José Mateos, escritor: "Hoy se están destruyendo los valores humanistas"
José Mateos | Poeta, narrador y ensayista
El autor acaba de publicar la novela 'Los años decisivos' (editorial Pre-textos), un retrato generacional de la Transición y la Movida, y una reflexión de la evolución de valores y referentes sociales de los últimos cincuenta años
Una conversación con José Mateos (Jerez, 1963) es semejante a observar uno de los vinos de su ciudad natal. Porque en su palabra hay belleza, hondura, pausa, sosiego. Y siempre la asociamos a un tiempo gratificante. A un momento feliz. Poeta, narrador, ensayista –reciente Premio a las Letras de la Real Academia de San Dionisio-, Mateos vuelve a la novela con Los años decisivos (editorial Pre-textos). Una historia que funciona como un mosaico de esa generación de la Transición y la Movida, y también como una original reflexión acerca de la evolución de nuestros valores en los últimos cincuenta años. Un tiempo en el que predomina el hedonismo, el consumo, el entretenimiento y la frivolidad.
Pregunta.Los años decisivos es la cronología de una generación. De una generación que tuvo que construir casi todo en este país. Esta historia que ahora publica se podría interpretar a modo de balance generacional. Un balance que no parece demasiado favorable.
Respuesta.Imagino que como todos los balances cuando uno, con el tiempo, echa la vista atrás. Con el paso del tiempo, las decepciones suelen cobrar un relieve mayor que las ilusiones. Incluso las ilusiones, cuando se hacen realidad, suelen ser un poco decepcionantes. Aunque en mi novela, más que cierta decepción con mi generación, o con sus referentes –la Movida, la Transición-, lo que me interesa es hablar del cambio de modelos, de creencias. Las nuevas maneras de relacionarnos que ahora tenemos. Ahora vivimos más a merced de la banalidad y del miedo.
P.Marta Ortega, la protagonista, es una mujer en busca de sentido. En la ideología, en el amor, en la vocación profesional, en la familia. Pero en cada una de estas categorías, con las que aspiramos a la autorrealización, ella se topa con el desengaño y con la frustración. ¿Qué nos quiere decir usted con ese relato?
R.Lo que nos hace movernos y seguir adelante –sobre todo cuando somos jóvenes- son nuestras ilusiones. Vivimos en ese idealismo. Como el Quijote. Lo que quiero decir es que el tiempo de la historia –el cronológico, el del progreso- o el de la política son tiempos que no llevan a nada, tan sólo a destruirnos. Así, quizá el único tiempo que nos pueda salvar es el tiempo de la poesía. Es un tiempo distinto. A medio camino entre el tiempo de la historia y el de los dioses. Un tiempo del instante, de la plenitud. Ese es el presente que nos carga de sentido.
P.En la novela se intuye una mirada descreída hacia aquellos que quisieron cambiar el mundo entre lecturas existencialistas y marxistas.
R.Sí. Y hay algo ahí de experiencia biográfica. En mi caso lo he vivido así. Como todos los hombres, uno fue romántico (risas). Creí en la revolución. En la intensidad de esa revolución que, como todos pensamos cuando somos jóvenes, traerá una felicidad plena. Luego uno se da cuenta de que en todo hay miserias humanas, o las ambiciones más mezquinas.
Vivimos en el mundo de lo amoral, pues la moral no tiene una base sólida, ya que todo se relativiza. Las convicciones y las creencias han sido borradas"
P.Tras esa época de jóvenes románticos y entusiastas llegaría la Movida. ¿A qué causas atribuye el fenómeno? Entrelíneas se podría intuir en esta novela.
R.Creo que se debió a una generación –esa generación romántica- harta de tanta política. Cansada de la austeridad hippie, por ejemplo, o de la angustia vital que propugnaban los escritores y los grandes autores del momento –como Sartre, Beckett-. A la gente le entró ganas de pasarlo bien y de divertirse. Aunque también fue algo muy dirigido por la clase política. Fue una época divertida, pero a muchos nos dejó muy descolocados. Lo que salió de ahí a nivel creativo fue, creo, de muy poca calidad. De la gente de la Movida no hay nada que al menos a mí me parezca valioso artísticamente. Ni en cine –el cine de Almodóvar no me interesa nada- ni en música ni en pintura. Sin embargo, sí se dio carta de naturaleza al consumismo o la frivolidad. Valores que hoy se están socialmente bastante establecidos.
P.Sí: aquí se describe a la Movida como una cultura insustancial, frívola y bobalicona. He subrayado esta frase: “Vimos cómo el arte o la literatura se convertían en el negocio del arte y la literatura”.
R.Es difícil de explicar, pero vemos cómo en años previos a la Movida había grandes escritores que aún vendían, como Cortázar o García Hortelano. Diez años después eso ya no sucede. La literatura de best seller es la que empieza a dominar. En el arte pasa igual, con ARCO, por ejemplo. Requiere muchas precisiones, pero creo que por ahí van las cosas.
P.Marta Ortega, afín a la órbita marxista, se distancia de estos ideales a medida que la vida pasa, al igual que tantos de su generación. Hay un momento en la novela en el que se dice que el comunismo no es más que un sustituto, secularizado, del cristianismo.
R.Me parece –y esto lo dicen muchos filósofos- que el marxismo es una herejía del cristianismo. Ambos buscan la salvación. La diferencia es que el marxismo la busca en este mundo. Ese discurso tiene una potencia muy fuerte que nos movió a muchos. En el marxismo hay algo mesiánico y religioso –en el sentido más ancestral-. Por eso tuvo tanto éxito y arrastró a tanta gente. Sólo las cuestiones religiosas arrastran a los seres humanos de esa manera.
P.Hay otro protagonista en esta historia, un intelectual, un filósofo, Antonie Frochard, que ejerce una influencia decisiva en la vida de Marta Ortega. Ambos mantienen una conversación en la que se habla de que el hombre ha nacido para dominar. Nada más. ¿Ese es el motor de las religiones, las creencias políticas, los movimientos culturales: dominar?
R.Eso al menos es lo que creería un neonietzscheano. Es decir, es lo que piensa este personaje, Frochard y su filosofía posmoderna.
La Movida fue algo muy dirigido por la clase política"
P.También él afirma que no existe la bondad. ¿Es así?
R.Si hablas al escritor, a mí, creo que sí. Que existe la bondad. Para Frochard no. Él representa el cambio de paradigma social que se dio a finales del siglo XX y que ahora mismo estamos viviendo. Vivimos en el mundo de lo amoral, pues la moral no tiene una base sólida, ya que todo se relativiza. Las convicciones y las creencias han sido borradas.
P.Pero entre tanta visión desencantada, algo bueno habrá dejado su generación.
R.Sí, sí. Claro que sí. Lo que veo es que la evolución social entre una generación –la mía- y las otras no ha sido acertada. No sólo por las propias generaciones sino por circunstancias externas. Estamos en un mundo que ha soñado unos cuantos tecnócratas despiadados. Gente para la que la clonación, el turismo de masas o la inteligencia artificial significan progreso. Eso es lo que nos venden. El actual modelo de consumismo hedonista entrará en crisis. Un sistema de valores como el actual sólo puede llevarnos a la autodestrucción. Eso es lo que intento plantear en la novela.
P.Sobre generaciones, ya al final de la historia, nos habla de los que vienen. En concreto se dice que estas generaciones jóvenes traen algo más que una renovación. Son una fractura total respecto de valores, modelos, creencias.
R.Si en los años ochenta cuestiones como el entretenimiento o la diversión son las que cobran un valor importante, hoy eso se ha llevado a unos términos todavía más extremos. Hoy se están destruyendo los valores humanistas. El único lugar que queda para el humanismo es la poesía.
P.Ni en los ideales ni en el amor ni en las vocaciones. ¿Dónde está ese sentido que justifica nuestra vida?
R.Es difícil eso, eh (risas). Creo que en breves momentos de plenitud. En esos momentos de epifanía, que hay que saber escuchar. Un enamoramiento, una música, la belleza. Todo eso nos hace mucho más inteligentes, nos acerca mucho más a lo alto, que otros discursos, que otros razonamientos.
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