Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Schubert bien entendido

  • La segunda ‘Schubertiada’ ofreció una selección de lieder sobre poemas de Schlegel, Klopstock, Goethe y Mayrhofer que fueron maravillosamente interpretados por Gerhaher y Huber

Crítica Gonzalo Roldán

Crítica Gonzalo Roldán

El Festival de Granada ha programado un ciclo de lieder de Franz Schubert bajo el título común de “Schubertiadas”. La segunda de estas citas llevaba el título de Abendröthe (Arrebol), una selección de lieder sobre poemas de Schlegel, Klopstock, Goethe y Mayrhofer que fueron maravillosamente interpretados por el barítono Christina Gerhaher acompañado del pianista Gerold Huber en el precioso marco arquitectónico del Patio de los Arrayanes de la Alhambra. Fue una velada íntima y delicada en el que rindió homenaje a uno de los grandes compositores austriacos.

Sin duda, los lieder de Schubert constituyen un acercamiento excepcional a la poesía lírica alemana de su tiempo. El compositor recrea a la perfección con su música tanto el sentido semántico como el carácter psicológico de los textos. Las melodías vocales se adaptan simbólicamente al ritmo prosódico con un discurso que, una vez escuchado, se nos antoja haber existido siempre para tales poemas. Por su parte, el piano es mucho más que un mero acompañamiento, ya que dialoga con el cantante y completa el contenido de las letras con ricos pasajes armónicos. 

Si bien estas características definitorias pertenecen a toda la producción de lieder del compositor , se revelan particularmente evidentes cuando el autor se acerca a poesía de carácter más íntimo que expresa los sentimientos mismos del autor. Tal fue el caso de las colecciones interpretadas por Christian Gerhaher, independientes entre sí y sin un hilo conductor común, pero basadas en poemas de autores que bien fueron amigos director del compositor o bien se enmarcan en su paraninfo emocional. En cierto modo, alumbraba con su música la poesía escogida, creando un poema sonoro sobre otro textual.

Los lieder de Schubert constituyen un acercamiento excepcional a la poesía lírica alemana de su tiempo

El barítono alemán Christian Gerhaher demostró con la interpretación de esta selección su profundo conocimiento del repertorio y una depurada técnica vocal que se adapta sorprendentemente al género lied. Con potencia controlada y una depurada emisión desgranó en cada uno de los lieder sus entresijos melódicos y semánticos. Y es que el timbre de Gerhaher es a la vez cálido y profundo, brillante en los agudos y rotundo en los graves, y muy adecuado para esta música. Junto a él estuvo, siempre oportuno y preciso, el pianista Gerold Huber, que mostró en todo momento el necesario balance con la voz y una depurada técnica aplicada al repertorio romántico.

La agrupación de los lieder escogidos en el programa fue muy acertada, pues avanzó desde el lirismo y el culto a la naturaleza de los textos de Friedrich von Schlegel hacia el intimismo pesimista de Johann Mayrhofer, pasando entre medias por el poema Dem Unendlichen (al infinito) de Friedrich Gottlieb Klopstock o la monumental producción del gran Johann Wolfgang von Goethe. La primera parte constó de once poemas de Schlegel entresacados de su colección Arrebol, que da nombre al programa. Estos textos de carácter descriptivo, vitales y de un gran lirismo, fueron devueltos a la vida magistralmente por Gerhaher y Huber con una exquisita perfección técnica y musicalidad. Desde el primer ataque, con una graciosa articulación del piano y la voz, nos introdujeron dentro del universo de comunión con la naturaleza que Schubert refleja en estos lieder. Cada palabra estuvo pintada con la voz y el piano también crea la atmósfera, en una comunión con la naturaleza perfecta.

La segunda sección, el basado en un poema de Klopstock y cuatro de Goethe, sirvió para demostrar cómo Gerhaher puede vascular desde lo más delicado hacia una interpretación de carácter, rítmica y poderosa, al poner en música textos basados en héroes y personajes históricos. Si antes nos sorprendió por sus pianos sutiles y la belleza de una línea melódica perfectamente concebida, ahora nos dejó sin respiración con un potente torrente vocal que subrayaba inequívocamente aquellas palabras que merecían ser destacadas.

El programa concluyó con ocho poemas de Johann Mayrhofer, poeta pesimista amigo de Schubert de quien conoció su poesía a través de manuscritos, y quien declaró que sólo la música de su amigo conseguía evadirle del “sombrío presente”. En un tomo más íntimo y melancólico Christian Gerhaher describió a la perfección cada palabra, cada coma y cada acento de texto para recrear una sobrecogedora versión de este poemario tanto en lo musical como en lo semántico, siempre bien acompañado por el piano de Gerold Huber, que desde los primeros compases introductorios establecía a la perfección el carácter de cada lied. Nocturno, el último de los poemas en el que un anciano se despide con voz queda, cerró magistralmente la velada; tras unos segundos de recogido silencio una prolongada y sentida ovación del emocionado público obligó a salir hasta tres veces a los artistas a saludar, dejando constancia de cómo habíamos asistido a un concierto memorable para la historia del Festival.

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