Joaquín Aurioles

Universidad de Málaga

Alemania, peligro de contagio

El problema para Europa no está sólo en el atasco de su economía, sino también en los cambios políticos que pueden terminar afectando a las políticas estructurales de la Unión

Interior lde una de las fábricas de coches alemanas, ahora resentidas por el descenso en la exportación.

Interior lde una de las fábricas de coches alemanas, ahora resentidas por el descenso en la exportación.

Alemania, la primera economía europea y cuarta del mundo entró en recesión técnica en 2023. Su PIB cayó un 0,3% el pasado año y la incertidumbre sobre su futuro inmediato impide descartar que en 2024 pueda volver a crecer en negativo. El escenario económico intimida en sí mismo, pero también por su potencial repercusión sobre otras esferas de la vida política alemana y europea. Pero vayamos por partes. 

El modelo económico alemán se basa en la fortaleza de su producción industrial y en la orientación exportadora de sus empresas, que llevan décadas compitiendo al más alto nivel en los mercados donde participan. La fortaleza del marco, la antigua moneda alemana, ofrecía la mejor evidencia del éxito de la experiencia, pero la entrada en circulación del euro supuso un impulso fundamental para su empoderamiento como locomotora económica europea. 

El euro nació el 1 de enero de 1999, aunque no comenzó a circular físicamente hasta tres años después. Las distintas monedas nacionales fijaron su particular tipo de cambio frente a la nueva divisa, del que finalmente resultó un cambio único. En el caso del marco supuso desactivar la posibilidad de que continuase apreciándose con el paso del tiempo, lo que en la práctica significó una depreciación efectiva para los productos alemanes que les permitió ganar competitividad. Para otras monedas más débiles, como la peseta, el efecto fue el contrario. La consecuencia para la economía alemana fue la eliminación inmediata de su déficit persistente por cuenta corriente (-0,96% del PIB entre 1995 y 2001) y su transformación en superávit, igualmente persistente en los años siguientes (4,4% entre 2002 y 2008), que se intensificó tras la crisis financiera (7,7% entre 2009 y 2022) y en el que existe un importante componente estructural derivado de la ventaja de la estabilidad del euro para su economía. 

Conscientes de la trascendencia de la aportación de la nueva divisa a la fortaleza de la economía y de su impulso hacia la cúspide del poder político en Europa, los gobiernos de Merkel se convirtieron en vigilantes de la ortodoxia monetaria del BCE y de la defensa de los intereses para su país. Las consecuencias fueron nefastas para las economías periféricas de la Unión afectadas por la crisis de la deuda soberana, hasta la irrupción de Draghi al frente de la institución y su compromiso de defensa activa de la divisa europea, por entonces amenazada por los más oscuros augurios. 

La suspensión del comercio internacional por el coronavirus provocó en 2020 una ruptura, inicialmente efímera, en la robusta serie de superávits por cuenta corriente que la economía alemana arrastraba desde comienzos del siglo. La recuperación en 2021 resultó igualmente robusta, pero en 2022 se produjo una nueva interrupción provocada por la aparición de nuevas circunstancias: la invasión de Ucrania, el final de acuerdo con Rusia para el suministro seguro y barato de hidrocarburos y la inflación, con la consiguiente reacción del BCE en forma de subida de tipos de interés. En diciembre de 2023 las exportaciones alemanas se edujeron un 1,7% con respecto a diciembre de 2022 y un 4% con respecto al mes anterior. 

La confianza inicialmente depositada en los servicios, a la vista del buen comportamiento del empleo, también se vino abajo, en parte debido a la contracción en un 0,8% del consumo, afectado por el endurecimiento de las condiciones financieras, la inflación y la retirada de las ayudas a familias y empresas en dificultades durante la pandemia. El lastre principal, no obstante, estaba en la industria, que se contrajo un 2% en 2023, especialmente en los sectores más intensivos en el consumo de energía, los más afectados por el esfuerzo de reconversión tras la suspensión del suministro de gas desde Rusia. 

La dependencia de la industria alemana del suministro barato y seguro de hidrocarburos desde Rusia suponía un importante factor de riesgo, peligrosamente incrementado tras la decisión del cierre de las centrales nucleares, a raíz del accidente en Fukushima (Japón). El esfuerzo de adaptación tras la suspensión del suministro de gas posterior a la invasión de Ucrania ha sido espectacular, pero no por ello ha dejado de pasar factura, hasta el punto de convertirse en la causa principal de las dificultades actuales de la economía y de sus efectos colaterales. 

El más inmediato es la propia estabilidad del gobierno de coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales, enfrentado a difíciles tesituras. Entre ellas, al varapalo del Tribunal Constitucional, opuesto a que 60.000 millones de euros de deuda para financiar gastos relacionados con el coronavirus y no utilizados puedan emplearse en políticas ambientales que deben contribuir a la independencia energética del gas ruso. Otras tesituras importantes están relacionadas con la política exterior, especialmente con China, que de ser su cuarto principal mercado de exportaciones ha pasado a convertirse en uno de sus mayores competidores en mercados estratégicos, como el del automóvil, y con su posicionamiento en los conflictos de Ucrania y Palestina. 

Puede que incluso con mayor trascendencia que las tesituras anteriores, está el ascenso en las encuestas de la extrema derecha de Alternativa por Alemania y la tensión proyectada sobre diferentes esferas de la vida política, no solamente alemana, sino también europea. De la primera es evidencia el endurecimiento de la política de inmigración, tras la llegada masiva de inmigrantes ucranianos. El auge de la extrema derecha responde al patrón observado en otros países cercanos, influenciado por la tensión en torno a la acogida de inmigrantes y las reticencias frente a la UE, pero en el caso de Alemania adquiere una importancia especial. El problema para Europa no está sólo en el atasco de su economía, sino también en los cambios políticos que pueden terminar afectando a las políticas estructurales de la Unión, como la política agraria y la regional. Obvia aclarar la trascendencia de la hipótesis para la economía española. 

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