Crítica

Vox Luminis, un milagroso Monteverdi en San Jerónimo

Vox Luminis, un milagroso Monteverdi en San Jerónimo

Vox Luminis, un milagroso Monteverdi en San Jerónimo

Dice la leyenda veneciana, que desde el mismo día de su muerte, nunca faltan las flores sobre la lápida Claudio Monteverdi en la iglesia de Santa Maria dei Frari. Nacido en Cremona en 1567, cuando fue enterrado en 1643, gracias a él la música había dado uno de los giros más radicales de la historia, el paso de la polifonía a la monodía acompañada, de la antigua prima prattica a la secunda prattica, del Renacimiento al Barroco.

***** Programa: Selva morale e spirituale de Claudio Monteverdi. VOX LUMINIS: Lionel Meunier (director) Lugar y fecha: Monasterio de San Jerónimo, 06 de julio de 2019 Clasificación: 5 estrellas

Con ocho libros de madrigales y una de las primeras óperas, L’Orfeo (1607) a sus espaldas, llegó cansado y maltrecho en 1613 a solicitar el magisterio de capilla a una de los centros culturales más pujantes de Europa, la basílica de San Marcos de Venecia, tras muchos de servicio -en ocasiones poco valorado- al servicio del Duque de Mantua. La música que conforma el programa de ayer pertenece a la Selva morale e spirituale, última obra de Monteverdi, publicada ya en 1640 a modo de testamento musical y que compendia el corpus de obras sacras realizadas a lo largo de los casi treinta años de magisterio en San Marcos.

Sin duda el mejor escenario para esta música, después de la basílica veneciana, es el Monasterio de San Jerónimo. Y así lo han constatado los cientos de personas que tras más de una hora de cola, asistían atónitos al que probablemente sea uno de los mejores conciertos que se han ofrecido en este espacio mágico. El conjunto belga fundado en por Lionel Meunier nos ha extasiado a lo largo de más de una hora con una selección de seis números de la Selva, en los que los que el conjunto vocal compuesto por diez cantantes ha brillado no sólo por la absoluta perfección técnica de la que hacen gala siempre, sino también por pulcritud de la declamación del texto y la ardiente expresión de un texto, que aún siendo sacro, habla del amor divino como si de una pasión humana se tratara.

Con unos medios musicales más cercanos a la ópera (la utilización de la melodía acompañada y el bajo continuo) y la solemnidad de la policoralidad tradicionalmente empleada en San Marcos, Vox Luminis no ha podido elegir mejor programa para desplegar su enorme talento: los solos ágiles y bien ornamentados han contrastado con los unos tutti suntuosos, muy bien acompañados por una reducida pero virtuosística plantilla instrumental.

Destacable ha sido la intervención de la soprano húngara Zsuzsi Tóch por su límpida y cristalina voz, una aguerrida cuerda de tenores formada por Raffaele Giordani y Robert Buckland y el grupo del continuo, sobrio pero impecablemente ajustado con las voces , formado por Benôit Vanden (violone), Simon Lino (tiorba), Sarah Rudy (arpa) y Anthony Romaniuk (órgano). Una verdadera lección de buen hacer musical, comandado por Lionel Meunier dirigiendo desde la cuerda de bajos, que quedará en el recuerdo de un público entregado y emocionado que ovacionó en pie durante casi quince minutos.

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