Pasado con presente incluido

José Hernández Quero, el lienzo infinito

  • El pintor granadino tiene obras colgadas en varias e importantes pinacotecas del mundo

  • Ha sido catedrático de Dibujo durante más de cuarenta años en la Escuela de Bellas Artes de Madrid

  • Casi todo su legado lo ha donado al Ayuntamiento de Motril.

Este que ven ustedes en la foto, con ojos un tanto lánguidos, cabeza despejada y papada floja por la edad, es José Hernández Quero, pintor. Nació hace ochenta y ocho años en Granada y dice que está aún en esta vida “porque tiene permiso del sepulturero”. Cuando lo llamo para concertar la cita le cuento que estoy haciendo una serie sobre aquellas personas que tienen mucho pasado que contar, me pregunta con cierta sorna: “Aquellas que ya tenemos un pie en el otro mundo ¿no?”.

Y no es que José Hernández esté obsesionado con la muerte, sino que la mienta porque es tan realista como su pintura y es tan honrado consigo mismo que no permite falsas posturas sobre lo inevitable del futuro. De ahí su serenidad al hablar, su forma de mirar al interlocutor, su delicada expresión de complacencia, sus rasgos de inocencia… Parece estar en paz consigo mismo y con el resto del mundo. Como queriendo decir: todo lo que quería pintar ya lo ha pintado. La obra de Hernández Quero, tan prolífica como sus sueños, supone un claro ejemplo de vitalidad creadora, de estrategia independiente.

No entiendo mucho de arte, pero me pasa lo que con el vino, que no distingo la cosecha ni la denominación de origen, pero sí si me gusta o no. Y la pintura de Hernández Quero me gusta, tiene la simplicidad de lo bello. Lo pintado no es lo que la mirada advierte: es aquello que ha intuido la mano que la ha pintado. Más que copiar un espacio físico, Hernández Quero parece querer reinventarlo, y lo hace con una capacidad expresiva que requiere la complicidad del que mira.

Lo mismo pinta a La Tortajada que a Fray Leopoldo de Alpandeire y una alacena que un campo de El Padul o un azulejo de la Alhambra, todo relacionado con su más íntimo entorno. Pero eso no quiere decir que su pintura no sea universal, pues ha entusiasmado a los que han visto sus exposiciones en París, Nueva York, en Madrid o en Buenos Aires. Y hay obras suyas en multitud de pinacotecas importantes y colecciones públicas. En Granada seguro que alguno de ustedes se acuerda de esa exposición antológica en el centro de exposiciones de CajaGranada, en Puerta Real, donde con el nombre de Hernández Quero vuelve a Granada se expuso una buena representación de su obra.

“Todo aquí, en estas serenas y meditadas obras, procede de muchos años atrás dedicados a lograr el dominio de las técnicas, tanto del dibujo como de la conjunción afortunada de las gamas cromáticas y de las formas”, dijo de la exposición Domingo Sánchez-Mesa. No por algo José Hernández Quero, ha sido profesor de Dibujo durante más de cuarenta años en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos y ha enseñado pintura a multitud de alumnos que han pasado por sus clases. Desde que se jubiló, pasa largas temporadas en Granada porque dice que es la ciudad que más le inspira, además de ser la ciudad en la que nació. Hernández Quero también ha bebido los vientos por el cine y el teatro y no son pocos los personajes que ha conocido de estos géneros artísticos. “Un día fui a ver a Segovia a conocer a Henry Fonda que estaba rodando allí la película La batalla de las Árdenas. ¡El actor me compró dos cuadros!”.

ES GREÑÚO

La cita con el pintor es en su piso del Camino de Ronda. Es una vivienda modesta y decorada con el gusto que requiere la sencillez. Por supuesto que en sus paredes cuelgan cuadros que le regalaron algunos colegas. José Hernández es greñúo, del barrio del Realejo. Allí, en la calle Molinos, nació en 1930 y allí tenía su padre un pequeño taller en el que hacía horcas, carrillos de mano, mástiles y otros utensilios del campo. Era el séptimo de nueve hermanos.

-Mi infancia la recuerdo jugando en la calle, con el trompo, con la lima… Apedreándonos o corriendo detrás del tranvía. Jugábamos por las Vistillas, donde tenía el palacete la duquesa de San Pedro Galatino. Mi hermana Encarna, que ha muerto ya y a la que yo quería mucho, era la mayor y nos cuidaba a todos. Mi primera escuela fue la del Ave María, la de la calle Molinos, en donde recuerdo que durante la Guerra Civil una bomba mató a un niño a la salida del colegio. En el Ave María estuve hasta los 14 años en que me puse a trabajar en el taller de mi padre. Recuerdo llevar a la calle Mesones, en donde había muchas albardonerías y tiendas de utensilios de campo, las horcas y los puños de almocafre que hacía mi padre. No sé exactamente cuando me aficioné a la pintura, pero quizás tengo algo que ver en que el pintor Manuel Maldonado vivía al lado de nuestra casa y ponía lo que yo pintaba en la escalera para que cuando él pasara viera mis dibujos. A mi padre no le pasaba por la cabeza que yo fuera pintor, pero mi madre se hizo eco de mis inquietudes artística e hizo que me matriculara en la Escuela de Artes y Oficios de Granada.

Y ahí empieza Hernández Quero su carrera como pintor y profesor de Dibujo. En la escuela granadina conoció a personas como Nicolás Prados López y Joaquín Capulino, que enseguida vieron en el alumno aptitudes para la pintura. Por la tardes va a clase y por las mañanas trabaja en el taller de su padre. Con 21 años trabaja como dibujante en Litografía Anel y su pasión por la pintura es tal que se hace asiduo visitante de los estudios de Amalio García del Moral, Gabriel Morcillo o de su vecino Manuel Maldonado. Un tarde, estando en el estudio de Maldonado, conoce al pintor jienense Miguel Pérez Aguilera, quien le anima para que estudie Bellas Artes en Sevilla. Le hace caso y en 1956 ingresa en la escuela hispalense. Allí está tres años hasta que, por un incidente con el profesor de Perspectiva, decide cambiar su matrícula a la Escuela de Bellas Artes San Fernando de Madrid.

En la Escuela de Artes y Oficios de Granada comienza su carrera como pintor y profesor de Dibujo y conoce a personalidades como Nicolás Prados López y Joaquín Capulino

Su primera exposición sería en el Centro Artístico y su primer premio se lo dio la Fundación Rodríguez Acosta. A partir de ahí sus exposiciones y sus premios se elevarán a la enésima potencia. En su biografía hay al menos dos páginas dedicadas a enumerar sus galardones y sus muestras. Además de sus becas para estudiar en Italia, Estados Unidos o Argentina.

José Hernández Quero ha estado muchos años dando clases en la escuela madrileña, pero nunca ha dejado de venir por Granada, ciudad en la que ha encontrado la inspiración para muchas de sus obras. Con 40 años obtiene la cátedra de Dibujo y con 51 años se casa con María Luisa Rodríguez.

PINTOR HONESTO

De Hernández Quero dijo Camilo José Cela que “es tan honesto en su propósito que ama la pintura por la pintura”. Así lo veo yo, honesto, un hombre que habla con socarrona benevolencia y que siempre ha huido de escuelas y encasillamientos artísticos. Sus palabras transmiten calma, como su pintura, y es de lo que les quita hierro a los asuntos que en algún momento de su vida han trastocado sus ilusiones. Como cuando le pregunto por el episodio aquel del retrato del rey que hay colgado en el Ayuntamiento y de otro malentendido con la creación de un museo de pintura granadina.

-El primitivo cuadro del rey lo retiré yo porque no me gustaba. Yo no soy retratista y me di cuenta de que no era de mi agrado, por eso lo retiré y lo reemplacé por un dibujo del monarca. En cuando al otro asunto, fue que un día dije que estaba dispuesto a donar buena parte de mi obra para un futuro museo de pintura granadina que una institución estaba dispuesta a apoyar. Alguien interpretó que yo quería un museo para mí y hasta me tacharon de pretencioso. Por eso retiré esa promesa de donación. De todas maneras ya sabes cómo son estas cosas, que tú hablas con un político algo sobre un proyecto y cuando cambian a ese político el que viene detrás no quiere saber nada de dicho proyecto.

José Hernández es generoso por naturaleza. Muchos museos y colecciones privadas tienen obras donadas por él. Si a eso se añade que no tiene descendencia, no es de extrañar que estos años atrás estuviera muy preocupado por lo que iba a pasar con su obra. En 2015 decidió donar su legado al Ayuntamiento de Motril, que ha montado un museo en una casa palaciega. Se llama Centro de Arte de José Hernández Quero, en las que hay obras de Manuel Ángeles Ortiz, Cecilio Pla o José Guerrero, obras que dichos artistas regalaron al protagonista de esta entrevista. Al igual que serigrafías de Rafael Alberti y Dimitri Polak.

-También les doné mi archivo y mi biblioteca entera, en donde hay volúmenes de arte, películas clásicas, algunas memorias de actrices de teatro como María Guerrero o García Casares y hasta una colección de la copla andaluza. Pero la biblioteca está actualmente cerrada, una lástima porque esos libros pueden servir a estudiantes que quieran investigar sobre cine, teatro o pintura. La verdad es que me gustaría verla abierta y aprovechada.

Esa incorregible generosidad suya le ha alcanzado también al Museo Nacional de Teatro de Almagro. Resulta que Hernández Quero es un apasionado amante de la escena y por eso pintó una colección de actrices, cupletistas, vedettes de revistas, reinas de Broadway y cantantes de copla. Dicha colección ha sido donada íntegramente al citado museo de la ciudad manchega.

-Me lo han agradecido mucho. La verdad es que no hay mejor sitio para mi colección que ese museo.

Hernández Quero ha adquirido a sus ochenta y ocho años la sucinta amabilidad de los hombres que han vivido admirando el arte y que no ve con optimismo el futuro de la creación. Alejado de cualquier tecnología, no tiene más tiempo que para él mismo. Me cuenta que intenta seguir haciendo cosas, seguir pintando, pero que su pulso tembloroso ya le juega malas pasadas.

-Yo lo único que quiero ya es que me aprecien -me dice cuando me regala un precioso catálogo de su exposición antológica de CajaGranada.

-Pues cuente desde ahora con mi aprecio -le digo cuando abro el catálogo, en el que con letras trémulas ha escrito: Afectuosamente, para un amigo.

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