Crítica

El piano sincero de Sokolov conmueve en el Festival de Música y Danza de Granada

  • La tarde del sábado 11 de julio, 18 años después, Grigory Sokolov volvía a Granada para compartir un Concierto en nuestro Festival, y fue realmente especial

El piano sincero de Sokolov conmueve en el Festival de Música y Danza  Granada

El piano sincero de Sokolov conmueve en el Festival de Música y Danza Granada / Fermín Rodríguez / Festival

67 Festival de Granada: Grigory Sokolov,  piano. Programa:  Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791): Preludio (fantasía) y fuga en do mayor, K 394 (383a). Sonata núm. 11 en la mayor K 331 (300i), Andante grazioso Menuetto. Trio Alla turca. Allegretto Rondó en la menor, K 511. Robert Schumann (1810-1856) Bunte Blätter, op. 99 Drei Stücklein: I. Nicht schnell, mit Innigkeit II. Sehr rasch III. Frisch Albumblätter: I. Ziemlich langsam II. Schnell III. Ziemlich langsam, sehr gesangvoll IV. Sehr langsam V. Langsam Novelette. Lebhaft Präludium. Energisch Marsch. Sehr getragen Abendmusik. Im Menuett Tempo Scherzo. Lebhaft Geschwindmarsch. Sehr markier. Grigory Sokolov (1959). Fecha y lugar: Auditorio Manuel de Falla,  11 de julio de 2020. Aforo: Lleno absoluto. Clasificación: 5 estrellas

Grigory Sokolov, nació en Leningrado, hoy San Peterburgo, con cinco años era un niño prodigio al piano, y causaba admiración allá donde fuese. Unos años más tarde, con 16,  se convirtió en el músico más joven en recibir la Medalla de Oro en el Concurso Internacional Tchaikovsky en Moscú, concedida por unanimidad. Desde entonces, su vida transcurre ofreciendo recitales. Es un concertista con una importante presencia en los más prestigiosos Festivales del mundo, pues brinda unos 70 recitales cada año. Esto nos ofrece un contexto muy importante de qué estábamos realmente degustando el pasado sábado, y eso es sencillamente, la excelencia.

Cuando alguien, con una reputación como la de Sokolov, asume el compromiso de volver a un Festival único como el de Granada, en plena montaña de la Alhambra, lo hace sobre todo porque quiere. Lo mismo que el público que asiste, aunque en este caso es porque quiere y puede, pues es sabido que las entradas de este concierto, como el de la mayoría de actuaciones del Festival, duran apenas unas horas o máximo unos días en agotarse y máxime en esta edición, con los aforos tan reducidos. Seguimos. A continuación, está qué programa ofrecer, y aquí comienza a forjarse por qué tenía tanto interés este recital.  Repasemos sus últimos trabajos discográficos, antes de adentrarnos en el programa que se interpretó el sábado.

El pianista ruso, tuvo una período de gran silencio discográfico, que ocupó desde principios de los 90 hasta 2014, fecha en la que comenzó una colaboración con Deutsche Grammophon. Fruto de esta relación son varias grabaciones en riguroso directo hasta la fecha, asaber: la grabación de un recital celebrado en el Festival de Salzburgo en 2008 con música de Mozart y Chopin que se publicó en 2015. Música dedicada a Shubert y Beethoven, en 2016, o en 2017, cuando se editan los dos conciertos de piano y orquesta (Mozart 488, Rachmáninov núm. 3) y también un DVD con un documental titulado Una conversación que nunca fue, dirigida por Nadia Zhdanova, que nos da un retrato del artista a través de entrevistas, fotos y documentos inéditos filmados.

Este mismo 2020 se ha producido su último lanzamiento discográfico, que está representado por un CD dedicado a la música de Beethoven y Brahms, y que también se combina con un DVD con la grabación de video de un recital celebrado en el Lingotto de Turín con música de Mozart-Beethoven.

Concierto de Sokolov. Concierto de Sokolov.

Concierto de Sokolov. / Fermín Rodríguez / Festival

Como podemos observar, Sokolov, está inmerso en las composiciones de Mozart, y no tanto o tan recientemente en las de Schumann. Son efectivamente dos autores de los que más interpreta, pero nunca ha compartido un programa con ambos autores para un disco. En cambio lo hizo en el recital del sábado. Y ambos compositores serán por tanto los que protagonizarán los recitales de este 2020 de Sokolov.

La versión de Mozart de Sokolov es absolutamente personal, la interpretación de su tempi y del carácter de cada pieza, se sale de los cánones habituales con los que se interpreta al genio austríaco. En cambio, la versión suya de Schumann, es mucho más acorde con lo que los grandes del piano suelen entender  y hacer con la obra del alemán.

Es una interpretación sublime, pero más acorde a los cánones de interpretación del Schumann. Vemos que aunque Sokolov, frecuenta las composiciones de Mozart y Schumann, no eran precisamente lo que había grabado últimamente, al menos Schumann. Por tanto nos encontramos ante un repertorio configurado para los recitales que el genio ruso tiene programados para las próximas fechas.

Un hecho, y para quien suscribe, es seguramente el más conmovedor es cómo es su interpretación, pues no solo hay un trabajo de excelencia en el estudio de cada pasaje, sino una apuesta por algo mucho más profundo y es la capacidad de lograr desplegar y exhibir una infinidad de recursos sonoros del instrumento.

Los ataques, la digitación, la duración de los acordes o el uso del pedal de soporte, todo ello está supeditado al interés de recrear la sonoridad perfecta y precisa de cada pasaje. El ruso, es seguramente uno de los intérpretes con más interés en conocer el mecanismo del instrumento que va a tocar, se sabe que pasa horas explorando, consultando y colaborando con los técnicos y afinadores para poder lograr el sonido perfecto en cada ocasión, en una entrevista dice “necesitas horas para entender el piano, porque cada uno tiene su propia personalidad y tocamos juntos”, con cuenta en las notas al programa Justo Romero. Esa intensa e íntima relación entre Sokolov y el piano, está detrás de otra de las características que más conmueven y es cómo logra dar a cada una de las voces de la partitura, en general dos, pero en pasajes fugados algunas más, su propia personalidad.

El pianista ruso, transmite tal mimo a cada una de las voces cuando estas intervienen que las cuida como si fueran todas hijas suyas, desde que aparecen hasta que se difuminan y desaparecen, o se transforman en otras melodías. Puede parecer algo erudito, pero una vez en la sala, con Sokolov interpretando, es algo que se percibe, se palpa y se puede acariciar.

El concierto comenzaba con un Preludio de Mozart, exuberante, que permitió todo el despliegue de lo que luego iría desarrollando, primero la brillantez del piano, y después un mundo de color y de matices que denotaba que estabas ante un Mozart tocado de manera única. La obra, un acierto, pues hay claras reminiscencias a las formas barrocas que permitieron sucumbir ante la habilidad de Sokolov por dar vida a las distintas voces en la fuga en do mayor. A continuación, la sonata número 11, una joya con otra joya en su interior, la famosa “marcha turca”, que hizo falta un ejercicio de constricción por el auditorio para no tararearla a la vez que la tocaba. Un momento único.

Para finalizar Mozart, el Allegretto Rondó en la menor, K 511, compuesto en Viena y del que no hay constancia de bocetos, por lo que podría ser la plasmación en partitura de una de las geniales improvisaciones de Mozart en alguno de los Conciertos que ofrecería en esa época vienesa.

Después de Mozart, otro genio del piano y de la composición, Robert Schumann. Sokolov eligió una obra que raramente se ofrece en su integridad, pues es muy heterogénea y normalmente los intérpretes seleccionan alguna de las composiciones. Bunte Blätter (Hojas de colores) es un ciclo breve de piezas que dibujan muy distintos estados anímicos. Esa heterogeneidad y diferencia de unas piezas y otras permitieron que Sokolov compartiese parte de la inmensidad de registros que posee, arrebatador, intimista, ensoñador, evocador, delicioso, genial, temperamental, el sentimiento y la música de la mano, o mejor dicho de las manos de Sokolov.

Es cierto que todo estaba escrito de puño y letra de Schumann, pero nos lo contó de tal manera el ruso, que podías hasta dudar. Hasta ahí, fue una experiencia inolvidable. Después, con el auditorio abarrotado, Sokolov salió a recibir la cerrada ovación merecida, rozó con la mano levemente el piano, se sentó y volvía a tocar, una breve pieza, y esto sucedió seis veces. Todo ello significó, entre otras cosas lo que decíamos al principio, que él quería tocar aquí, en el Festival, ante un público entregado (no se recuerda una sola tos, mejor, ni carraspeo) y el público, estaba encantado de volver a compartir 18 años después una tarde con el genio ruso del piano, y si todo eso transcurre en un entorno privilegiado, con una magnífica organización, pues resulta una velada inolvidable.

 

 

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