Crítica

El flamenco sinfónico como raíz natural de la música jonda

  • Lo vivido en la tercera noche del Festival fue un espectáculo y un concepto sinfónico-flamenco de un nivel abrumador 'made in Granada' que debe estar en los grandes circuitos de música internacional

Un momento de la actuación

Un momento de la actuación / Antonio L. Juárez / Photographerssports

La tercera de las noches del Festival Internacional de Música y Danza fue la segunda en novedad de espectáculo ya que el concierto inaugural se repitió por dos noches. La conmemoración preparada como acto de recuerdo al Concurso de Cante Jondo de 1922 en su estreno no fue lo esperado y es por ello que es necesario apuntar, al menos brevemente, que si bien los duendes no habitaron el escenario esa noche, en la siguiente nos visitaron e hicieron de las suyas. Si algo extraordinario posee el flamenco es que es una música viva, muy expresiva, sostenida por los sentimientos, por las emociones y por estados emocionales, de ahí que la segunda de las citas con mismo argumento fuese la antítesis a lo acontecido en la primera gala. De antemano, el sonido estuvo impecable. Los artistas se encontraron a gusto, entregados. Véase el caso de Rancapino que en la soleá lo dio todo con cuatro letras antológicas que quedarán escritas con letras de oro en la historia del cante. Esta noche no lloró Juan Villar pero sí lo hizo el público asistente. El resto de artistas se superaron a sí mismos, destacando Kiki Morente que si bien repitió los cantes del día anterior, los mejoró entregándose a cada tercio y recordando en cada ¡Ay! a su padre, maestro y referente.

En la segunda de las galas programadas por el Festival, La raíz de la energía que así se titula el espectáculo, define a la perfección el concepto de flamenco sinfónico. El trío Arbós, conjunto clásico en conjunción con Rafael de Utrera al cante y Agustín Diassera a la percusión redondearon una idea musical ya conocida desde principios del siglo XX donde la instrumentación de la música clásica se acerca al flamenco y viceversa.

Compuesto por el pianista Juan Carlos Garvayo, el violinista Ferdinando Trematore y el violonchelista José Miguel Gómez, su concepto del flamenco en este recital va más allá de la simple interpretación canónica de la música. Nacidos de lo clásico, las composiciones que presentaron son de lo más flamenco. El concepto estético aplicado a los cantes de Rafael de Utrera conectaron desde el principio. Una simbiosis perfecta porque no es fácil aplicar la estructura cerrada de lo clásico a la apertura de lo flamenco. Nos lo contó el cantaor y era algo conocido: la libertad de ejecución que da el flamenco en cuanto a la utilización libre de los tempos, el alargamiento de los tercios, la necesidad de rematar una letra cuando el artista la siente y la expresa es difícil llevarla al acuerdo mimético y encorsetado que ofrece una partitura. Y aquí, entre muchos factores, estuvo la grandeza de esta obra.

El programa diseñado por sus componentes fue un sentido homenaje al que fuera el ganador espiritual del concurso, Diego Bermúdez 'Tenazas' de Morón por encima de un joven Caracol al que otorgaron un premio que no estaba ajustado a las bases y fue imposición del presidente del jurado D. Antonio Chacón. Tras su participación en el concurso, Manuel de Falla fue el principal valedor de que grabara en discos de pizarra los cantes que desarrolló en el concurso. Fue en Madrid el 23 de diciembre de 1922. Seis cantes repartidos en tres placas de pizarra. El trío Arbós, haciéndose de esos cantes, homenajeó al cantaor de Morón en la soleá apolá, la serrana, la cabal de Silverio y la caña.

Comenzó Rafael de Utrera acompañado de la totalidad de actuantes con la soleá apolá que grabara el propio Tenazas. Una versión trianera cuya letra Correo de Vélez ha quedado como el cante del Tenazas a pesar de ser un estilo sin atribución conocida que tiene los aires de la soleá de Silverio. Será por ello que 'Tenazas' la grabara y que se la escuchara su maestro, el propio Silverio, como así le reconoció a Chacón en las preliminares del concurso. El de Utrera, cerró la tanda con aires de Charamusco. La composición musical y los arreglos de la misma, a cargo del Garvayo, fue magnánima.

La serrana que vino a continuación fue otro homenaje al cante en el que el de Morón falló y le privó de conseguir el premio de honor, según contó Miguel Cerón décadas después. No nos trajeron la letra que interpretó (La enterraron) pero sí otra de las más valoradas y ejecutadas de la historia: Bajó llorando, la Aurora por la noche. Y el duende apareció pero haciendo de las suyas y rompiendo una de las cuerdas del arco (la crin), algo que también sucedió en las alegrías posteriormente.

Por malagueñas rindieron homenaje al cantaor D. Antonio Chacón, presidente del jurado del 22 y que tuvo que cantar a petición del público. Remedaron los músicos este cante con una rondeña y un fandango de Frasquito Yerbabuena, otro de los grandes triunfadores del concurso al que apenas se le ha valorado obtener un segundo premio.

Actuación de Rafael de Utrera y Trío Arbós Actuación de Rafael de Utrera y Trío  Arbós

Actuación de Rafael de Utrera y Trío Arbós / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Hay que detenerse en el concepto compositivo y armónico del Trío Arbós ya que merece mención especial. En unos casos, porque dibujaron con sus instrumentos falsetas flamencas clásicas adaptándola al vanguardismo imperante de la actualidad sin perder un ápice de poder de transmisión en su desarrollo y enalteciendo el valor de las adaptaciones que les incluyeron para sonar aún más flamencas.

Las seguidillas gitanas (1884) que mostraron a continuación fueron un claro homenaje a Enrique Fernández Arbós, de quien el Trío toma el nombre artístico.

Les siguió una toná, una seguiriya y una cabal, la de Silverio en la voz de Rafael que sí se acordó del 'Tenazas' en este caso ajustando la letra que grabara hace cien años Yo he andaito la Francia, Sevilla y Portugal con la guitarra del hijo de Salvador, quien parece tratarse de Pepe Cuéllar, que además ganó un segundo premio en la sección de guitarra del aquel evento centenario.

La granaina El secreto de tu risa quedó libre de instrumentación ya que la resolvieron a solas Garvayo y el de Utrera en un duo que fue de lo más flamenco. De ahí al polo gitano que compuso Tomás Bretón y que, sin adoptar el compromiso estético y musical flamenco en cuanto a derivación del polo flamenco, contrarrestó la parte más flamenca a partir de la actualización y renovación clásica.

Le siguió la caña in memorian del Tenazas de nuevo. Letras clásicas y arreglos de Garvayo con falsetas extraídas de las creaciones guitarrísticas de finales del siglo XIX al igual que hiciera en la soleá apolá de inicio y en la seguiriya donde pudimos reconocer las creaciones del jerezano Javier Molina que grabara con Manuel Torres en 1922 tras el concurso.

Para terminar una obra redonda en todos los niveles, vino a recordar a Lorca, otro de los intelectuales que consiguieron la hazaña de la celebración del concurso a través de su poema Gacela del amor imprevisto junto a la voz de Rafael, sin acercarse a las estructuras del flamenco pero paradójicamente siendo de lo más flamenco en su composición y ejecución.

El fin de fiesta llegó por alegrías, con letras propias y claro homenaje a la tierra de Garvayo su Motril inspirador, su playa da las Azucenas, la de Poniente y el rebalaje propio.

Tras un bis aclamado por el público, de nuevo el recuerdo a García Lorca y su Leyenda del tiempo en una versión personal de la que hiciera Camarón de la Isla. En definitiva, un espectáculo y un concepto sinfónico-flamenco de un nivel abrumador made in Granada que debe estar en los grandes circuitos de música internacional.

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