Baloncesto

El otro partido del Estudiantes-Covirán Granada: Palmas, olivos y el golpe perfecto del Profesor Pin

  • El Fundación da un golpe clave en su sueño del ascenso ante la sorpresa de la afición local, que vio como el equipo rojinegro se lleva el botín como en La Casa de Papel de la vecina Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

  • El Covirán Granada consuma su venganza

Varios jugadores del Covirán Granada, en comunión con los aficionados del equipo desplazados a Madrid tras el partido

Varios jugadores del Covirán Granada, en comunión con los aficionados del equipo desplazados a Madrid tras el partido / J. J. M.

Desde aquel Granada-Córdoba del 98, en Segunda B, donde el equipo de fútbol se jugaba entrar en fase de ascenso, para un viejo amigo que se llama Abraham jugar el Domingo de Ramos es sinónimo de mufa. Como viera cerca del estadio unas palmas o unas ramas de olivo como aquel día, se echaba a temblar. Aquel día, el puñetero Granada palmó, y nunca mejor dicho, por 1-2. Este domingo se vieron ramos de olivo alrededor del WiZink Center de Madrid. Encima los llevaban aficionados camiseta azul de Estudiantes. Mientras se esperaba a que abrieran las puertas del pabellón, una hora antes, algunos pensamos que todo iba a ir bien.

Y tanto que fue bien. El nuevo Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, que por motivos de neoliberalismo económico se llama WiZink Center porque todo tiene su precio, es un mamotreto muy chulo, moderno, que encajonado entre los edificios de la calle Goya, se parece al Centro Pompidou de arte moderno de París. Y ahí dentro expuso sus obras completas Pablo Pin y su Covirán Granada. Un partido que queda ya para el recuerdo y para la historia del deporte granadino, no solo del baloncesto. Una lección de cómo crecer de una semana a otra, de resiliencia, y de hacer un basket casi perfecto para hacer amargo el domingo a la hinchada del Ramiro de Maeztu.

Solo a un equipo de dementes se les ocurre perpetrar el 'robo' del siglo junto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Y no porque los árbitros se portaran mal, a pesar de que el 'estudiantado' se quejara amargamente con el bocinazo final. Se cambió el grito de "jarana" por el "qué bonito es cuando salgo de casa para ir al Veleta". Pin como el Profesor o como Joan Miró, Christian Díaz como Denver o Salvador Dalí, Thomas Bropleh a lo Tokyo y Andy Warhol al mismo tiempo. Atónita la Demencia, acabó demente. Como desesperado Jota Cuspinera al que se le ponía cara de Najwa Nimri cuando no le salían bien las cosas, cuando Pin tenía todo pensado para contraatacar cuando el 'Estu' decía que estaba ahí, que el WiZink era su casa, y que de ahí no se llevaban un botín que, sí, se llevaron los nazaríes.

Y la afición local se quedó con dos palmos de narices viendo cómo su tesoro, las reservas de oro ACB que creían tener suyas desde principio de temporada, empezaban a desaparecer. Algo no les estaba saliendo bien cuando la aldea gala de 'rojinegriverdes' que estaba tras el banquillo de Pablo Pin era tan sexto jugador como una Demencia y más entera.

Mientras una mujer buscaba el centro de vacunación del Covid que hay en el WiZink, quien vacunó fue el Covirán a su rival. Final de infarto y euforia en la cancha por lo logrado, que aún no es nada, pero con lo necesitados de alegrías que estamos todos, mejor festejar aunque sea solo un rato. "Desde hoy, sólo miércoles", declaró Pablo Pin en sala de prensa. Después con su familia se tomó una copita de vino del Pituka. Como Javi Molina se apropió de una Mahou por la cara, que compartió bajo la chaqueta con un redactor aunque el jefe de seguridad del Estudiantes fusilaba con la mirada. Alejado de los abrazos, Christian Díaz se evadía. Algo más lejos, Nacho Martín veía a su antigua afición festejar. "El año que viene te vuelve". "Me queda poco ya", se sinceró con un seguidor.

Un triunfo empujado por esa hinchada fiel que en gran número sabe que su pasado era rojiverde y las siglas de sus bufandas eran CBG. Que no se pierdan las raíces porque esas sujetan el árbol del baloncesto granadino cuando las bufandas odean al viento. Una afición que es familia, porque todos se conocen, los 300 que había se saben los nombres de cada uno y celebran sabiéndose quiénes son. Y esa familia la captan los jugadores que, una vez consumado el asalto al Palacio madrileño, se fundieron en uno con su hinchada. De Nacional a acariciar algo grande, mejor no mencionarlo por su nombre por ahora. Por si la mufa.

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