Paco Pérez Valencia: "Siempre vivo en un sueño hecho realidad"
Artista, profesor universitario y museógrafo
Paco Pérez Valencia nació en Sanlúcar en 1969, pero a los 14 meses la familia se trasladó a Sevilla. Allí hizo toda su formación y la carrera de Bellas Artes. Aun así, él se siente "sanluqueño de médula absoluta". Allí iban los fines de semana a ver a los primos: "El paraíso estaba en Sanlúcar y el lugar de trabajo era Sevilla".
Doctor en Bellas Artes, artista plástico, gestor cultural, experto en museografía artística y experimental y creador de la Universidad Emocional, el autor expone en la sevillana Sala Atín Aya 'El perro negro', que se podrá visitar hasta el 11 de enero. Concebida como un gran viaje artístico, la muestra ofrece una visión poliédrica y cambiante del universo creativo de Pérez Valencia a lo largo de 40 años de trayectoria.
Amante de los libros de viaje, de alpinismo y de escalada, practica boxeo dos veces a la semana. Reconoce que sus aficiones "son muy normales, tienen que ver con paseos agarrado de la mano de quien amo, tomar una buena cerveza en una conversación, tener cerca a mi perra, eso me gusta mucho, y el mar".
Pregunta.¿Cómo llegó el arte a su vida?
Respuesta.Vaya pregunta bonita. Si el arte llegó a mi vida o yo pasaba por allí y de repente quedé atrapado... Pues mira, todo empezó los sábados. Mis padres iban a comprar la prensa y yo la esperaba con una ilusión tremenda porque con ella me traían una cartulina. Yo creo que esa cartulina blanca es el comienzo de todo. Me encantaba dibujar. Igual que hay chavales que se pasan el día con su videojuego o con su deporte, para mí la cartulina blanca era como una especie de superformato, de gran soporte. En esa cartulina me ponía a dibujar lo que fuera. Yo creía que lo tenía superclaro hasta que cuando llegaba me quedaba paralizado. Esos instantes previos eran de un vértigo precioso. Y después venían batallas, ciudades, mapas, naufragios. Ahí empezó todo. Y así pasaba la mañana del sábado. Era un regalazo. Era pequeño porque yo dibujaba casi por instinto. Yo ya empecé a tener ese deseo. Con nueve sí me veo dibujando batallas, soldaditos, ciudades, mapas. Me gustaba mucho ver el mundo en chiquitito.
P. Y luego, ¿cómo fue creciendo en el arte?
R.Pues en el colegio, un profesor de 5º de EGB, don Salvador, que era de Plástica, me vio dibujando un día y me dijo: "Date cuenta, Paquito, que el poder es de los artistas". Y yo aquello me lo tomé como un cumplido. Era la primera vez que me decía algo y me sentí poderoso. Yo en el colegio ya dibujaba caricaturas, que era parte de un armamento nuclear. Me di cuenta de que dibujar era poderoso, y si alguien se metía conmigo, tenía garantizada una caricatura. Y eso me mantuvo casi a salvo
R.Ya luego quise estudiar arte antes de entrar en la Facultad de Bellas Artes y mi padre me acompañó. Preguntamos en Artes y Oficios, pero no sé qué paso que no pude entrar. Y mi padre hizo una cosa maravillosa conmigo y es que nunca me obligó a desarrollar mi talento. Él dejó que yo dibujara cuando yo tuviera ganas. No me lo convirtió en obligación ni disciplina. Y creo que es lo mejor que me pudo regalar. Eso me ayudó a tener cada vez más hambre. Y cuando llegué a la Facultad de Bellas Artes y me encuentro con gente prácticamente como yo, que le gusta estar dibujando mientras escucha algo, que está creando por norma, por naturaleza... me sentí de repente entre los míos. Aquello ya fue una explosión en mí. Yo profesionalmente empiezo muy pronto, porque los alumnos de primero hicimos una exposición a comienzos del curso de segundo. Y en esa exposición, en octubre o noviembre, un destacado galerista preguntó por mí. Y así empecé a exponer. Me metió en varias colectivas y de las colectivas surgió otra galería que me ofreció un contrato. Empecé a hacer exposiciones individuales, y la primera se remonta al año 90.
P.¿Y era usted la envidia de la Facultad y de la clase?
R.Yo sentía que ellos me acompañaban en esa ilusión. Pero tampoco era fácil trabajar en una clase donde los profesores, que también ejercían como tales, como pintores, querían exponer, no todos lo conseguían. Yo me quedaba a veces casi callado.
P.Háblenos de su exposición actual en Sevilla. Todo un recorrido por su arte.
R.Mira, yo no sé si cada vez que hacemos una exposición los artistas decimos que es la exposición de nuestra vida. Yo siempre lo vivo de esta manera. No es un pase intermedio a ninguna parte ni una exposición sin riesgo. Siempre lo vives como si fuera algo desmesurado. Pero es que en este caso he podido mirar atrás y armar un proyecto que casi cuenta con 40 años. He querido afrontar la exposición como un viaje y, aunque es un proyecto actualísimo, he podido meter algunas piezas que tienen 25 o 30 años, y con la alegría de que funcionan con una normalidad tremenda entre sus piezas hermanas. Cambias el lenguaje, el estilo, los materiales, los recursos, pero tienes la sensación de que estás en el mismo lugar, en el mismo deseo. O sea, que siempre has sido tú. Así es como yo he podido reencontrarme en esta exposición y me ha tranquilizado profundamente. No te puedes imaginar lo contento que estoy con haber vivido este viaje.
P.¿Cuál es el origen de esta exposición?
R.Fue un encargo de los muchos que hacen desde el Ayuntamiento a algún creador. El encargo surgió en mayo. Yo en ese momento estaba comisariando un proyecto para Dionisio González en la Fundación Valentín de Madariaga y también estaba acabando el curso. No me veía con capacidad. Lo dejé aparcado, pero sabiendo que la fecha era septiembre. En el momento en que en junio aparco todo, me quedo delante de mi mesa de trabajo y digo '¿qué voy a contar de mí?'. Estoy en cuerpo y alma en ese rumbo y encuentro, después de releerme, de buscarme, de mirar, de no tener una especie de camino claro ni de plantilla, fue un verso lo que me ayudó, un verso de Borges sobre 'La Odisea': '¿dónde está aquel héroe que acabó con los pretendientes que yacen en el lecho de su amada Penélope, que ya ha regresado a Ítaca? ¿Dónde está aquel perro errante?'. Y cuando leí perro errante digo 'adiós'. Sí, porque yo me he sentido siempre como un errante, un náufrago, y yo creo que esos versos del perro errante fueron determinantes. He sido un perro, por eso la historia se llama 'El perro negro', que en realidad viene conmigo desde que iba... Yo estuve durante seis años yendo a Ciudad de México a dar cursos y encontré un garito que frecuenté que se llamaba 'El perro negro'. Era un lugar donde cenaba algunas noches, un lugar oscuro, pequeño, cerquita de donde dormía, y era una especie de pequeño lugar de refugio para combatir la nostalgia. Yo siempre he salido fuera con mucha nostalgia de mi casa, mucha, mucha, de mi familia. He viajado mucho, pero he sufrido mucho esos desplazamientos, y allí me sentía como protegido. Entonces, entre el perro negro de aquel establecimiento y el perro errante, ya tengo el relato.
P. ¿Se ha visto de nuevo un poco como delante de aquella cartulina cuando era niño?
R.Bueno, es que tengo que decirte que yo nunca dejé de practicar ese proyecto de cartulina, ese efecto de cartulina. Yo tengo unos cuadernos que yo me preparo enormes, y empiezo en blanco, esa cartulina en blanco. En este caso lo que hice fue la planta, las tres plantas del edificio, y me puse a soñar, a dibujar. Al principio son palabras, se me suman imágenes, incluso collage, que son extemporáneos, pero poco a poco aquello va cogiendo un cuerpo que empieza a ser definitivo. Y te voy a confesar que los dibujos de plantas con piezas que no están hechas a escala, están hechas a ojo, a intuición, a olfato. Cuando las di por terminadas, cada una de las tres plantas, el resultado final es idéntico a la aproximación, a ese viaje que yo me hice de la cartulina. Increíble.
P.¿Cómo se siente hoy?
R.Contento. Y es que en ese viaje surge otra cosa. La otra cosa que surge es que en el ofrecimiento del ayuntamiento se cuela un lugar que es talismán para mí. Me ofrecen la Sala Atín Aya, antiguas salas de la Fundación El Monte, en la que yo trabajé 17 años de director de la colección y responsable de patrimonio artístico. Esa sala la estrené yo con fondos de la colección en 1999-2000. Entonces estaba nerviosísimo por el regreso a un lugar donde he sido muy feliz. Volvía a mi casa, de alguna manera. Y me han permitido hacer un mural en una de las paredes, y yo he pasado allí algunas tardes en soledad de una belleza, de un recogimiento... Ha sido montar un proyecto mucho más grande que un tránsito profesional.
P.¿Se puede decir que es un sueño hecho realidad?
R.Sí. Siempre vivo en un sueño hecho realidad. Esto forma parte de él, sí.
P.¿Cómo compagina sus tres facetas principales, las de profesor, artista y museógrafo?
R.Tendría que sumar muchas cosas más... Todo esto ha sido el motivo, 'El perro negro'. También añado el trabajo en la mediación, en la gestión de proyectos. Fíjate, esto me está llevando a tantas cosas, a tantos sitios. Mira dónde estoy ahora, en la Escuela Naval Militar, en Marín (días atrás, durante esta entrevista) un artista hablándole a otros escuchantes de cosas que siempre he creído en ellas. En la exposición tenía que saber contar que he vivido en una errancia permanente. Claro, yo he tocado tantas cosas. Yo descubrí la vida y salía del estudio y todo me parecía un regalazo. Por eso he hecho tantas cosas. Y siempre me han preguntado que qué era exactamente, pintor, profesor... Y esa pregunta me ha venido a la cabeza montando este proyecto. Quería casi responderla. ¿Veis lo que me pasa? En la exposición hay pintura, escultura, tapices, coreografías en vídeo, proyectos en maquetas, proyectos arquitectónicos, cuadernos docentes, dibujos, y ahora los había abstractos, geométricos, figurativos. Bueno, pero tío, es que has hecho de todo. Mi línea, mi discurso y mi personalidad han sido errantes.
P.Y su faceta de marinero. Es además reservista voluntario de la Armada.
R.Sí. La mar siempre ha estado en mi vida. Yo soy de pueblo marinero, de familia paterna muy vinculada a la mar. Y yo creo que donde más cómodo me he sentido y me siento ha sido en explorar el mar plásticamente. Hay mucho material marino en mi obra. Muchas tormentas, muchos naufragios, mucha gente que busca un espacio de felicidad. Y los trabajos últimos desde la pandemia en gran formato están hechos en velas de barco. Velas que tuvieron vida marinera y ahora troceadas o expandidas. Son piezas muy grandes las que hay en la exposición, de 5 metros. Son mis soportes de expresión. Y ten en cuenta que yo me formo desde muy joven leyendo muchas novelas de aventura que tienen que ver con el mar. Me encantaba escuchar a mi abuelo las historias que contaba de barcos. Y te haces mayor y todo eso al final queda por ahí el rescoldo.
R.Yo soy reservista voluntario de la Armada y mi destino es el Museo Naval de Cartagena. Y ahora, la Escuela Naval me solicita comisión de servicio para que les ayude y lo que hago es vincularlo con una estancia porque la Escuela Naval está adscrita al Plan Bolonia. Y lo que estoy haciendo es la planificación académica de una asignatura y lo estoy vinculando a mí.
P.De hecho, le hicieron embarcar hace unos días con motivo de este proyecto docente.
R.Sí. Fue precioso. Primer día, me dan equipamiento y me dicen embarque. Que quizás es lo que uno siempre desea que ocurra, pero te dejan en un despacho. Sin embargo, yo empecé a lo fuerte. Y desde el primer momento te embarcas, en este caso, en una tripulación de 17 personas. Y te das cuenta de que cada uno tiene su sitio. Yo traté de ser lo más invisible en un barco tan pequeño, con tanta gente, para que no fuera un estorbo y fuera uno más.
P.Usted dice que está continuamente aprendiendo.
Sí. Siempre he tenido mucha hambre, ya sean cursos reglados o cosas abiertas. Siempre he procurado estar muy al día. Dijo una vez Kaspárov que la mejor forma de aprender algo es enseñándolo. Y a mí el poder dedicarme a gente joven en la universidad también me ha dado unos recursos hacia mi trabajo. Soy yo el que he terminado aprendiendo en el deseo de que aprendan ellos.
P.Y como mediador.
Sí. En España había una carencia tremenda en el ámbito de las exposiciones. Había grandes artistas, había grandes centros, pero faltaba la mediación entre unos y otros. Y montando exposiciones me di cuenta de que aquello podía ser un nicho de desarrollo. Simplemente, convidar lo que sabes hacer. Todo empezó por un encargo, curiosamente, de una exposición que habíamos montado en la Fundación El Monte con una ciudad hermana a Sevilla, que es Guadalajara, México. Y me pidieron hacer la museografía, el diseño y el montaje. Y cuando vinieron desde México, venía el gobernador del estado de Jalisco, venía el alcalde de la ciudad de Guadalajara, me dijeron que se habían quedado sorprendidos, que si yo podía darles un curso a ellos. Entonces, por primera vez, a mí me encantó el ofrecimiento, tuve que ponerme en un papel para teorizar sobre los modos en los que yo operaba.
Y ahí es donde empezó mi profesionalización. El querer contar. Y publiqué algunas guías, manuales y libros de museografía y empezaron a llamarme de museos y de instituciones para comisariar y/o montar exposiciones. Hasta que llegó en 2007 la exposición del Reina Sofía para Luis Gordillo, 'Iceberg Tropical'. Aquello fue para mí el súmmum, estar en la cúspide de una profesión que estaba empezando y tuvimos la suerte de hacer varios másteres y cursos. La Universidad Politécnica de Cataluña se interesó. Al final son personas las que están detrás y te preguntan.
Y montamos un curso que aún hoy prevalece, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Hemos estado formando a los museógrafos de este país desde los últimos 15 años y te aseguro que me siento de un orgullo cuando voy a un museo o un centro y me encuentro a alguien formado en esos cursos, que eran los únicos que había, y me dicen que son de lo mejor que hay en el equipo o los veo trabajar..., no te puedes imaginar qué cosa más feliz.
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