FEX 2019

Pasos de baile en el rellano de Oncología Pediátrica

  • La Asociación Entrelibros aúna lectura y espectáculo para romper los límites físicos del Hospital Virgen de las Nieves y el centro penitenciario de Albolote

Las intérpretes, ante el público del Materno.

Las intérpretes, ante el público del Materno. / R.G.

os bailarines se presentan en el rellano de la séptima planta del Hospital Materno Infantil Virgen de las Nieves. El público, niños, sale con sus portasueros en ristre. Lanzas que sirven, esta vez, como parejas de esta singular coreografía. La Extensión del Festival Internacional de Música yDanza, el FEX, llegó y bailó el pasado martes allí. “Fue un momento maravilloso”, recuerda el presidente de la Asociación Entrelibros, Juan Mata. Este colectivo trabaja durante todo el año en hacer de la lectura, bálsamo.

"Para ellos, y para sus familias, es la creación durante una hora de un espacio de alegría y asombro"

En BailaMe un cuento participaron de las alumnas del Conservatorio Superior de Danza Reina Sofía de Granada Candela Carrasco, Ana Delgado, Marián Fernández, Juliana Galarza, Laura López, Isabel Lucena y Clara Molina. Tuvieron como misión acercar la danza a los niños –y a sus familias, destaca Mata– ingresados en la séptima planta de Materno Infantil, donde se aloja enl Hospital de Día de Oncología Pediátrica. El vehículo entre intérpretes y público fue una selección de cuentos, todos relacionados con la necesidad de buscar amor, de sentirse mejor, de reconocerse como especial y único. Todos con mensaje. Como Yo, de Philip Waechter, que se sirve de un oso guapo y listo como él solo que, sin embargo, a veces, se siente pequeño.

Otro de los libros en los que se basó el trabajo interpretativo de las bailarinas delReina Sofía fue ¡Tú puedes! Una pequeña ave y su primer vuelo –con todo lo que eso supone cuando se es pequeño e inexperto– sirven de hilo de este cuento con mensaje desde el mismísimo título.En la archiconocida fábula La cigarra y la hormiga, nuevo momento para reflexionar sobre los roles de cada uno, los momentos de trabajar y de disfrutar. Nadarín, de Leo Lionni, cuenta, por su parte, la historia de un pececillo capaz de revolucionar a los tan maltratados peces chicos (esos que son siempre alimento de los grandes), mientras que Cuervo, de Leo Timmers, habla de complejos, la necesidad de querer ser como los demás y cómo, en ese camino, uno puede tropezar con la amistad. Estos cinco cuentos forman parte del 'menú' habitual con el que Entrelibros desarrolla su programa de lectura con niños hospitalizados.

La coordinación de la actividad corrió a cargo de Tania Ambrosio, mientras que Rosa Moreno Fuentes fue la encargada de la creación coreográfica. La música fue tarea, un año más –y van ocho, según recuerda Juan Mata– de Rafael Tejero, violonchelista que acompaña los movimientos de las intérpretes. “Nosotros lo que comprobamos es que para ellos, y para sus familias, es la creación durante una hora de un espacio y alegría”, recuerda Mata sobre la experiencia vivida el pasado martes en elVirgen de las Nieves. Se les da a los pacientes la oportunidad de ver “de cerca” instrumentos, de disfrutar de la música y la danza.“Es una actividad fantástica, fantástica”, enfatiza Mata.

En FEX, en la cárcel

Un día después, el miércoles, el FEX se trasladó, también gracias a Entrelibros, al penal de Albolote.Allí se realizó la actividad MusiCoffe, dirigida a los internos y en la que participaron los alumnos del Real Conservatorio Superior de Música Victoria Eugenia Carlos Lozano, Soledad Martínez, Belén Herrero, Rafael Roldán, Juan Jesús Moreno, Manuel Rallo, María de la Merced Pedrajas, Pilar Salazar, Jorge Camacho, Manuel Zurita, Alejandro Antonio Torres, Marta Castillo, Ana Isabel Rodríguez, Rodrigo López y María Ortiz. La dirección musical y artística corrió a cargo de Patricia Grau, que el pasado año ofreció a sus alumnos del Victoria Eugenia para una actividad que antes habían desarrollado los del Reina Sofía. Sin embargo, la imposibilidad de que entren menores de edad en la cárcel propició que los ‘mayores’ de música asumieran lo que no podían –por edad– hacer los bailarines. “Se les dio la posibilidad de que dieran de sí algo que no estuviera relacionado con sus capacidades técnicas”, indica Mata. Además de tocar sus respectivos instrumentos, en MusiCoffe los músicos tuvieron que bailar y cantar. Y lo hicieron en la cárcel. Allí donde el límite es total.

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