de benavídez
Además de hacer botas, Ángel también las arreglaba, ya que la economía de la época no permitía renovarlas con la misma frecuencia que en la actualidad. Un día llegó a su taller Juan Armando Benavídez, jugador del Granada CF entre los años 1958 y 1960, quejándose de que le dolían los pies al ponerse sus botas. Como Benavídez había oído que Ángel era un especialista en calzado futbolístico le pidió ayuda. "Yo le dije que me dejase las botas y que intentaría ver de qué forma le solucionaba el problema. Tras darle muchas vueltas descubrí que en el empeine de ambas zapatillas el cuero estaba levantado, por lo que supuse que el dedo gordo lo tenía más levantado y por eso le rozaba. Así que le ensanché un poco esa parte del empeine", explica el zapatero. "Cuando vino y se probó las zapatillas quedó maravillado y me preguntó cómo lo había hecho. Cuando se lo expliqué se sintió muy agradecido por el trabajo y me dejó una propina muy generosa para la época". Además de botas, Ángel hacía cualquier tipo de calzado deportivo. "En una ocasión llegó un fraile a la zapatería preguntándome si podía hacerle botas de hockey al equipo de los Maristas y le dije que sí".
Ángel Ruiz también era un artista para la materia prima del fútbol: la pelota. "Eran balones de cuero de 'T doble'. Por supuesto, era un cuero especial para no absorber agua", explica. "Eran muy elaborados de hacer. Primero metías la boca con un 'pitorrete' y lo inflabas con una bomba. Luego, con un hilo, lo doblabas y lo introducías dentro para que no sobresaliera. Después, agujero con agujero, lo ibas enganchando", detalla Ángel Ruiz. Los balones de entonces no eran como los de ahora, ya que llegaban a triplicar su peso, sobrepasando en ocasiones el medio kilo. "Si el campo estaba embarrado o había charcos, el balón se empapaba y aumentaba el peso. Por eso se le daba una buena mano de manteca de cerdo o caballo para que el poro absorbiera la grasa y se impermeabilizara". Además, apunta que "el que remataba de cabeza y le daba donde estaba el 'correíllo' se hacía polvo".
Ángel se convirtió en un referente del calzado deportivo en Granada y todo aquel que se dedicaba al fútbol había oído hablar de él. "Ángel es un hombre extraordinario. Mis primeras botas de fútbol me las hizo él", cuanta José Félix, jugador del Granada juvenil de los años 50 y vecino de la calle Nueva de San Antón. Como él opina José Gutiérrez, quien militó durante varios años del Numancia: "Ángel ha sido una de las personas más importantes del fútbol en Granada. Todos los futbolistas iban 'al Ángel', sobre todo porque hacía unas botas muy buenas que soportaban la dureza de los campos de aquellos años".
A sus casi 90 años de edad, Ángel recuerda los buenos momentos vividos en su zapatería a pesar de la dureza de aquellos años. "Han sido muchos años en la zapatería, era mi segunda casa". En la actualidad para los veteranos del fútbol granadino, el nombre de Ángel Ruiz sigue siendo sinónimo de aquellas primitivas botas de fútbol de cuero.
Miguel Prieto: amigos y compañeros de equipo
Durante su etapa como entrenador, Ángel se relacionó con mucha gente e hizo muy buenos amigos, pero sin lugar a dudas, uno de los más importantes fue Miguel Prieto, quien jugó en las filas del Alhambra a las órdenes de Ángel. "Era muy buen futbolista y lo que es más importante, era un jugador muy comprometido con el equipo". Para Miguel, Ángel fue como un padre que le enseñó todo lo referente al fútbol. Cuando Miguel acabó su etapa como jugador y dado el compromiso con el Alhambra, Ángel decidió mantenerlo en el equipo, un tiempo como entrenador y otro como secretario. "Miguel era una persona muy lista, por lo que cuando colgó las botas le pedí que siguiese conmigo en el equipo y aceptó con gusto", cuenta Ángel. "Como escribía muy bien, le encargué que en todos los partidos hiciese una crónica y una breve reseña del juego de cada jugador. La idea le gustó mucho a Miguel y cuando llegaban los jugadores al entrenamiento después de los partidos, estaban deseando que Miguel repartiera sus reseñas. Era una buena forma de motivar a los jugadores", explica Ángel. Cuando el Alhambra desapareció, cada uno siguió su camino, Miguel en la Federación y Ángel en la zapatería, pero aquello no impidió que la relación de amistad entre ambos continuara muchos años más y en más de una ocasión, Miguel visitaba a su Ángel en la zapatería. Cuando Prieto llegó a la Presidencia de la Federación, decidió homenajear a su amigo Ángel entregándole una placa en agradecimiento a su labor y su dedicación al fútbol modesto. "Fue un momento muy especial para mí", recuerda emocionado Ángel. "Más que un amigo, para mí fue como un hermano", concluye.
También te puede interesar
Lo último