Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

'La Pastorale': periplo espiritual

'La Pastorale': periplo espiritual

'La Pastorale': periplo espiritual / Diego Sevilla / Photographers

El 250 aniversario del nacimiento de Ludwing van Beethoven (Bonn, Arzobispado de Colonia; 16 de diciembre de 1770-Viena 26 de marzo de 1827) sirvió de excusa más que suficiente para que muchos artistas adoptasen esta celebración como fuente de inspiración para sus creaciones, y así fue como Thierry Malandain (13 de abril de 1959, Petit-Quevilly, Francia), coreógrafo de prestigio internacional y actual director del Ballet de Biarritz la adoptó como soporte indispensable para la creación que el 13 de diciembre de 2019 se estrenase en París en el Teatro Chaillot, Thêatre National de la Danse.

Ballet compuesto para 22 bailarines con una duración de 72 minutos, en la que se une la cantata op. 112, extractos de Ruinas de Atenas y la Sinfonía nº 6 "Pastoral" para compartir con su refinado movimiento la emoción del músico por la naturaleza y la Grecia antigua. El amor inconmensurable que Beethoven sentía por la naturaleza se fue manifestando a través de su música ya en los primeros bocetos de la Sinfonía Pastoral que aparecían en 1802 (en alemán Pastorale, Sinfonía nº 6 en fa mayor, op.69), en los que trataba de expresar su obsesión por la libertad del ser humano frente a lo material y a las ataduras de los mandatarios a través de la cultura mitológica clásica. Compuesta simultáneamente con la más brillante, famosa y salvaje de sus sinfonías, la Quinta.

Pero pasarían algunos años -hasta que el 22 de diciembre de 1908- antes de que se estrenasen ambas en el mismo concierto, que tuvo lugar en el Theater an der Wien de Viena. Él mismo dijo entonces: La Sexta Sinfonía es "más expresión de sentimientos que pintura de sonidos". Fue recibida fríamente ya que quedó ensombrecida por el ímpetu de la Quinta a pesar de los hermosos pasajes que configuran sus movimientos, pero no había cumplido del todo las expectativas del público de la época. En la pasada edición del festival, las dificultades de la situación actual provocaron la cancelación de la velada donde después de Pamplona, los granadinos y asiduos asistentes del festival hubiesen tenido la oportunidad de disfrutar de su estreno en Granada, aunque sí tuvimos la oportunidad en la 64 edición del festival (14 de junio de 2015) de disfrutar de una de las piezas de Malandain. En aquella ocasión el Wiener Staatsballett dirigido entonces por Manuel Legris, abrió la velada con su Mozart á 2, una pieza compuesta de tres Pas de deux con la que gratamente se inició el programa.

Malandain de formación como bailarín clásico habitual, pero con muestras de tenacidad fuera de lo habitual como fruto de un fuerte apasionamiento por la danza y una personalidad destacada consiguió llegar hasta la Ópera de París (1977-1978) pasando algo después por el Ballet de Rin, ballet de Nancy, dirigido por Hélene Traïline y Jean-Albert Cartier, donde a partir de entonces comenzó a explorar su universo creativo con la creación de sus primeras piezas coreográficas.

Más tarde crearía la compañía Temps Présent (Elancourt, afueras de París), junto a ocho bailarines con los que es galardonado con sus primeros premios destacándose como un joven de talento prometedor que desarrolla su trabajo en torno a zonas circundantes y limítrofes pero inherentes en el vocabulario clásico. Un desconcertante posicionamiento dentro de la danza francesa para los años que entonces corrían. Se empezó a conocer internacionalmente como el francés que había creado en un mismo año (1990) Les Sylphides, con música de Fréderic Chopin para el Ballet Real de Valonia y Petite Lune, con música de Dmitri Shostakovitch, para el Ballet Real de Flandes.

En 1991 monta Pulcinella de Igor Stravinsky en el escenario del que por aquel entonces seguía siendo el Centro Cultural de Saint-Étienne. Todo esto hace que sea propuesto para que su compañía sea acogida en Saint-Étienne, en régimen de residencia. Inicio de una aventura de seis años en la que el coreógrafo creará algunos de sus ballets más conocidos: La Fleur de Pierre (1994) de Sergei Prokofiev, el Preludio a la Siesta de un Fauno (1995) de Claude Débussy, Ballet Mécanique (1996) de Georges Antheil, Sextet (1996) de Steve Reich, Cascanueces (1997) de Piotr Ilitch Tchaikovsky, etc. Malandain, además se embarcará en un ambicioso y muy original proyecto: recrear los ballets del compositor local Jules Massenet.

Y entonces, en 1997, el coreógrafo recibe una propuesta: el Ministerio de Cultura y de Comunicación y la ciudad de Biarritz le proponen fundar, en la estación balnearia vasca, el primer Centro Coreográfico Contemporáneo de estilo clásico. El tema se desarrolla con tal rapidez que en septiembre de 1998 se crea el Centro Coreográfico Nacional – Ballet Biarritz, ubicado en la Gare du Midi, un enorme edificio abandonado por los trenes y que domina, desde sus dos altas torres cuadradas, la placidez de los jardines de Biarritz.

Todo este bagaje ha curtido tenazmente su experiencia creativa en el ámbito coreográfico de la ciudad de Biarritz, que ha respaldado y protegido su reconocimiento artístico a nivel internacional expresado en La Pastorale.

En la propuesta escénica aparece una gran estructura en representación el cuadrado de Sator, cuadrado de connotaciones mágicas, que al estar compuesto por cinco aparcelamientos o subcuadrados, para los bailarines tanto en su profundidad como en su anchura, representan a un multipalíndromo motriz con origen en cinco palabras latinas; SATOR, AREPO, TENET, OPERA, ROTAS, que consideradas en conjunto dan lugar a un juego coreográfico provocado por la fuerza de interacción de unos con otros.

El diseño de vestuario evoca ese mundo helénico antiguo imaginado, que recuerda a las danzas de la Duncan y al contacto con la naturaleza expresado en la Siesta del Fauno por el gran Nijinsky. Sencillos trajes oscuros contrastan con las helénicas túnicas blancas que aportan serenidad a la luminosa puesta en escena, aquí con un fondo escénico en el que se sustituye el blanco por el ciprés natural del Generalife. De esta forma se acusa la presencia de la naturaleza, que mantiene como compromiso artístico la máxima del genial compositor, "la belleza podría salvar al mundo". Por ello, sigue siendo impulsor de la danza académica con sus ballets neoclásicos contemporáneos, interpretados con precisión por su magnífico conjunto de bailarines.

Si bien el ballet va en una sola pieza parecen identificarse dos partes. Una primera en la que los bailarines se ven atrapados en esta estructural reproducción del cuadrado de Sator del que difícilmente parecen poder escapar ante las fuerzas que se les resisten así como de la interacción del conjunto. Y una segunda en la que la estructura se eleva y quedan liberados de esta angustiosa limitación espacial, en representación del esfuerzo del ser humano por conseguir esa liberación, frente a las dificultades para integrarse en un nuevo mundo donde no imperan los preceptos. Un caracol atraviesa la escena en representación de la dificultad del individuo para elevarse. Además, es una obra en la que Malandain parece haber encontrado las mejores muestras de originalidad de movimiento corporal con sencillez y maestría.

Resaltan, como protagonista principal el conjunto dancístico, en los tríos y dúos, con su extraordinaria interacción de movimientos en la búsqueda de la libertad expresiva y en la interpretación de “Él” por Hugo Layer, y en “Ellos” por Irma Hoffren, Mickaël Conte, Claire Lonchampt y Raphaël Canet, en el papel de “los Numinosos” Frederrik Deberdt y Arnaud Mahouy, pero esencialmente destaca el conjunto coral como único protagonista de esta magnífica pieza con la que además Malandain, muestra con evidencia que maneja el arte de mover bien a sus bailarines en el escenario, integrados perfectamente en la idea expresiva de la obra, por su coordinada forma orgánica, precisión interpretativa, musicalidad, interacción de todos los componentes durante la interpretación de la sensitiva pieza.

La Sinfonía pastoral expresa sentimiento, conmoción, serenidad e idealismo evocando ese mundo helénico a la vez que nos plantea la duda de si es posible alejarnos de la realidad tal, si es posible desprenderse de lo materialmente innecesario, o como Beethoven expresó en la Carta a Thérèse Malfatti (1807): "¡Soy realmente feliz el momento en que puedo pasear a través del bosque, los montes bajos, los árboles, las rocas! No hay hombre que pueda amar el campo tanto como yo".

Un público que aceptó dejarse llevar a través de este viaje al interior, de reflexión, sosiego, serenidad y emoción, y que también nos ayuda a hacer más llevaderos estos momentos difíciles en los que ansiamos que la danza vuelva a recuperar el lugar que tuvo dentro de este festival en ediciones pasadas y que todos recordaremos. Ya que desafortunadamente la situación pandémica ha provocado una acusada descompensación de la programación de danza con respecto a la música, y que un festival de este prestigio debería equilibrar.

Recordemos en los años precedentes algunas de las agrupaciones dancísticas de primer orden mundial que tuvimos en nuestro más romántico escenario; Ballet del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, Ballet Bolshoi, Royal Ballet de Londres, Ballet de la Ópera de París, Béjart Ballet Lausanne, Dutch National Ballet, Het National Ballet, Birmingham Royal Ballet, Wiener Staatsballett, Bayerisches Staats ballett München, Paul Taylor Dance Company, Martha Graham Dance Company, Boston Ballet, Cullberg Ballet, entre los más destacados, así como estrellas de la danza de primer orden internacional como Rudolf Nureyev, Margot Fonteyn, Maya Plisétskaya, Iván Vasíliev, Vladimir Malakhov, Ekaterina Kondaurova, María Alexandrova, Tamara Rojo, Elisabet Ros, Svetlana Lunkina, Eleonora Abbagnato, Yonah Acosta, Manuel Legris, José Carlos Martínez, Julio Bocca y de todos los que tenemos el gran orgullo de haber visto sobre nuestro escenario del Generalife con gran satisfacción y utilidad. Pues como decía Rodin, A., & Gsell: "Llamo útil a todo lo que nos proporciona felicidad. Ahora bien, nada hay en el mundo que nos haga más felices que la contemplación y el ensueño",

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