Concierto de Krystian Zimerman y la Orquesta Ciudad de Granada | Crítica

Un crisol de vivencias, sensaciones y emociones

  • El pianista polaco dio una lección musical emotiva y erudita junto a una OCG espléndida

El músico polaco, en una imagen reciente, no se dejó fotografiar durante el concierto en el Festival.

El músico polaco, en una imagen reciente, no se dejó fotografiar durante el concierto en el Festival. / G. H.

Krystian Zimerman, gran pianista polaco, aterriza estos días en el Festival para interpretar la integral de conciertos para piano de Beethoven. La serie de recitales se ofrecerán en Granada en un entorno idílico como es la colina de la Alhambra a lo largo de tres jornadas. Zimerman no solo los tocará al piano, sino que los dirigirá, y aquí comienza la crítica. La experiencia vivida en la velada de ayer (la primera de todas) es un crisol a su vez de vivencias, sensaciones y emociones. El público está de enhorabuena porque esto no ha hecho más que comenzar. No se sabe cómo acabará, desde luego, pero no podía comenzar mejor.

Cuando se anuncia que un pianista, desde el piano, cual Bach, va a dirigir desde el teclado a toda la orquesta, la predisposición es siempre a encontrarse con algo excepcional, lo que conlleva mayor emoción. Se multiplican los riesgos, las entradas, las cadencias, los momentos en los que todo debe discurrir conjuntamente… Y todo ello, sin un podio y una batuta, complica las cosas. En ese momento, un concierto puede ser un buen concierto o puede entrar en otra dimensión, y ayer sucedió.

El maestro no se contentó en dar una serie de indicaciones –oportunas- para que todo discurriese ordenadamente. Ni tampoco se conformó con hacer una interpretación sublime de estos dos primeros conciertos para piano del genio alemán. El artista, desde el primer instante y hasta el último acorde del rondó del 2º concierto, condujo la música y su interpretación por donde él entendía y solo él puede hacer que discurriera. Fue además de una lección musical emotiva y erudita, un momento sublime el concierto entero, para poder entender qué clase y qué categoría tiene la Orquesta Ciudad de Granada.

Creo que responder a las indicaciones de Zimerman como lo hizo la orquesta está al alcance de muy pocas orquestas. Los ataques, la sutileza, los finales, la duración de cada acorde, la dinámica, todo, era un único instrumento, el piano y la orquesta se fundían en cada melodía, cada nuevo diseño melódico y rítmico. Fue impresionante poder asistir a un trabajo tan refinado y cuidadoso con la obra de Beethoven, y era emocionante ver la conjunción entre una orquesta tan extensa y tan concentrada en cumplir con la propuesta interpretativa del maestro polaco (premio del Concurso Internacional Chopin de Varsovia con 19 años) y sobre todo deleitarse con el sonido que ayer se generó más allá de la propia partitura.

Todo ello habla de un trabajo profundo, serio y comprometido del pianista y de la orquesta, que a juzgar por el resultado (que aquí es lo que importa) ha debido ser intenso y por tanto no exento de fragor, pero que reconforta desde fuera, pues la calidad que ayer exhibió la orquesta era reconocible por cualquier asistente al concierto.

El piano de Zimerman, y por tanto el sonido de la orquesta, es de una delicadeza, primorosidad y un gusto sublime, sobrecogedor. Y si encima el repertorio es Beethoven, en el año de la efeméride del 250 aniversario de su nacimiento, todo resulta aún más especial. Beethoven atesora tanta Europa y tanta fraternidad con el género humano en cada uno de sus pasajes, que siempre resulta reconfortante asistir a un programa en torno a él. De hecho, durante el recital, había momentos tan inspiradores que la palabra coronavirus no parecía más que un mal recuerdo o una vaga pesadilla.

Y es que fue un concierto reconstituyente, orgánico, muy especial. Además, no se oía ni un carraspeo, ni una tos ni tampoco ningún abanicazo, pues la noche no pudo ser más plácida. ¡Qué buen Festival estamos teniendo en Granada!

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