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  • La arqueología es una de las columna sobre las que se apoya la administración del monumento más emblemático de Granada

¿Es la Alhambra un modelo de gestión?

¿Es la Alhambra un modelo de gestión? ¿Es la Alhambra un modelo de gestión?

¿Es la Alhambra un modelo de gestión?

Para tranquilidad de muchos, incluida la mía, confieso que no es mi intención reflexionar sobre las muchas facetas que se pueden tallar en el diamante en bruto de la Alhambra, solo sobre una de ellas, aunque sea esta también digna de sobrado interés y de no poca polémica.

En realidad, de lo que quiero hablar es de la arqueología en la Alhambra y de su gestión en los últimos años en los que, por cierto, al haber gobernado alternativamente la izquierda y la derecha, se puede prescindir de la trascendencia partidista del asunto que, francamente, creo que le interesa poco a la gente en general.

La arqueología es, sin duda, una de las columnas sobre las que se apoya la gestión de la Alhambra y, si me permiten que arrime las ascuas a mi sardina, me atrevo a decir que probablemente sea la columna fundamental de esa gestión. Al menos en lo que tiene que ver con aspectos sustanciales como son la investigación, conservación, restauración y difusión del Conjunto Monumental, cuatro asuntos que no son poca cosa, aunque no por ellos haya que olvidar otros imprescindibles en la compleja gestión del Conjunto.

Para empezar, hay que reconocer que, de manera casi imperceptible pero constante, la Alhambra ha ido avanzando en la generalización y sistematización de las actuaciones arqueológicas, en la unidad de los criterios de investigación, en el tratamiento coherente de los resultados de esas investigaciones y en la aplicación eficaz de los conocimientos obtenidos a los problemas planteados.

Se investiga todo lo que se toca en el Conjunto, se hace con una metodología similar, se gestionan los resultados de las investigaciones de forma eficiente y, en general, suelen aplicarse esos resultados a los procesos de conservación que motivan y hacen necesarias las investigaciones.

Desde estos importantes puntos de vista, la gestión es prácticamente incuestionable.

Habría que reconocer, además, -algo que es mérito en exclusiva de la propia gestión del Conjunto- que, en los éxitos de este proceso, más tiene que ver la consolidación dentro del propio Patronato de un Departamento de Arqueología con personal riguroso y comprometido y algo menos la puesta en marcha de las directrices definidas en el Plan Arqueológico de la Alhambra que, la verdad, poco recorrido ha tenido desde su redacción en el año 2014.

El resumen, por tanto, de estos años, no deja de ser positivo, aunque evidencia, a simple vista, una tendencia generalmente asumida; la arqueología ha estado y sigue estando vinculada a las actividades de conservación o restauración y esa vinculación tiene su parte buena y su parte mala.

Empezando por su parte buena, se puede entender que no se ha realizado ninguna obra en la Alhambra, por mínima que haya sido su afección al monumento, que no haya llevado aparejada una investigación arqueológica.

La Acequia Real, el revellín del baluarte de la Torre de la Vela, la Puerta de la Justicia, el Baño Real, el Polinario, Abencerrajes, el Hotel Reuma, Fuente Peña, Peña Partida, Torres Bermejas, la plaza delantera del Palacio de Carlos V, la casa de Ángel Barrios, Romayla, el jardín de la Alamedilla, el Camino Medieval del Generalife, las murallas de la Huerta Colorá y unas pocas más de intervenciones que se me olvidan, han ido unidas al trabajo de investigadores que es obligado también enumerar; José Javier Álvarez, Santiago Pecete, Teresa Kofler, Ana Palanco, Eva Moreno, Inmaculada Raya, Ángel Rodríguez Aguilera, Alberto García Porras, Eusebio Alegre, Manuel Pérez Asensio, Luca Mattei y algunos más que también se me escapan.

Sin embargo, la bondad de esa gestión, que se demuestra con datos objetivos, no impide reflexionar sobre el camino que aún queda por recorrer en un momento que parece óptimo para emprenderlo, y la primera reflexión que asalta es si existe la posibilidad de planificar investigaciones arqueológicas que vayan más allá de las que se realizan en apoyo a las obras de conservación.

Pasar de lo que podríamos identificar como una investigación aplicada, a lo que sería una investigación básica. Un salto fundamental para alimentar la literatura gris de conocimiento del conjunto con objetivos propios y no derivados de necesidades preventivas o de urgencia.

Parece, por lo que nos han contado los medios, que la reciente intervención en el jardín de la Alamedilla avanza en esa dirección, pero lógicamente, el Conjunto necesita bastante más y en espacios concretos en los que la necesidad de investigar es perentoria desde hace años. Ahí están el revellín de la Torre de la Vela, Abencerrajes, el Partal, el Secano, por citar algunas zonas que demandan desde hace tiempo proyectos definidos a más largo plazo y con objetivos precisos.

Otro aspecto mejorable tiene que ver con la difusión de las investigaciones y, por supuesto, que no me estoy refiriendo al clásico colofón de un proceso de investigación que es una publicación o una comunicación a un Congreso.

Me refiero a la difusión durante el desarrollo y el final de las mismas y dirigida a todos los ámbitos de la sociedad, sea bajo la forma más exigente y rigurosa dedicada a expertos o investigadores o bajo la más humilde, pero no menos rigurosa, divulgación destinada al gran público y a todas las edades.

La Alhambra puede y debe ser un modelo en la gestión del conocimiento que deriva de la investigación arqueológica y la verdad es que vemos cómo se van desperdiciando oportunidades para poner en marcha experiencias que acerquen al ciudadano no sólo a la realidad formal del monumento, sino también a los complejos procesos para su conservación y conocimiento y al papel de la arqueología en esos procesos.

Todo esto debería pasar, además, por la consolidación de una estructura autónoma específica de arqueología en la Alhambra, como autónoma es la gestión general del Conjunto.

No parece lógico que esa autonomía desaparezca cuando se habla de arqueología, sobre todo cuando está demostrado desde hace tiempo que los técnicos del Patronato poseen suficiente cualificación para no depender en sus decisiones de otras unidades de la Administración, sea el Departamento de Protección de la Delegación Provincial o, en el caso de las actuaciones puntuales, los Servicios Centrales de la Administración Cultural en Sevilla.

La ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, en el apartado 3 de su artículo 52, dice: "En el supuesto de actuaciones promovidas por la Consejería competente en materia de Patrimonio Histórico la autorización vendrá sustituida por el visado previo del proyecto a efectos de comprobar su idoneidad técnica y conceptual". La Alhambra por supuesto que forma parte de la Consejería competente en materia de Patrimonio Histórico y por supuesto que tiene sobrada capacidad para evaluar la idoneidad técnica y conceptual de un proyecto y para visarlo ¿Por qué no se hace?

Como en otras ocasiones, lo único que hay que hacer es cumplir la Ley y simplificar el farragoso procedimiento de autorización que establece la normativa en el que, desgraciadamente, en los últimos tiempos, la interpretación dogmática del procedimiento solo sirve para entorpecer la eficacia en la gestión y complicar el rigor en la investigación.

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