Un 1 de noviembre de nostalgia

El cementerio de Granada recibe la visita de miles de personas para seguir la tradición de llevar flores a los difuntos

Reforzado el dispositivo municipal de Todos los Santos para atender el incremento de visitantes al cementerio de Granada

Una mujer junto a la tumba de un familiar este 1 de noviembre en el cementerio de San José de Granada.
Una mujer junto a la tumba de un familiar este 1 de noviembre en el cementerio de San José de Granada. / Jorge Guerrero / PICWILD

Cada vez que se sube al cementerio de San José de Granada se descubre algo distinto. Incluso si se hace para trabajar y escribir la crónica anual del Día de Todos los Santos. Cada año es distinto pese a que el fin es el mismo. Y se puede contar desde muchos aspectos, o desde el trabajo que llevan incansable desde hace unas semanas los floristas, con el comentario del cliente del encarecimiento de la flor; la dedicación de los escaleristas que ayudan con primor a arreglar y limpiar los nichos más altos, sobre todo a la gente mayor; o el detalle informativo de todo el personal de Emucesa que estos días y más aún el 1 de noviembre, ve multiplicado su trabajo de atención al público.

Y en la búsqueda de un enfoque distinto surge un paseo matutino al cementerio el 1 de noviembre. Un paseo que permite, sin rumbo fijo y dejando ir donde lleven los pasos por las distintas calles y patios del camposanto. Y algunas, todos debemos reconocerlo, no se habían recorrido antes, por lo que siempre hay descubrimientos de espacios o zonas del cementerio que van evolucionando con los tiempos.

La llegada a San José este 1 de noviembre no ha tenido mucho problema de tráfico. En autobús, dejando el coche en los parking de la Alhambra y mucha gente andando aprovechando el buen día (más de 24 grados para un 1 de noviembre que ha dejado un día de los Santos de gente en manga corta y con más tiempo de helado que de comer castañas o huesos de santo). La Policía Local ha controlado los accesos en la rotonda de los parking para ir desviando los coches cuando se iban llenando. Pero se subía sien, sin apenas colas.

A la llegada, las tres tiendas de flores que hay a la derecha del acceso tienen sus flores y centros ya hechos en las puertas, con colas de gente que prefiere comprarlas en el mismo día para hacer ellos mismos los arreglos o llevarse uno de los ya preparados. Fuera y dentro, una vez se recorren patios y calles, resulta llamativo que este año hay una moda de color: el azul, una innovación atrevida.

Entre el sonido de los encargos de flores o la pregunta sobre el precio del clavel o la rosa, van cogiendo también escaleras y cubos de las propias floristerías. Dentro, en las confluencias de los patios y distintas zonas, también aguardan las cuadrillas de escaleristas para, por turno y demanda, ir ayudando a limpiar los nichos más altos, poner las flores nuevas y dejar arreglado el enterramiento.

Y acudir un 1 de noviembre al cementerio no es solo para visitar la tumba de determinado familiar y salir corriendo, aunque hay quien lo haga por animadversión al espacio o superstición. Ir despacio, mirando las tumbas, leyendo los nombres, las frases dejadas por los familiares, te descubre a gente que hasta conocías o historias duras de vida, sobre todo en la parte de los enterramientos infantiles, donde más que flores se disponen juguetes en recuerdo de esas vidas que se truncaron tan pronto. Escuchar también a la gente que acude el 1 de noviembre al cementerio lleva a un lugar común: se habla de dónde están enterrados otros familiares y ya de paso se les visita para recordarlos y ver si tienen las flores nuevas o nadie se ha acordado de ellos; de las titularidades de los nichos y tumbas, algo nada desdeñable dado el precio de los mismos y los cambios de titulares; de las frases (algunas originales e incluso con tono irónico) que decoran algunos nichos; y de paso de los deseos de enterramiento de los que mantienen la conversación cuando pasan por alguna zona que no conocían o ven un espacio libre. Muchos, por cierto, aún quedan libres y se siguen viendo además las pegatinas de situaciones irregulares de enterramientos, algunas con tanto tiempo pegadas como el tiempo que pueda llevar sin actualizar el contrato de la tumba.

Este año se suma un espacio nuevo al cementerio: el Jardín del Recuerdo. Aún no tiene ningún 'cliente' pero la idea es novedosa. Paseando por el cementerio este día está su gerente, José María Toledano, con el que visitamos este nuevo espacio que consiste en 11 árboles (pinos, granados, olivos y un manzano) que serán unidades de enterramiento únicas. Cada ejemplar está rodeado por un círculo metálico y en su base se podrán depositar urnas de cenizas biodegradables, de forma que un particular para uso individual o de una familia podrá adquirirlo y tener sus cenizas allí con su inscripción en unas placas que se han instalado. Están primero estos 11 de prueba y hay más espacio para plantar más según su aceptación. "Es un concepto nuevo que vamos a ver cómo funciona y que es muy simbólico al ser un espacio de vida, con el árbol, y capacidad para dejar las urnas", explica. Al lado, otra novedad de este año. El concierto se ha sustituido por otra iniciativa, disponer de diferentes músicos en algunos puntos del cementerio para que la música llegue a todos los espacios, una iniciativa que acompaña el paseo de música.

Y aunque menos gente que otros años para la fecha porque cada vez son más los que adelantan la visita a sus difuntos, el 1 de noviembre es un día siempre especial en el cementerio de Granada. Un día donde la memoria se impone, el recuerdo y la tradición en un espacio que como reza la frase de Pepita Serrador en la entrada a la capilla transformada en espacio también de enterramiento: "Solo en Granada puede ocurrir que un cementerio, en lugar de estar envuelto en tristeza, esté cubierto solo por la nostalgia".

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