Buenas intenciones por fascículos

Los coleccionables se hacen amos de los quioscos granadinos simbolizando el final del verano · Los vendedores reconocen que tras la primera edición pocos clientes acaban adquiriendo todas las entregas

Buenas intenciones por fascículos
Buenas intenciones por fascículos
Iván Romero/ Granada

05 de septiembre 2011 - 01:00

No hace muchos años, los granadinos sabían que acababa el verano mirando al cielo. Las cabañuelas de agosto, que es el ritual popular por el que se intentaba predecir el futuro meteorológico de los meses venideros, era el referente que los agricultores usaban para elegir sus cultivos y, también, el punto de inflexión que marcaba el volver a empezar.

Hoy en día, las señales son muy distintas. El campo, por suerte o por desgracia, ha dejado de ser el centro de gravedad de la vida cotidiana, las predicciones meteorológicas las hace el hombre del tiempo y la publicidad es el nuevo indicador que marca las pautas de una vida apegada al consumo.

Los anuncios de fascículos son un buen ejemplo de este nuevo estilo de vida. Vienen cada septiembre para recordar que ya terminaron las ociosas tardes de verano y que ya es hora de aprovechar el tiempo, incluso el tiempo libre, en esas interesantísimas aficiones que todos mantenemos en punto muerto por falta de iniciativa y, sobre todo, por falta de ganas: construir un buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial en miniatura, aprender croché, coleccionar muñecas de porcelana, etc.

La estrategia de marketing de las editoriales que se reparten el mercado de los coleccionables, por muy manida que parezca, siempre surte efecto. Así lo pone de manifiesto Rosario Medina, propietaria de un quiosco en la calle San Juan de Dios desde hace más de 20 años: "Todos los años pasa lo mismo. En los primeros días de septiembre vendo todos los 'cartones' que pongo a la venta, por inútiles que parezcan", asegura.

La intensa reacción consumista suele ser, sin embargo, bastante efímera. Al igual que ocurre en el caso de los gimnasios, la voluntad de enmienda del consumidor de fascículos tiende a desaparecer conforme su vida vuelve a instalarse en la rutina. También influye el elevado precio que alcanzan el producto final.

"Las editoriales nos envían siempre muchas unidades de la primera entrega, pero de la segunda recibimos la mitad y así sucesivamente. A la cuarta entrega nos llega una o dos unidades como mucho. Muy pocas personas acaban comprando todas las entregas pues, además de ser muy engorroso el proceso de compra, las colecciones suelen ser caras", confiesa José Calvo mientras retira las decenas de fascículos que ocupan la fachada de su pequeña tienda de prensa situada en Plaza Larga, en pleno Albaicín.

No es el único vendedor de prensa que se ha visto obligado a usar hasta el último centímetro del negocio para desplegar las enormes piezas de cartón que usan estos productos para captar la atención del cliente.

"Las editoriales no son inteligentes. Emplean soportes muy llamativos para hacerse más visibles en el quiosco sin pensar que nosotros disponemos, casi siempre, de espacios muy limitados. Lo que hacemos normalmente es doblar los fascículos, pero como sigan así nos pronto nos van a enterrar entre cartones", señala María José García, que regenta un puesto de prensa en la Avenida de Dílar.

Definitivamente, la llegada de septiembre marca un antes y un después. Es hora de volver a empezar, de ponerse nuevas metas, y eso muchas veces se materializa en un cartón de 20 por 30 centímetros. La intención es lo que cuenta.

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