Crítica

Música angelical del pasado

San Jerónimo acogió el recital de Sollazzo Ensemble.

San Jerónimo acogió el recital de Sollazzo Ensemble. / Álex Cámara

La apuesta de los conciertos matinales del Festival Internacional de Música y Danza arranca este año con un concierto del Sollazzo Ensemble, grupo musical de Basilea que, bajo la dirección de Anna Danilevskaia, se ha centrado en la recuperación del repertorio tardío medieval y de principios del Renacimiento. En esta ocasión, bajo el título Cantano gli angeli han recuperado una selección de cantos del Ars Nova europeo, interpretado a dúo o trío (tal como se hacía en la época) y con un acompañamiento instrumental muy oportuno y de gran valor historicista.

Las voces del Sollazzo Ensemble realizan una labor magistral de recuperación interpretativa

Enfrentarse al repertorio antiguo conlleva, a menudo, una doble dificultad: por un lado, las fuentes no siempre son unívocas, o bien perviven de forma incompleta al no incluir, por ejemplo, las partes instrumentales en muchos casos; por otro, son escasos los testimonios relativos a la interpretación en épocas tan remotas, por lo que los músicos a menudo deben realizar un ejercicio de musicología histórica y deducir, desde las fuentes y los escasos testimonios conservados, cómo se interpretaba esta música. En este sentido, el Sollazzo Ensemble es un claro ejemplo de cómo realizar esta labor, y así lo demostraron en su concierto para el Festival de Granada.

El primero de los autores, Francesco Landini, es considerado uno de los máximos exponentes del trecento italiano, y en cierto modo uno de los forjadores del estilo Ars Nova que daba mayor importancia al desarrollo melódico y potenciaba las fórmulas rítmicas variadas y complejas derivadas del desarrollo de la notación mensural. El Kyrie inicial del concierto se basa, precisamente, en Questa fanciulla amor de Landini, y es un claro ejemplo de cómo la mensurabilidad condicionó definitivamente el estilo, más rico y floreado. Así, el Gloria de Matteo da Perugia que le siguió estuvo lleno de adornos y giros floreados sobre las notas de entonación. Las delicadas voces de Perrine Devillers, Andrew Hallock y Vivien Simon nos transportaron a una época remota, un momento en el que la piedad y el arte estaban estrechamente ligadas, y la palabra y la música eran un todo indisoluble.

Hay que destacar en lo interpretativo que, pese a la dificultad rítmica y de entonación de esta música, las voces requieren una ausencia de efectismo y lirismo, un estilo depurado y limpio que permita apreciar al máximo la línea melódica y el texto, el cual al ser litúrgico en la mayoría de los casos era preceptivo ser pronunciado con claridad y exactitud. En este sentido, las voces del Sollazzo Ensemble realizan una labor magistral de recuperación interpretativa, siendo fieles a las fuentes y adornando las interpretaciones con un acompañamiento instrumental muy oportuno. Este último, a menudo, no está escrito, y se construye por medio de doblar las voces, con mayor o menor glosa de las mismas en función del canto. Anna Danilevskaia, directora e intérprete de fídula, acompañada por Sophia Danilevskaia también a la fídula, Franziska Fleischanderl al salterio y Lukas Henning al laúd, realizaron esta reconstrucción instrumental con criterios musicológicos sólidos y coherentes con el repertorio seleccionado.

Cabría destacar la belleza de algunas piezas, tales como Creata fusti de Francesco Landini o Peccatrice nominata, un anónimo del Laudario de Florencia. Particularmente emotivo fue la interpretación del Cant de la Sibilla, un anónimo medieval de tradición catalana magistralmente estilizado en las voces del conjunto. Igualmente interesante fue la pieza instrumental Estampie, una danza medieval conservada en el Codex Robertsbridge y uno de los escasos ejemplos de música puramente instrumental de la época.

Para concluir su recital, el Sollazzo Ensemble ofreció tres versiones distintas del canto Benedicamus domino, dos anónimos y uno del compositor Paolo da Firenze, concluyendo con el Deo gratias del Manuscrito de Parma. En agradecimiento a la prolongada ovación que ofreció el público asistente, el conjunto ofreció, fuera de programa, la alegre canción de Niccolo da Perugia Il megli è pur tacere.

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