Balmis y una de las grandes epopeyas de la humanidad

Fue director de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y una de las figuras de la historia de la Sanidad Militar Española, que ahora se recuerda en una exposición del Parque de las Ciencias

Balmis y una de las grandes epopeyas de la humanidad
Balmis y una de las grandes epopeyas de la humanidad
Alejandro Belaústegui Fernández

04 de agosto 2014 - 01:00

FRANCISCO Javier de Balmis nació en Alicante el 5 de diciembre de 1753, siendo bautizado en la Iglesia de Santa María de esa ciudad. Hijo y nieto de médicos. Murió en Madrid el día 12 de febrero de 1819.

A los 17 años ingresó, como practicante primero, en el Real Hospital Militar de Alicante, con destino durante cinco años en la clínica del cirujano mayor del ejército, Ramón Gilabert, quien puede considerarse como su maestro en los principios fundamentales de la medicina.

En 1775 se enroló como voluntario en la campaña de Argel, siendo destinado a los hospitales castrenses, donde se distinguió por el celo y la asistencia. En 1778 superó las pruebas reglamentarias ante el Tribunal del Protomedicato de Valencia, obteniendo el título de cirujano. En 1780 se embarcó en la escuadra, que zarpaba para poner sitio a Gibraltar, y que para Balmis supuso, ser ascendido a segundo ayudante de cirugía.

Fue en 1781 cuando viajó por primera vez a las tierras del Nuevo Mundo, formando parte como cirujano del Regimiento de Zamora, que iba como ejército expedicionario, adscrito a la escuadra de 12 navíos con destino a la América Septentrional y las Antillas. En 1783 pasó a La Habana y desde allí fue destinado, en 1786, al Virreinato de Nueva España como Cirujano Mayor del Hospital del Amor de Dios de Méjico, en cuyo destino permaneció hasta 1788.

A finales de ese mismo año dejó temporalmente el ejército, concediéndole, de acuerdo con sus méritos, por una R.O. la autorización para residir en la capital, conservando su empleo y el cargo de Cirujano Mayor del Hospital General de Méjico.

Viajó a través de Méjico, estudiando e investigando la medicina que tradicionalmente utilizaban los curanderos indígenas. Durante su periplo conoció un método empleado por los indios para tratar las enfermedades venéreas, que consistía en cocciones de las raíces del Ágave y la Begonia. En una serie de experiencias llevadas a cabo en el Hospital de San Juan de Dios, persuadieron a las autoridades de la bondad de dichos remedios. Balmis, que conocía esas experiencias y dudaba de su eficacia, cuando se hizo cargo de la sala de venéreos en el Hospital de San Andrés en 1790, sin embargo, probó dicha terapéutica modificando su fórmula inicial eliminando todos los elementos que tuvieran significado mágico o ritual. Al cabo de un año de experimentación los buenos resultados obtenidos le convencieron de su eficacia.

Regresa a España en 1791 con cuatro cajas de plantas con destino al Jardín Botánico de Madrid. Su estancia en la Península duró poco y a finales de ese año ya se encuentra de nuevo en Méjico, donde después de haber sido dictaminada favorablemente su terapéutica por el Protomedicato, en 1792, prepara la vuelta a la Metrópoli, esta vez con una carga de cien arrobas de maguey y treinta de begonia.

Durante el mes de junio de ese año se iniciaron los ensayos médicos en tres hospitales de la Corte y fue nombrada una comisión de seguimiento por el rey.

Sus experimentos fueron aprobados, lo que valió que el monarca premiase a Balmis con el nombramiento de Consultor de Cirugía del Ejército en el año 1794. A raíz de su nombramiento, fue comisionado para volver a Méjico, para recolectar una nueva remesa de plantas y regresó con un herbolario muy completo que entregó en el Gabinete Real de Historia Natural y el Jardín Botánico.

Una vez en Madrid, en 1797, aprovechó para reanudar sus estudios de medicina, obteniendo el título de Bachiller en la disciplina, por la Universidad de Toledo. Siguió dos años más de clínica médica a fin de graduarse, como lo hizo, de Doctor.

En los años 1798 y 1799 se produjo el descubrimiento, por el médico británico Dr. Edward Jenner (1749-1823), del método de profilaxis contra la viruela, publicando las conclusiones de sus trabajos con el titulo de Investigaciones acerca de las causas y efectos de las viruelas vacunas.

Balmis fue un defensor de la propagación de la vacuna, sobre todo en nuestras provincias de Ultramar, para lo cual, nada más publicarse en Francia, se preocupó de traducir al español el libro del Dr. J.L. Moreau -profesor de Medicina y Catedrático francés-, titulado 'Tratado Histórico y Práctico de la Vacuna' (1803).

Conocedor el rey de la gran cantidad de víctimas que causaba la viruela en las provincias de Ultramar, dispuso por R.O. de 6 de junio de 1803 que se organizase una expedición marítima, siendo designado como jefe y director de la misma Francisco Javier de Balmis, que una vez seleccionado el personal que le acompañaría, quedó constituida la que se llamaría 'Real Expedición Filantrópica de la Vacuna'.

El inicio de la Real Expedición se produjo cuando la corbeta 'María Pita', al mando del Teniente de Fragata Pedro del Barco y España, izó las velas de sus tres palos, zarpando, desde el puerto de La Coruña el día 30 de noviembre de 1803, con destino a las tierras del Nuevo Mundo.

En ese preciso instante Balmis y el resto de sus compañeros, se enfrentan al comienzo de una de las grandes epopeyas de la humanidad. Extendieron la vacuna por todo el continente americano (Virreinato de Nueva España, Virreinato de Nueva Granada, Virreinato del Perú, Capitanía General de Chile y Virreinato de Buenos Aires), las Antillas, las Islas Marianas, Filipinas, Macao, Cantón, Ciudad del Cabo y la Isla de Santa Elena.

Balmis fue el primero que regresó a la Península después de terminar la campaña de vacunación en Filipinas, arribando al puerto de Lisboa el 15 de agosto de 1806, siendo acogido por el rey en la Corte, en San Ildefonso de la Granja, el día 7 de septiembre, recibiendo honores y felicitaciones de Carlos IV.

Volvió a América en 1810, huyendo de la invasión de las tropas francesas, instado por la Junta Central de Sevilla con el encargo de pasar de nuevo a Méjico para reorganizar todos los asuntos referentes a la vacuna. Estando en Méjico se vio involucrado en las luchas independentistas que fueron destruyendo en gran parte su labor al desaparecer varios de los núcleos que fueron establecidos por la Real Expedición. Vuelve a España, esta vez definitivamente, el 15 de febrero de 1813.

Al terminar la contienda en el país europeo, es nombrado Vocal de la Real Junta Superior Gubernativa de Cirugía y, en 1815, Cirujano de Cámara de Fernando VII. Posteriormente fue distinguido, primero como Consejero, y luego Ministro Honorario de Hacienda, esto último compartido con su colega el Dr. Arejula.

Pasaron unos pocos años y la salud de Balmis se fue debilitando, falleciendo en Madrid en febrero de 1819, pasando a ocupar el sitial que la historia tiene reservado a sus personajes insignes.

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