Granada año a año

1974: El año en que dijimos definitivamente adiós a los tranvías

Tranvia de la Sierra. Tranvia de la Sierra.

Tranvia de la Sierra.

Escrito por

Andrés Cárdenas

Estaba considerada una de las rutas más bellas de España y era recorrida por un tranvía amarillo que iba desde el Paseo de la Bomba al Barranco de San Juan. Miles de granadinos que lo utilizaban para ir a Sierra Nevada o en sus excursiones de fin de semana, hoy lo guardan en el cajón de la memoria donde tienen los mejores recuerdos de sus vidas. Era el Tranvía de la Sierra, aquel sueño del duque de San Pedro de Galatino hecho realidad. Fue una obra sin precedentes: llegaron a construirse 14 túneles y 21 puentes para salvar la dura orografía de la zona.

El primer tramo entre Granada y Güéjar Sierra se inauguró el 25 de febrero de 1925 en una ceremonia en la que estuvieron presentes el rey Alfonso XIII y Manuel Azaña. Había 19 kilómetros de trayecto y durante el recorrido aquellos coquetos vagones con asientos de madera castaño, se servía té e infusiones y piononos. Allí el romanticismo estaba asegurado. Y aunque aquella línea nunca fue rentable, se iba manteniendo a trancas y barrancas porque había resistencia a entender un futuro si aquel entrañable tranvía. Hasta que llegó el mal entendido progreso y acabó con este método de transporte en Granada. Digo mal entendido progreso porque ahora se quiere rescatar muchas de las cosas de las que nos deprendimos.

Último tranvía de la Zubia. Último tranvía de la Zubia.

Último tranvía de la Zubia.

El 19 de enero fue el último día en el que funcionó el Tranvía de la Sierra. Un buen número de ciudadanos se acercaron al Paseo de la Bomba para decirle adiós y cuentan las crónicas periodísticas que era aplaudido por aquellos sitios por los que pasaba. Y que hubo una señora que le dio al conductor del tranvía, Antonio Moreno Almendros (que llevaba 32 años haciendo la ruta), un pañuelo para que se secara las lágrimas. Una de las causas del cierre de la línea fue el que el Gobierno decidiera construir el pantano de Canales, el cual inundaría más de cinco kilómetros del trazado. La compañía que explotaba los tranvías vio la ocasión propicia para justificar el cierre definitivo. Y un mes más tarde, el día 14 de febrero, día de San Valentín para más inri, dejaron de funcionar definitivamente las líneas que conectaban la capital con los municipios de La Zubia (línea 3) y Santa Fe-Fuente Vaqueros (línea 5). Las demás líneas ya se habían cerrado en 1971. El último vagón que se metió en cocheras fue el número 37. Se acabaron los tranvías en Granada.

Tala de árboles

En 1974 la OPEP sube mucho los precios del petróleo y eso repercute en la economía doméstica. El litro de leche Puleva pasa de 12 a 17,30 pesetas y los periódicos se ponen en 18 pesetas, siete pesetas más que el año anterior. Pero el salario mínimo sigue igual: a 225 pesetas. Además, el turismo se resiente bastante y vienen casi el 40 por ciento menos. Y de peor calidad. Los granadinos que no pueden permitirse un veraneo como Dios manda, al lado del mar, aprovechan los fines de semana para pasar un día de playa. Aún están los caracolillos de Vélez y un viaje a la Costa muchas veces se convierte en toda una aventura. Los que se quedan sin poder ir a ningún sitio, veranean en las terrazas, sobre todo en las del Campo del Príncipe, que se llenan de gente totalmente convencida de que la cerveza es el mejor remedio para aguantar el calor. 1974 es año propicio para ver ovni. Raro era el día en que no te encontrabas con un granadino que decía haber visto uno. Justo a las noticias de avistamientos de ovni, aparecían otras más propicias de la edición del 28 de diciembre. Así, el 12 de mayo los periódicos informaban de que la fábrica japonesa de relojes Orient se iba a instalar en Granada y pretendía sacar 500.000 piezas al año. Un mes más tarde salía a relucir en la prensa que se había encontrado cerca de Dílar una enorme veta de oro que iba a sacar a la provincia de muchos apuros económicos. Era tiempo de creer en todo lo que dijeran los periódicos.

Manifestacion para protestar por la tala de árboles en Calvo Sotelo. Manifestacion para protestar por la tala de árboles en Calvo Sotelo.

Manifestacion para protestar por la tala de árboles en Calvo Sotelo. / Torres Molina

Pero hubo una cosa que sí fue cierta y que cabreó a muchos ciudadanos: la tala indiscriminada de árboles en la Avenida de Calvo Sotelo, la que después se llamaría Avenida de la Constitución y mucho antes se llamara la Avenida de la II República. Pero es que en tiempo del reinado de Alfonso XIII llevaba el nombre de ese rey y durante el siglo XIX se llamó Real de San Lázaro. Esta es sin duda la vía que más ha cambiado de nombre y de aspecto en Granada. Era una antigua carretera por donde entraban los estraperlistas en los años del hambre. También entraron por allí las tropas de Franco tras ganar su cruzada. Después se convirtió en un bulevar por donde paseaban los granadinos y circulaban los tranvías por los laterales. Los que lo recuerdan decían que tenía un impresionante aire romántico, de esos que te daban ganas de sacar una pistola y batirte en duelo con alguien. Pero en 1974 el alcalde, José Luis Pérez Serrabona, en nombre del progreso y la modernidad, mandó cortar todos los árboles de la avenida para construir una gran arteria por la que pudieran transitar libremente los coches. Se talaron 430 ejemplares de plátanos de las Indias. Era la época del desarrollismo, en la que se mimaba más el alma de las máquinas que el de las personas. De la noche a la mañana, la calle de Calvo Sotelo se quedó pelada, de ahí que el vulgo la motejara por Avenida Kung Fu, por su similitud con la cabeza de aquel monje budista de la serie televisiva que triunfaba en aquellos años. Las protestas ciudadanas –sobre todo de mujeres– no sirvieron para nada. Una de las activistas más radicales fue la buena Eulalia Dolores de la Higuera, pintora y escritora, que se ató a uno de los plátanos de las indias para evitar que lo cortaran. Pero ni por eso claudicó el alcalde arboricida. Cuando le preguntaron por qué había ordenado la tala, contestó: "Es que no sé gobernar con los árboles". Ese mismo año también se talaron decenas de árboles en el Carmen de los Mártires y en el Camino de Ronda. También en enero de 1974 se aprobó la construcción de un parking subterráneo en la Fuente de las Batallas. Para ello había que cortar los grandes árboles de la plaza del Campillo y todos los de alrededor. Ahí el alcalde dijo que si hay que cortar esos árboles el estacionamiento no se hace. Años después, con su correspondiente polémica de por medio, se construyó el parking y no se tuvo que talar árbol alguno.

En 1974 se practica una política de arrejuntamiento de pueblos pequeños para compartir gastos y tener más presencia en la provincia. Así nacen los municipios de Villamena (por la unión de Cónchar y Cózvijar), el de Valle del Zalabí (formado por Alcudia de Guadix, Exfiliana y Charches) y el de Morelábor (compuesto por Moreda y Laborcillas).

También cierran las minas del Conjuro

En 1974 cesaron su actividad, causado por el agotamiento de las menas de hierro, las minas del Conjuro, que estaban distribuidas por los términos de Busquístar, Cástaras y Almegíjar. Venían funcionando desde 1856. Hasta 1915, el mineral era transportado hacia la costa en una combinación de diversos transportes: carretera, ferrocarril y cable aéreo. Primero hacia la playa de Calahonda, donde debía construirse un embarcadero, que nunca se materializó. Y posteriormente hacia el puerto de Motril.

MInas del Conjuro, hoy sin explotar. MInas del Conjuro, hoy sin explotar.

MInas del Conjuro, hoy sin explotar.

La explotaba una sociedad francesa, pero a partir de 1954 la mina pasó a manos de la Empresa Nacional Siderúrgica S.A. Estas minas abastecían fundamentalmente a los hornos de Avilés y se extraía el mineral a cielo abierto. En las minas del Conjuro trabajaban más de 150 obreros (que procedían de los pueblos cercanos) y una treintena de directivos y personal administrativo. El cierre supuso un palo para la economía de la zona.

En 1974 nacieron los escritores Alejandro Pedregosa, Miguel Ángel Zapata y Virtudes Olvera. Y el jugador de baloncesto Ernesto Serrano. Ese año el escritor lapeceño José Fernández Castro publica La tierra lo esperaba, sobre recuerdos de su pueblo. También recogen los periódicos un incendio en la segunda planta del mercado de San Agustín que destruye 32 puestos de venta. Se salvó el del melonero.

Luis Seco de Lucena y Paredes Luis Seco de Lucena y Paredes

Luis Seco de Lucena y Paredes

Y en la sección de pérdidas, los granadinos lamentarán ese año la muerte del arabista y profesor de la Universidad Luis Seco de Lucena Paredes, hijo del periodista Luis Seco de Lucena Escalada y sobrino de Paco Seco de Lucena Escalada, que fue redactor jefe de El Defensor de Granada. Luis Seco de Lucena y Paredes no continuó la carrera periodística de su padre y de su tío, pero heredó de ellos esa inquietud que mueve al periodista a denunciar aquello que se está haciendo mal. Escribía en los periódicos sobre lo que él llamaba la 'piqueta demoledora' que hacía caer edificios importantes para pasar al mal ejecutado desarrollismo.

Él entendía que Granada debía de modernizarse, pero no a golpe indiscriminado de esa piqueta que acabó con iglesias, palacetes moriscos y casas de una arquitectura a tener en cuenta. Pero la actividad principal de Luis Seco de Lucena y Paredes era la docencia. Fue catedrático de Lengua y Literatura Árabe de la Universidad y fue el que dirigió hasta 1971 la Escuela de Estudios Árabes de Granada. Dedicará gran parte de su vida a la investigación de la España musulmana, especialmente la granadina, en diversos y numerosos trabajos. Gran parte de la toponimia medieval granadina se conoce gracias a él. También estuvo como responsable durante unos años del Festival Internacional de Música y Danza. Un cáncer acabó con su vida.

La lesión de Amancio 

En el capítulo de deportes, 1974 fue el año en el que el granadino Manuel Orantes alcanzó la final de Roland Garros, el más importante torneo sobre canchas de tierra batida y uno de los cuatro Grand Slam. Allí, fue derrotado por la joven promesa sueca, el legendario Björn Borg en cinco sets, luego de haber ganado los dos primeros. Un año antes había sido el número dos del mundo. Orantes había nacido en Granada, pero apenas tenía conexión con la ciudad que le vio nace porque vivió casi toda su infancia en el seno de una familia humilde junto a sus abuelos en El Barrio del Carmelo de Barcelona. Allí comenzó como recoge pelotas en el Club de Tenis de la Salud. A pesar de eso aquel día todos los granadinos enchufaron la televisión (quien la tenía) para ver el partido del paisano.

Amancio es sacado de Los Cármenes tras la entrada de Fernández. Amancio es sacado de Los Cármenes tras la entrada de Fernández.

Amancio es sacado de Los Cármenes tras la entrada de Fernández.

1974 también fue el año en el que el defensa central paraguayo del Granada Pedro Fernández le hizo una entrada tan dura a Amancio que le destrozó el cuádriceps. Al madridista le tuvieron que dar más de cien puntos de sutura y la lesión lo dejó prácticamente fuera del fútbol, aunque su retiro ya estaba cantado porque Amancio tenía 34 años cuando jugó ese partido. En aquellos años el Granada contaba con la defensa más dura de toda la Primera División. Allí estaban, además de Pedro Fernández, Aguirre Suárez y Montero Castillo, a los que todos los delanteros rivales le tenían miedo.

En aquella época, sin tanta vigilancia de la televisión y con árbitros más permisivos, había futbolistas que venían asustados a jugar a Los Cármenes. Hay una anécdota que cuenta el día en el que el Barcelona vino a jugar a Granada y cuando el autobús que llevaba los jugadores azulgranas pasó por la plaza de toros, Carlos Rexach dijo: "¡Qué suerte tienen los toreros que no se enfrentan a los que vamos a enfrentarnos nosotros!". También la anécdota recoge la frase de Asensi: "Venir a jugar a Granada es como venir a la guerra". De todas maneras, la rivalidad entre Amancio y Fernández venía de tres años atrás, cuando en un partido en el Bernabéu tuvieron un encontronazo y el madridista le pateó la cabeza al defensa del Granada cuando éste estaba en el suelo. El uruguayo, que fue sacado en camilla en aquel partido, se la tenía jurada y se vengó ese 8 de junio de 1974, en una eliminatoria de la Copa del Rey, con esa entrada que, a pesar de ser tan fea, el árbitro ni se echó mano al bolsillo para sacarle tarjeta blanca (entonces se utilizaba ese color para la primera amonestación). Fue la presión del Real Madrid al día siguiente lo que hizo que a Fernández le cayeran 15 partidos de suspensión. Amancio nunca le perdonó al jugador uruguayo aquella entrada. Después de ser operado declaró: "Gente como Fernández no debería estar en el fútbol". Pedro Fernández murió hace dos años en Granada y Amancio hace dos meses en Madrid. Pelillos a la mar.

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