Buñuelos con chocolate para combatir el frío invernal
Productos granadinos de Calidad
Dentro de la suculenta cocina alpujarreña juega un papel determinante la repostería: soplillos, pestiños, almendrados o pestiños cuentan con una clara influencia morisca y conquistan los paladares más exigentes
El escritor inglés William George Clarke en su libro Gazpacho o los meses estivales en España pide disculpas a sus lectores por sus continuas referencias a la comida de la Alpujarra: "Mis lectores deben perdonar mis continuas referencias al tema del avituallamiento, pero es que, verdaderamente, el cabalgar por estas montañas abre un apetito desconocido para las personas que están ocupadas en los trabajos normales más sedentarios de la vida".
Este literato británico conoció la gastronomía alpujarreña a su paso por el pueblo de Mairena en 1849 y de sus escritos se desprende que quedó prendado de ella.
La cocina de esta comarca granadina está caracterizada por la variedad y riqueza de los productos de la tierra. Es sencilla, natural y sabrosa, con una gran variedad de platos autóctonos de calidad, que hacen de la gastronomía un atractivo motivo en sí para que los viajeros se acerquen hasta este lugar. Dentro de la cocina alpujarreña juega un papel determinante la repostería: soplillos, pestiños, almendrados o buñuelos. Todos ellos con clara influencia morisca.
El clima de la sierra en conjunción con los recursos naturales que proporciona esta tierra han permitido a sus vecinos diseñar recetas peculiares que conquistan los paladares más exigentes. Cuando llega el invierno y con él el frío preparaban (muchos todavía lo hacen) la matanza del cerdo que reportaba a la familia sustento para todo el año. Pero no sólo de carne y embutido vive el hombre. Mientras que por el día se trabajaba duro, en las frías noches los hogares de la Alpujarra se recogían en torno al calor de la lumbre y, según cuentan los lugareños, la mejor manera de combatir las bajas temperaturas es tomar buñuelos con chocolate.
Pese a que se sospecha que el buñuelo es de procedencia árabe, como la mayoría de los postres del recetario de la Alpujarra, su origen no está del todo claro, ya que algunos historiadores afirman que el término buñuelo procede de puñuelo, una especie de bolas que los romanos amasaban con sus puños. Otros, en cambio, creen que procede del beignet francés. Lo cierto es que fueron los musulmanes quienes popularizaron la costumbre de elaborar una masa de harina que se freía en abundante aceite y posteriormente se bañaba en miel hirviendo.
Las recetas de este dulce se recogen desde el siglo XVI y forman parte de la tradición gastronómica de los pueblos de la Alpujarra. Ya sea por la festividad de Los Santos, en Navidad o Semana Santa, cualquier celebración puede representar el momento ideal para degustarlos. Cada rincón de esta comarca tenía su peculiar época del año en la que prepararla y cada cocina lo preparaba según su singular estilo. Ayuda también que el buñuelo acepta multitud de combinaciones dulces o saladas: con manzana, relleno de bacalao… en Lanjarón, por ejemplo, los ligan con jamón.
"El secreto está en elaborar la masa y freírla con el punto adecuado", según Maribel, propietaria de la cafetería Red & White, de Motril, que lo elabora todas las tardes con la receta tradicional. Se necesitan los siguientes ingredientes: 3 tazas de agua, 5 tazas de harina, media taza de aceite de oliva y 40 gramos de levadura prensada o de panadero. Se prepara una masa con el agua y la harina, y se escalda con el aceite para que quede bien fina. Se deja enfriar, se añade la levadura disuelta en agua tibia, se mezcla todo hasta conseguir una textura homogénea, parecida a la de los churros, y se deja fermentar al lado de una fuente de calor siempre tapada, para que no se produzca costra al darle el aire.
Después se fríe en aceite abundante y no excesivamente caliente para que salgan huecos, y se toman porciones del tamaño de una nuez. Una vez fritos se depositan en una bandeja con papel, para que empape el exceso de aceite. Cuando ya están escurridos se colocan en una bandeja con una blonda y se espolvorean con el azúcar. Se pueden tomar solos, con chocolate o con café.
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