El destino no debería dar oportunidades ventajosas para que un resentido cobre venganzas de deudas pasadas. Es de suponer que si lo hace y este resulta vencedor, es que la providencia prepara un castigo para más adelante. Lo cierto es que Jaime, portero del Elche aquel 18 de junio y que corrió desesperado tras Ighalo, y que en su día defendió también el escudo 'de la chapa' del '74' (parece que al final fue más amigo de Marsá que de Pina), ayer se salió en Los Cármenes. De hecho, su actuación fue la que salvó al Valladolid de una goleada de escándalo.

Nueve paradones de Jaime que bien pudieron ser nueve goles de un Granada que, precisamente, tiene en su genética tendencia a carecer de ellos.

Durante todas estas semanas, y casi durante toda la temporada, los números del Granada CF en sus partidos han sido la mar de curiosos comparándolos con el resultado final. Sólo en la Coruña y en el Vicente Calderón guardaban algo de lógica. Pero es que lo de ayer ya roza el absurdo total, mezclado con unas dosis de crueldad y mala suerte. No tiene sentido que el Granada meta 51 balones en el área del Valladolid (17 de ellos finalizados o con marchamo de gol), que tire un total de 20 veces, de las cuales 13 generen peligro, una se vaya al poste, y tan sólo meta ¡un gol! El Arabi, si las cuentas no fallan, remató más veces que posiblemente en sus últimos tres meses en el equipo.

Pero es que mirando las cifras del bando contrario, y que el lector puede ver enfrentadas en el cuadro superior, los pucelanos pisaron sólo seis veces el área del Granada en los 90 minutos y tiraron en dos ocasiones al marco de Roberto. Y eso les valió para marcar un gol y sumar un punto que tampoco les sirve de mucho.

El Valladolid ni siquiera tiró desviado, ni sus jugadores cayeron en fuera de juego, ni botaron un mísero saque de esquina. Miren en la columna del Granada CF y desespérense.

De locos. Para que Lucas Alcaraz se compre una camisa de fuerza. O que la afición le compre tilas, inspire aire y vea el lado bueno. Quizás este es el camino. Y Jaime, el Resentido II (el primero es Iago Aspas), se sirvió fría su venganza. Que se tape. Vaya a resfriarse.