Granada está a unos 418 kilómetros de Madrid y de Lisboa le separan unos 700, pero aquí la 'shempions' también es capital. Como tal, el partido de anoche se vivió con especial intensidad en muchas casas de esta ciudad y, por supuesto, en los bares, que salieron ayer tan campeones como el Real Madrid. Otro foco de pasión fueron las peñas, las numerosas del Madrid, las atléticas que son muchísimas menos pero igual de ruidosas y las culés, que se transformaron en rojiblancas para igualar un poco la balanza. Al final los osos feroces blancos se comieron al madroño rojiblanco y se armó una celebración escandalosa dado la gran cantidad de madridistas que hay por estos lares. La Fuente de las Batallas y las zonas céntricas se convirtieron en un hervidero blanco doce años después de su última Copa de Europa.

Si los jugadores y los entrenadores son los primeros que tienen supersticiones, los aficionados no iban a ser menos. El que se tiene que levantar y darse una vuelta en el minuto 25, el que lleva los mismos calzoncillos sin lavar en cada partido desde que el Atlético eliminara al Milán o el que encomienda a una pizza un significado cuasi místico. Muchos madridistas se decantaron por rezar a su 'San Iker', aunque no fueron pocos los peñistas blancos que soltaron sapos y culebras cuando el de Móstoles salió a por uvas en el gol del Atlético.

Los madridistas se enfurecieron desde muy pronto con el juego brusco de los rojiblancos y también los que la tomaron con Cristiano, ya que según comentaba un parroquiano blanco "siempre se esconde en los partidos grandes". Y la palabra décima que no se escuchó en mucho rato, hasta que Ramos dio la vuelta a la tortilla. De hecho, un aficionado reconoció que "ya puedo sacar el anillo de la décima que me hice hace doce años". En un sitio tan atlético como la Taberna Andaluza los más veteranos ya habían avisado lo que pasó hace 40 años y la historia, más cruel que nunca, se repitió, Granada borró sus rayas rojas y se quedó blanca.