Crítica

Savall desata los elementos en un magistral concierto

  • El músico catalán dirige a Le Concert des Nations en un concierto a caballo entre lo galante y la expresión de los afectos

  • Bajo el título ‘Los elementos y las furias’ se interpretaron piezas de Rebel, Handel y Gluck

Savall ejecutó una dirección magistral

Savall ejecutó una dirección magistral / Jesús Jiménez / Photographerssports (Granada)

Jordi Savall regresa al Festival de Granada, en esta ocasión dirigiendo a Le Concert des Nations, la formación que fundara en 1989 y con la que ha regalado al mundo de la fonografía magníficos registros que hoy en día se consideran de referencia dentro de la interpretación histórica. Bajo el título 'Los elementos y las furias' reunió tres piezas de Rebel, Handel y Gluck que representan un claro ejemplo de retórica y estilo tardobarroco.

Hace cincuenta y cinco años que Jordi Savall visita el Festival de Granada; él mismo lo recordaba en unas palabras que dirigió al público en agradecimiento a la calurosa acogida recibida. Por aquel entonces empezaba a tocar la viola de gamba, y participó en el recital de música medieval y renacentista que dio Victoria de los Ángeles junto a Ars Musicae en el Patio de los Arrayanes, uno de los primeros programas íntegros de música antigua en la historia del Festival. Hoy en día este repertorio es una constante en todas las programaciones, no solo en Granada, sino en los principales festivales de verano; y ello es gracias, en gran parte, a visionarios como Jordi Savall que lleva más de seis décadas dedicado a su estudio y difusión.

Se interpretaron obras de Rebel, Handel y Gluck Se interpretaron obras de Rebel, Handel y Gluck

Se interpretaron obras de Rebel, Handel y Gluck / Jesús Jiménez / Photographerssports (Granada)

No es muy objetivo afirmar en una crítica que la visita de un músico como Savall es garantía de éxito, pero a los hechos me remito para evitar ser tachado de imparcial. El primer acierto de la noche fue el programa en sí, que incluía

Los elementos de Jean-Féry Rebel, la Música acuática de George Frideric Handel y Don Juan de Christoph Willibald Gluck. Estas tres obras guardan varias características en común, aparte de la lógica coetaneidad de sus autores. En las tres se ofrece un esquema de suite, forma muy habitual en el barroco pleno que aúna diversos elementos bajo la premisa de buscar el contraste y exponer ritmos de danza variados. Por otro lado, la estética tardobarroca de todas ellas, quizás más matizada por un estilo preclásico en Gluck, comporta unidad al programa; pero lo más destacado y original es el trasunto que en ellas se hace de los elementos como principio básico de la naturaleza, dentro del contexto desacralizado del siglo de las luces.

Si a toda esta justificación semántica le añadimos la calidad del sonido de Le Concert des Nations y el acierto en cuanto a criterios interpretativos de su director, la fórmula del éxito está servida. Jordi Savall acometió cada obra con una visión clara y bien definida de lo que es la agógica y la dinámica barrocas, compensando o subrayando los elementos de tempo y matices apropiados para que el discurso fuera coherente y comprensible.

En la primera pieza del programa, la suite del ballet Los elementos de Rebel, jugó magistralmente con el contraste, como a ciencia cierta hubiera deseado hacer el autor con esta suite, que en su tiempo buscaría sorprender, e incluso quizás provocar a la audiencia. 'El caos', preludio que abre el ballet, fue concebido por Rebel como una suma de disonancias que aparece hasta siete veces y que resuelve en una consonancia perfecta solo al final del movimiento; el propio Rebel, visionario en su concepción armónica de este efecto, se justifica en el prólogo de la obra y explica que del caos surgen los elementos de nuestro mundo, y por tanto es necesario representar el desorden que existía antes del orden cósmico; quizás quiso de este modo justificarse ante la galante corte de Luis XV y evitar ser tachado de loco o demente debido a su avanzada edad. Savall equilibró los efectivos tímbricos de Le Concert des Nations y creó un sonido orgánico en todo momento, incluso en los momentos iniciales de la obra en los que se busca ese clúster sonoro, preciso y potente, algo digno de mención pues todo músico sabe que no hay nada más difícil de afinar que la disonancia.

La segunda obra del programa fue la deliciosa primera suite de la Música acuática de Handel, escrita para un paseo estival por el Támesis de Jorge I de Inglaterra en 1717. Nuevamente, la clarividencia de Savall en la concepción de la partitura y la belleza del sonido de su orquesta gustaron por su coherencia y frescura. Pese a la dificultad que supone afinar los vientos en instrumentos naturales al aire libre, las trompas y trompetas solventaron con éxito tan difícil prueba de fuego, y el empaste y musicalidad de las cuerdas completaron una interpretación muy acertada.

El director agrade la gran ovación que recibió del público asistente El director agrade la gran ovación que recibió del público asistente

El director agrade la gran ovación que recibió del público asistente / Jesús Jiménez / Photographerssports (Granada)

Como cierre se tocó la suite del ballet Don Juan de Christoph Willibald Gluck, formada por una sinfonía introductoria y dieciséis números. Esta obra de 1761 supuso una primera colaboración con el poeta y libretista Rainiero de Calzabigi y con el coreógrafo Gasparo Angiolini, antes de concebir al año siguiente la monumental ópera Orfeo ed Euridice. En ella Gluck explora el contraste como elemento expresivo, cualidad que Savall supo traducir minuciosamente en su interpretación. Cabe destacar, además de lo ya mencionado, la perfecta sintonía de los componentes de Le Concert des Nations, que aúnan timbres tan íntimos como la flauta dulce o la tiorba con la potencia de los metales o el sonido empastado de las cuerdas frotadas. Cada número estuvo en el lugar justo tanto en rítmica como en discurso melódico, invitando a bailar y saltar o a reflexionar en función de su naturaleza, y las armonías de los bajos constituyeron el apropiado sustrato para que la belleza de esta música se desarrollara. Como conclusión del ballet, y supuestamente del concierto, se interpretó el animado y conmovedor allegro non troppo Las furias, danza que luego albergaría el segundo acto de Orfeo ed Euridice.

Este concierto, a caballo entre lo galante y la expresión de los afectos, fue tan del agrado del público que prolongó su ovación puesto en pie hasta persuadir a un agradecido y locuaz Savall para dar varias obras fuera del programa: en primer lugar se tocó la Contradanse très vite perteneciente al drama póstumo Les Boréades de Jean Philippe Rameau, en la que Savall invitó al público a acompañar con palmas el ritornello; le siguió una vívida versión de la Bourrée d’Avignonez, pieza anónima que fue interpretada en 1600 con motivo del nacimiento del delfín de Francia, futuro Luis XIII, y que recuperó Philidor d’Aîné en su antología de 1690; y, pese a que Savall ya se había despedido con la precedente propina, la insistencia de los aplausos y el calor recibido del público granadino conmovieron sus afectos para que regalara, esta vez sí como cierre, otra bella danza de Rameau.

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