Fue la imagen del partido. El bravo Martí Crespí sentado en el suelo sin poder contener las lágrimas, pese al intento de consuelo de compañeros y rivales. Instantes antes, el central del '74' había tenido en su cabeza los tres puntos que valían media permanencia, pero giró mal el cuello. El gol se fue al limbo y las esperanzas de triunfo también, prolongándose así a ocho una nefasta racha de jornadas sin ganar que dejan al equipo, y al club, al borde del desastre, deportivo y económico.
El llanto de Martí Crespí escenifica la situación en la que se encuentra su equipo en esta trepidante recta final. Pero esas lágrimas de impotencia también denotan un importante grado de compromiso, de que lo que ocurre importa de veras. Ése es el mayor valor con el que cuenta el club en estos momentos y, posiblemente, su mayor garantía.
La jornada había sido tildada como clave en su semana previa. Carlos Marsá, acompañado por los pesos pesados del vestuario, compareció para pedir apoyo en la primera de las seis finales para salvar la categoría y, de paso, la enorme inversión del pasado verano. Pero ni en eso la fortuna acompañó. El día amaneció feo, con bastante fresco y mucho viento. La campaña de llenar el Escribano Castilla se fue al garete y asistieron los mismos de casi siempre, poco más de dos mil.
Entre los que desafiaron a la climatología estuvo José Mari Bakero, recién despedido del Valencia, donde era el segundo de Koeman. Se sentó en el palco, donde atendió con amabilidad a todos los que le pidieron fotografiarse con él. No en vano es el héroe de Kaiserslautern, donde se cimentó la primera Copa de Europa del Barcelona con aquel inverosímil gol de cabeza. Aun así, hubo algunos cachondos que le preguntaron por el resultado en el Santiago Bernabéu del miércoles. Ni les miró.
También era inconfundible en el palco la pelada cabeza de Luis César Sampedro, el ex del 'Poli' Ejido. Tan llamativa su brillante calva como la corbata de Marsá, nada supersticioso a tenor del color amarillo que lucía. Por cierto, que al presidente del '74' se le notaba nervioso tras el golazo de Álvaro. Una y otra vez se pasaba el dedo por entre el cuello de la camisa y el real, en ese gesto tan característico suyo. Y su cara era un poema, pero del desesperado de Neruda.
Tampoco tuvo momentos de serenidad Marcos Alonso. Anduvo de un lado para otro, sin dejar de dar órdenes, recolocando a los suyos, ora de pie, ora sentado. Con gesto duro, frunciendo el ceño, gesticulando sin parar, dedo con dedo, mano con mano, brazo arriba, puño abajo. Con cara de permanente enfado. La tensión en el rostro contribuye a ello. Y es que el '74' -quién lo iba a pensar en diciembre- puede entrar hoy en puestos de descenso, a tenor de los resultados que se den en el resto de la jornada. Fíjense, que existe un cierto paralelismo de los rojillos con el CB Granada y su debacle en la segunda vuelta. Aunque se sufra, ojalá el final sea el mismo. ¿Dónde hay que firmar?
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