'Gugurumbé, las raíces negras' | Crítica

Un hondo viaje por los sonidos de África, América y Europa

  • Fahmi Alqhai y Antonio Ruz estrenan una producción original, atrevida y tan profunda como elegante en el Festival de Música y Danza

Una imagen del espectáculo anoche en el Generalife.

Una imagen del espectáculo anoche en el Generalife. / Fermín Rodríguez

Entre 1519 y 1522 se produjo un hecho que cambiaría el mundo para siempre. Se produjo la primera vuelta al mundo circunnavegada y la protagonizarían unos valerosos marineros, que ocuparon las cinco naves que salieron de Sanlúcar de Barrameda, y de los que solo volvieron 18, tres años después, en el camino. Entre estos 18 supervivientes, Antonio de Pigafetta, el cronista del viaje, cuyos cuadernos han servido para tener información de acontecimientos, anotaciones sobre animales, flora, y toda la información que pudo ir recopilando. También la información sobre el terrible suceso que acabó con la vida de Fernando de Magallanes y la sucesión al mando de la expedición por Juan Sebastián Elcano.

El Festival de Música y Danza estrenó ayer la última producción de Fahmi Alqhai, inspirada en parte de este viaje. Especialmente en las relaciones profundas que se establecerían entre África y Europa, con el mundo de la esclavitud, es cierto, pero con tantas relaciones paralelas que se crearían desde entonces. Especialmente, las influencias de músicas, temáticas y ritmos, mucho y muchos ritmos, en toda la literatura musical desde esas fechas.

Ya el año pasado, gracias a la gestión de Aziz Samsaoui, director del Festival de Música Antigua de Granada, se pudo disfrutar de un programa en torno a la viola da gamba de Fahmi Alqhai. En esta ocasión, el artista se presentó en nuestra ciudad con un espectáculo exuberante, original, atrevido y tan profundo como elegante. Exuberante por la puesta en escena.

Un entorno mágico, como es el Generalife, que tanto sabe de mestizajes, con una cuidada puesta en escena donde los mismos cantantes o instrumentistas se las arreglaron para ir incorporando elementos decorativos a la escena, moverse por la misma, con escenas absolutamente corales interviniendo todos, otras más intimistas con solo una guitarra, o una vihuela. Todo de una belleza y dinamismo admirable.

Original porque aunque estamos en tiempos de fronteras entre artes muy ambiguas, incorporar con la naturalidad que se hizo el cante de Rocío Márquez; la voz de Nuria Rial; el baile contemporáneo de Ellavled Alcano; y el flamenco de Mónica Iglesias, es algo realmente original. Igual que la unión de la guitarra flamenca con la guitarra barroca. Todos participaban de todo, cada uno partiendo desde su universo sonoro o de movimiento, se iba poco a poco acercando a otras propuestas, resultando un espectáculo realmente original.

Rocío Márquez brilló con luz propia durante la obra. Rocío Márquez brilló con luz propia durante la obra.

Rocío Márquez brilló con luz propia durante la obra. / Fermín Rodríguez

Atrevido porque no es fácil transitar con naturalidad entre el barroco al flamenco, y desde unas tonadas, jácaras o demás piezas tan idiomáticas a un cante profundo. Había mucho que arreglar, y ahí, una vez más, Fahmi es sinónimo de conocimiento del repertorio, de intuición y de oficio, y todo funcionó, todo iba y venía, del flamenco al barroco, de la danza al canto y viceversa.

Profundo porque la efeméride de esta primera vuelta al mundo da para muchos puntos de vista, ya que fue una epopeya con múltiples implicaciones en el mundo de la cultura, de la ciencia, de la gastronomía, pero también nos lleva a encontrarnos con fenómenos como el de la esclavitud, y de lucro con la venta de personas, que sigue ruborizando. En este sentido, el espectáculo es sutil, con solo unas citas de periódicos de la época, que van leyendo las cuatro mujeres que bailan y cantan, se atisba un mundo de comercio de personas que conllevaba tanto sufrimiento como a la vez tanta mezcla futura de ritmos y músicas.

Finalmente, elegante. Esta producción goza de una clase y un refinamiento que habla mucho y muy bien de un trabajo hecho a la medida de los intervinientes. El vestuario, la iluminación y la escena, con pocos elementos, transmiten en todo momento dinamismo y naturalidad. Las voces de la soprano y la cantaora son un auténtico deleite. La Accademia del Piacere reivindica una vez más el porqué de su nombre y, en definitiva, la idea de que hay una influencia tangible entre la conexión de mundos, países y culturas y la música de los mismos, se hace evidente. Ojalá sirva para que aprendamos de nuestra historia y los futuros mestizajes no tengan que tener tanto coste en sufrimientos humanos. Un espectáculo necesario y más en un año tan complejo.

La bailarinas Mónica Iglesias y Ellavled Alcano, en el primer plano, actúan. La bailarinas Mónica Iglesias y Ellavled Alcano, en el primer plano, actúan.

La bailarinas Mónica Iglesias y Ellavled Alcano, en el primer plano, actúan.

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