Sevilla tiene un color especial... rojiblanco
BETIS B | GRANADA CF · LA CONTRACRÓNICA
Otros mil valientes se enfundaron sus camisetas y marcharon hacia la capital hispalense: sin palabras
"¿Esto? Es la primera vez que lo veo en mi vida", se sorprendía a comentar un vigilante de seguridad cuando vio el despliegue de seguidores rojiblancos en las gradas de la Ciudad Deportiva Ruiz de Lopera. Y debe ser porque para ellos, que un equipo movilice a cerca de mil personas es cosa de clubes de mayor categoría a la Segunda División B. Al Granada CF sólo le falta estar más arriba, pues por su afición quedó demostrado ayer que ésta no es de bronce, sino de oro.
La expectación era máxima. Otra vez las gradas parecían algún sector del coliseo zaidinero antes que el de una decaída Ciudad Deportiva del Betis o, mejor dicho, de Don Manué. Porque esta instalación bética también lleva el nombre de su mandamás situado sobre la bocana de vestuarios y con el escudo algo estropeado por el tiempo: "¿Ve usted ese escudo como está? Pues así es la situación del Betis, esto es una dictadura", comentaba otro socio verdiblanco, algo molesto con la gestión que se realiza desde su club.
Pese a ello, el choque careció de incidentes o cualquier atisbo que lo pareciera. Nada que no se saliese de las típicas protestas de un partido de fútbol o de los improperios que se suelen lanzar hacia el rival.
Pero el color de Sevilla ayer no era verdiblanco, al menos el de la ciudad deportiva bética. El color de esta instalación fue más rojiblanco que nunca. Pancartas, bufandas y camisetas de rojo y blanco, incluso alguna del Sporting de Gijón -verdugo del Granada 74 el pasado sábado- también se coló entre los aficionados del Granada CF. La rivalidad sigue en pie.
Los aficionados no cesaron de animar, cantar, celebrar o, incluso, lamentarse durante el choque. Porque pese a que el empate de ayer fue bueno, visto lo visto, las caras de decepción entre los aficionados desplazados a Sevilla lo decía todo. Habían visto cómo el filial había sobrepasado con creces a su equipo. Y para colmo, la tarde luego deparó malas noticias: todo sigue igual con una jornada menos.
La caravana de autobuses se hizo interminable en la A-92 durante el trayecto de ida y de vuelta. Si en quince días las esperanzas se mantienen intactas, que se vaya preparando la carretera a Linares: la invasión rojiblanca está asegurada.
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