Concierto de Krystian Zimerman y la OCG | Crítica

Zimerman y la OCG, la mejor clausura a un Festival de Música y Danza

  • El pianista y director, al frente de la formación granadina, ofreció una magnífica versión de los dos últimos conciertos para piano de Beethoven en un recital para el recuerdo

Krystian Zimerman, que no se dejó fotografiar en el Festival, en una imagen reciente.

Krystian Zimerman, que no se dejó fotografiar en el Festival, en una imagen reciente. / G. H.

Hace dos semanas hablábamos de la buena impresión que nos había dado la propuesta de Antonio Moral para el Festival de este año, aludiendo el esfuerzo realizado por mantener activa una oferta cultural de calidad en tiempos de Covid-19. Hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas, que ha sido todo un acierto tanto en la elección de las formaciones y solistas como en la programación de un año Beethoven, todo ello además cumpliendo con las medidas sanitarias necesarias para garantizar la salud de los asistentes. Podemos, por tanto esperar grandes cosas del nuevo director del Festival, en la esperanza de que la próxima edición, cuando se cumplan 70 años del primer festival de música del verano, las restricciones de aforo y el distanciamiento social sean una cosa del pasado.

Para la clausura se contó con la Orquesta Ciudad de Granada, la misma que ofreciera el pasado 25 de junio el concierto inaugural en memoria de las víctimas de la pandemia. A su frente el director y pianista Krystian Zimerman, que dirigiendo desde el puesto de solista ofreció una inmaculada versión de los conciertos cuarto y quinto para piano y orquesta de Beethoven. Zimerman conoce bien tanto el repertorio como a nuestra orquesta, y supo equilibrar magníficamente las sonoridades de los distintos planos tímbricos para ofrecer una versión de las obras fuera de toda tacha o enmienda.

El Concierto para piano y orquesta núm. 4 en sol mayor op. 58, quizás el más lírico de todos los escritos por el genio de Bonn, requiere del solista un sentido melódico y un equilibrio en los diálogos dignos de un maestro. No en vano, Beethoven escribió esta obra para interpretarla él mismo, por lo que sabía perfectamente hasta dónde podía llegar en las exigencias al solista. Desde la frase inicial al piano, que enuncia el tema principal, Zimerman demostró tener absoluto control del instrumento, construyendo un discurso bello y coherente en completa sintonía con la orquesta. El conciso Andante con moto central contiene un bello diálogo entre las cuerdas y el solista, y establece el marco idóneo para desembocar en el exuberante Rondo Vivace que cierra el concierto, lleno de juegos tímbricos y armónicos que en director calibró con gran habilidad.

Un gran virtuoso

En el Concierto para piano y orquesta núm. 5 en mi bemol mayor Emperador op. 73 Zimerman y la OCG llevaron a cabo una labor igualmente amable y exacta en lo que al balance sonoro y discurso melódico se refiere. El director organizó todos los elementos tímbricos desde su puesto de solista, dando las entradas a la par que interpretaba el complejo y intrincado discurso del piano, que más que dialogar a menudo se impone sobre la orquesta o bien se entrelaza con ella. El primer movimiento se inició con la célebre introducción del solista en arpegios, en donde pudimos comprobar que Zimerman sigue siendo un gran virtuoso y un espléndido dibujante del discurso melódico.

Rotundo pero certero, el solista fue compaginando con una OCG muy precisa sus intervenciones, si bien hubo un pequeño desajuste entre cuerdas y vientos hacia el final del primer movimiento, motivado por la brisa nocturna que súbitamente movió las partituras de los atriles, solista incluido. Salvado el momento de inestabilidad, el movimiento concluyó brillantemente con la cadencia del solista.

El segundo movimiento, un Adagio más reflexivo, conectó con el brillante y optimista Rondo final, en el que la unidad temática inicial, tímidamente desarrollada al principio en el piano y luego exuberantemente trabajada por el tutti orquestal, anunciaba el final del concierto y del Festival de este año. No pudo haber mejor broche para el Festival de Granada que el Emperador, verdadero legado beethoveniano en lo que al género concertístico se refiere que disfrutamos en una correcta versión de la OCG con un Krystian Zimerman que demostró sintonía con la formación y nos regaló lo mejor de sí.

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