Antiguos anuncios publicitarios
Desde la Aspirina Bayer en la Plaza de Toros a la Coca-Cola del Café Colón de Gran Vía. Pero para maletas… Los Madrileños. Las carteleras. Publisol y CID Pubicidad
Una popular serie televisiva titulada Aída recuerda con sus cuatro letras los cuatro principios que se consideraban como básicos para un buen reclamo publicitario: Atención, Interés, Deseo y Acción. Leyendo en los libros de historia antigua sabemos que los anuncios de productos para su venta datan de más de 3000 años a. C.; ya los había en Mesopotamia y en Egipto; los perfeccionaron los griegos y los romanos: en Pompeya unos enormes penes en erección señalaban la dirección de las casas de lenocidio; en la Edad Media eran muchas la iglesias que anunciaban en su entrada la existencia de reliquias traídas de los santos lugares; forma de atraer a los fieles y posibilidad de llenar los cepos.
Nos quedamos con algunas pinceladas publicitarias de la Granada de ayer: en la barrera de la antigua plaza de toros del Triunfo se anunciaban, a principios del siglo XX, recién abierta la cala de la Gran Vía y con tintes muy "modernos", los productos de la famosa droguería y perfumería La Gran Vía . Pero es que en la arena del coso se sobreimpresionaba, a la manera más actual de la virtual publicidad televisiva, el anuncio de los nuevos sobres de la Aspirina Bayer, haciendo constar por los cuatro costados y para que se viera bien desde todos los tendidos, que su precio era "un real". Apenas se utilizaba la palabra "Bar", era más fina la expresión "Despacho de bebidas". Peluqueros, dentistas, sastres, abogados y posaderos; todos aprovechaban los balcones de sus viviendas para colgar enormes cartelones que se podían ver desde las huertas de la Redonda. Desde luego los más finos y elegantes eran los de las sombrererías, corseterías y tiendas de moda. En la Plaza de Bibarrambla, como centro neurálgico de la ciudad, abundaban los anuncios.
Los más ostentosos eran, cómo no, los de los Bancos y Hoteles; pero los más espectaculares y mejor reproducidos los lograban lógicamente los laboratorios fotográficos: la casa del conocido Garzón se anunciaba con letras bien grandes, nutridos paneles de fotografías artísticas y el reclamo turístico de moda: "on parle français". El turismo, sobre todo francés, visitante de la Alhambra, se estaba convirtiendo en una de nuestras fuentes de ingresos junto a la remolacha azucarera, cuyas plantaciones tapizaban la Vega. Eran frecuentes los comercios con nombres franceses que parecían dar prestigio a la ciudad: los Almacenes La Ville de París, en la calle Reyes, luego La Villa, triste y recientemente desaparecidos. En la Gran Vía estaba el lujoso Gran Hotel París, anunciado bien grande en puertas y balcones. Y hubo más: la Maison Dorée, Le Louvre, etc. Tampoco faltaban los nombres de sabor inglés: la sombrerería Old England en la misma calle Reyes, por ejemplo. Era la calle de moda tras el embovedado del río. Hoy la calle Reyes nada tiene que ver con aquélla; cambian los negocios, aparecen nuevos rótulos; algunos comerciantes se enriquecen y se jubilan y otros piden para un bocadillo.
LA COCA-COLA EN GRANADA
Dicen que fue el farmacéutico Pemberton el que inventó la Coca Cola en Atlanta allá por 1885; llegó a Granada casi 50 años después y ahí la vemos anunciada en el famoso Café Colón de la Gran Vía. Café ilustre que un día albergara a los componentes de la Cofradía del Avellano con Ganivet a la cabeza. Don Ángel prefería más el agua de la famosa fuente que ese líquido oscurillo que sabe Dios de qué estaría hecho. Además, nosotros teníamos la"Zarzaparrilla 1001", que resultaba ser nuestra "cocacola" particular y, aparte de ser un tónico estomacal, resultaba eficaz contra la sífilis y la sarna; así se anunciaba por lo menos.
Aunque las empresas anunciadoras más moderna eran Publisol y CID Publicidad, echamos de menos la otra callejera: las carteleras de espectáculos de Puerta Real; los luminosos intermitentes coronando las azoteas más altas y aquellos personajes que paseaban una enorme maleta para recordarnos que "Para maletas, los Madrileños". Enseguida venía la segunda parte: "para bolsos, Pastor". Tras este recuerdo y como hay muchos anuncios más, pega despedirse de ustedes empleando la maldita frase: "volvemos después de la publicidad".
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