Manuel Liñan: "El amor es un estado, una emoción a la que se llega por determinadas circunstancias"
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El bailaor y coreógrafo Manuel Liñán (Granada, 1980) regresará hoy a los escenarios del Teatro de Generalife, en el marco del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, con el estreno de su nuevo espectáculo titulado Muerta de amor. A sus 45 años recién cumplidos —los celebró el pasado 8 de mayo—, Liñán vive uno de los momentos más intensos de su carrera. Entre funciones, giras y nuevos proyectos, el artista compagina una agenda vertiginosa con jornadas de ensayo que ocupan prácticamente todo el día.
Pregunta. ¿Cuál fue el motivo para ensayar Muerta de amor?
Respuesta.La obra nace de una reflexión, de una pregunta: ¿qué es el amor? El espectáculo no pretende dar una respuesta concreta a esa pregunta, pero sí ofrece un abanico muy amplio de posibilidades. Es más bien un recorrido por diferentes tipos de relaciones. Algunas veces tienen que ver con el amor, pero otras no. A veces tienen que ver con el deseo, con la provocación… y también con el amor, por supuesto, pero no siempre. Para mí era muy importante plasmar —o más bien tramar— las consecuencias que tienen las relaciones en nuestro cuerpo. Y también en nuestro baile: cómo esas relaciones nos atraviesan, cómo nos transforman físicamente. Por eso sentí que era necesario hacer este espectáculo: para mostrar cómo las relaciones han influido en mi manera de bailar, y cómo, en general, las emociones universales, las relaciones humanas, afectan a nuestros cuerpos.
P.Esto es una investigación personal, ¿no?
R.Sí, está inspirada en mi experiencia personal. Pero cuando se construye, cuando se pone en pie, se trabaja sobre emociones universales. Es decir, se transforman en sensaciones con las que todo el mundo puede identificarse. Pero cuando la llevamos al escenario, cuando se convierte en coreografía, hablamos de relaciones tóxicas, platónicas, y la gente se siente identificada, porque todos hemos tenido alguna historia de amor y desamor. A todos nos han dejado alguna vez, o hemos estado en relaciones que nos han marcado. Aunque parte de lo personal, la obra se convierte en algo colectivo, en algo en lo que cualquiera puede verse reflejado.
P.¿Qué es para usted el amor?
R.Depende del momento, del viaje personal que uno esté haciendo. La verdad es que esa pregunta fue el punto de partida de todo. Creo que el amor es un estado, una emoción a la que se llega por determinadas circunstancias. Y esas circunstancias, claro, dependen de lo que hay a tu alrededor. Pero también creo que el amor puede manifestarse de muchas formas y en muchas personas. Al final, creo que el amor, en su esencia, es una emoción que pertenece a nuestro cuerpo, a nuestro estado físico y emocional. Para mí el amor es algo bueno. Es un estado con una dimensión buena, a la que llega el cuerpo.
P.¿Por qué obra tiene este título?
R.Cuando algo te gusta muchísimo, cuando algo te emociona o te sacude, se dice de forma exagerada: "¡Estoy muerto de amor!", como una forma de expresar una satisfacción muy intensa. Es una expresión exagerada, sí, y por eso decidí titular así el espectáculo. Porque yo el amor, y más concretamente las relaciones, las he vivido de forma muy intensa, muy exagerada porque durante mucho tiempo he tenido que vivir mis relaciones de forma escondida, sin poder mostrarlas abiertamente, para evitar el juicio social. Y eso hace que, cuando por fin las vivía, las vivía con más fuerza, con más emoción. Con más necesidad. El título recoge esa exageración, esa admiración, esa sensación de “morir por amor”.
P.La esenografía tiene mucho contraste. ¿Por qué experimenta tanto con los elementos visuales tan intensos?
R.El color rosa que aparece en la escenografía es un color simbólico, muy significativo desde mi infancia. El rosa, en mi entorno, fue un color prohibido, entre comillas. Estaba asociado exclusivamente al género femenino, y por tanto, no se consideraba apropiado para los chicos. Por ejemplo, si yo de niño usaba algo rosa —un bolígrafo, alguna prenda, lo que sea— la gente se burlaba, decía que eso era solo “para niñas”. Y si un chico se ponía algo rosa, enseguida decían que era porque “le gustaban los chicos”. Así de rígido era todo. El vestuario, en cambio, es negro. Inicialmente se pensó también en usar tonos rosados para la ropa, pero luego decidimos que el negro generaba más contraste visual con el fondo rosa y ayudaba a destacar mejor la silueta del cuerpo en movimiento.
P. ¿Cuántos meses llevó el proceso?
R.El montaje se hizo, físicamente, en torno a un año. La coreografía incluye muchos pasos a dos, muchos dúos entre bailarines. Hay un gran trabajo de conjunto, mucho diálogo entre los cuerpos.Trabajamos diferentes formas de interacción física, con distintos duetos, y fue un proceso largo.
P.Usted también canta en la obra, no solo baila.
R.Sí… aunque canto muy poquito.
P. ¿Dónde nació la chispa que le hizo enamorarse del flamenco?
R.El flamenco estaba presente en mi alrededor desde pequeño. En el colegio había compañeros que eran muy flamencos, venían de familias cantaoras, bailaoras… Cuando tenía 5 años, me sentía muy atraído por el baile flamenco. Empecé a tomar clases en el mismo colegio donde estudiaba, con mi primera profesora, a la que recuerdo con mucho cariño, Marichu de Malabarincha, muy conocida en Granada. Ella daba clases allí, y yo empecé casi como un juego. Pero fue ahí donde me enganché.
P.Entonces ya son 40 años de baile. ¿Había algún estilo que le gustaba más al principio? ¿Alegrías, bulerías… o eso fue cambiando con el tiempo?
R.Me gustan todos los palos del flamenco. Soy una persona a la que no le gusta elegir uno solo: me gusta sacar de cada palo su lenguaje físico, su expresión particular, y poder disfrutar de todos ellos por igual. Cada uno tiene algo importante que aportar.
P.¿Cuál es su rutina ahora mismo, cuántas horas baila al día?
R.Estamos ensayando desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Luego paramos para comer, y por la tarde seguimos trabajando.
P.¿Y dónde encuentra la energía para todo eso? Porque su baile es muy expresivo, muy exigente físicamente.
R.Creo que está en la profesión misma. Desde pequeño he estado acostumbrado a tener esa resistencia física. Y además, todos sabemos que los procesos creativos son duros. Hay que estar preparado, física y mentalmente.
P.¿Y qué le gusta hacer en su tiempo libre?
R.Cocinar. Estar en casa, tranquilo.
P.¿Y qué prefiere cocinar?
R.De todo, desde potajes hasta postres. Cocinar me relaja mucho.
P.¿Y la playa?
R.También. Me gusta mucho ir a la playa.
P.¿Tiene pensado escaparse algunos días en julio?
R.En julio sigue la agenda apretada, pero en agosto, ya hacia finales, tendré algunos días de vacaciones después del ciclo de Lorca y Granada en el Generalife.
P.¿Qué representa Lorca para usted?
R.Lorca es un personaje que me ha inspirado mucho en varias de mis obras. Y sobre todo, siendo de Granada, es una fuente inagotable. Sus obras está llena de contrastes, de belleza, de oscuridad, de emociones... y todo eso ofrece muchísimo alimento para la creación, para inspirarte, para desarrollar nuevos lenguajes escénicos.
P.¿Qué piensa usted sobre la necesidad —si es que existe— de “separarse” como bailaor del siglo XX? ¿De marcar distancia con otros bailaores, con la tradición?
R.Yo creo que no se trata de separarse, sino de evolucionar. Siempre he sido una persona que ha querido explorar varias formas de baile con mi cuerpo. No me quise quedar conforme con una sola. Por supuesto, admiro profundamente el arte de grandes como Mario Maya —me encanta su forma de bailar—, pero mi inquietud personal, mi necesidad de aprendizaje, me llevó a ir más allá. Por ejemplo, a apropiarme de complementos tradicionalmente asociados al género femenino, como la bata de cola, y hacerlos míos. No solo usarlos como elemento visual, sino integrarlos en mi forma de bailar, incorporarlos a mi vocabulario dancístico de forma natural y orgánica.
P.¿Y hay algún bailaor que le sirva especialmente de inspiración?
R.La verdad es que tengo muchísimos referentes. Me inspiro en lo que me rodea, en lo que veo. Para mí, la excelencia no está concentrada en una sola persona, sino en muchos. Me nutro de muchas fuentes distintas.
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