Granada

Buscando a Wally en el Nuevo Los Cármenes

  • Quedé con Harry el viernes en que España se preparaba para el largo puente de la Constitución, un día antes de que el Granada jugara con el Atlético de Madrid en el campo de Los Cármenes.

QUEDÉ con Harry el viernes en que España se preparaba para el largo puente de la Constitución, un día antes de que el Granada jugara con el Atlético de Madrid en el campo de Los Cármenes. Harry es de los que piensan que en España tenemos demasiadas fiestas y que un país serio no debería dedicar tantos días al asueto. Yo pienso lo mismo pero no estoy dispuesto a admitirlo, y más si viene por boca de un guiri cuyo país de origen se tira cinco o seis días celebrando San Patricio. Así se lo digo. Y así me responde él:

-Ya, pero Navidad en Irlanda no durar tantos días y allí no haber tantas fiestas.

Le dije entonces que cada lugar patrio tiene sus costumbres y sus tradiciones y que cada uno celebra las fiestas como le sale de los c (puntos suspensivos). Mi voz subió de tono al explicarle que ningún país tiene el derecho de reprocharle a otro su calendario laboral y allá cada cual que aguante su fondo de pensiones. Tan acusado fue mi reproche que vi rebotar su mirada en los edificios colindantes (estábamos en la plaza Mariana Pineda) y volver a mí con sumisión de perro fiel al que se le afea una acción. Su gesto mustio provocó en mí una oleada de lástima. Y para que supiese que no me era indiferente su estado, le propuse invitarle a ver el partido entre el Granada y el Atlético de Madrid, interesante para mí porque jugaba el equipo de la ciudad en la que vivo con el equipo del que soy hincha desde mis tiempos de estudiante en la capital de España. Dado que él es un buen aficionado al deporte rey, mi propuesta curvó su boca en la versión libre de una sonrisa y de ella salió una exclamación agradecida:

-¡Oh! Gracias. Yo tener muchas ganas de ver aquí el fútbol.

Harry es del Limerick, un modesto equipo de la liga irlandesa que se parece bastante al Granada: desde hace muchos años no toca la gloria, su camiseta (de la segunda equipación) también es rojiblanca y casi siempre anda perdido en los últimos lugares de la tabla. Harry es un intelectual de izquierdas y es de los que piensan que el fútbol castra a las masas y desvía su energía reivindicativa por cualquier cuestión social. Hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase. Él está seguro de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece y que dicha idolatría genera la incultura que los poderes necesitan para mantenernos entretenidos y ser más dóciles. A pesar de que él sabe todo esto, ama el fútbol.

-¿Tú sabes, Harry, en qué se parece el fútbol a Dios?

-No. No saber.

-En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que genera entre los intelectuales.

-Sí, ser posible, porque fútbol también es religión en la que tener mucho que ver la fe.

Harry está convencido, como yo, de que desde que el fútbol se ha industrializado y ha permitido que sea un negocio más que un juego, ha perdido mucho.

-Ahora es difícil encontrar a jugadores de una ciudad vistiendo la camiseta de su club de fútbol. En Granada casi todos los jugadores son extranjeros y no hay ninguno de Granada.

-En Limerick pasar igual. Este año hemos fichado al hermano gemelo de Neymar, comenta.

El día del partido quedamos una hora antes en un bar cercano al estadio. Allí tomamos café mientras le explico que actualmente el Granada CF, otro icono de esta ciudad, puede presumir de ser un histórico que ha pasado veintiún años en Primera División, treinta en Segunda y otras tantas en categorías más inferiores. Le digo a Harry que fue creado el 14 de abril de 1931, curiosamente el mismo día en que se proclamaba la Segunda República en España, y que la mayor gesta que ha realizado en su historia es haber llegado a ser subcampeón de la Copa del Generalísimo en la temporada 1958-59. También le cuento que el club ha pasado por varios malos momentos y que en 2009 estuvo a punto de desaparecer. Después adorno mis explicaciones con cuatro curiosidades que todo aficionado sabe, como que Maradona vistió un día la camiseta del Granada, que Cruyff debutó con el Barcelona en Los Cármenes y que Cristiano Ronaldo, un par de temporadas atrás, se metió un gol en propia meta, el primero de su vida, en un partido en el que el portugués no tiró a puerta ni una sola vez, hecho sin precedentes en toda la historia de la Liga.

-Hay quien dice, Harry, que alguien en el vestuario ese día le echó el mal del ojo al Real Madrid en general y a Ronaldo en particular.

-¿Qué ser mal del ojo?

-Sí, que le echó el fario, que le hizo una especie de vudú.

-¿Eso funcionar?

-Qué va. Al año siguiente el Real Madrid nos ganó por nueve a uno y cinco goles fueron de Ronaldo. Bien se vengó el canalla.

Otra curiosidad que le cuento es cuando en Los Cármenes, en un partido en que el Granada jugaba con el Málaga, los aficionados lanzaron al césped un gato vestido de rojiblanco para que se "comiera a los boquerones". Eso no lo entiende Harry.

Después del café nos dirigimos al estadio. Le informo a Harry de que se llama Nuevo Los Cármenes, que se inauguró hace veinte años y que sustituyó a un viejo campo en el que habían jugado todos los históricos del Granada.

-Decir Benedetti que el estadio ser el esqueleto de las multitudes, comenta Harry cuando contempla el Nuevo Los Cármenes.

Por los alrededores del mismo empieza el trajín que acarrea todo partido. Es la hora en que el aficionado comienza a soñar con una victoria de su club. El hincha del Granada, quizás porque nunca espera nada especial de su equipo, sólo que gane de vez en cuando, no suele ser demasiado ruidoso ni fanático. Harry me dice que igual que los aficionados al Limerick. Él cree que ese fanatismo solo está reservado para los grandes equipos. Aun así, por allí vemos a cientos y cientos de personas con camisetas y bufandas rojiblancas. También hay muchos aficionados del Atlético que han venido desde Madrid a probar las tapas y a ver el partido, tal vez por ese orden.

-Ahí dentro será imposible encontrar a Wally -dice Harry con cierta ironía cuando ve tantas camisetas rojiblancas-.

También el Nuevo Los Cármenes, me dice Harry, es muy parecido al de su ciudad natal: chiquito y resultón. Una vez dentro escalamos por el hormigón armado hasta alcanzar la parte más alta del Fondo Norte. Desde allí vemos flamear las banderas y oír los cánticos preliminares de los del Fondo Sur.

En el estadio, decía Eduardo Galeano, la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que existe no tiene ateos y exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ídolos luchar contra los malos de turno. El hombre escapando de la realidad con el afán de buscar sus aspiraciones más auténticas.

-Aquí haber de todo: pasión, odio, fidelidad, desencanto… Pocos acontecimientos en la vida conseguir como el fútbol tantos sentimientos a la vez -dice Harry-.

-¿Te has preguntado alguna vez para qué sirven los dedos del pie, Harry?

-¿Para futbolistas darle mejor patadas a balón?

-No sé, te pregunto yo.

-Yo preguntar a ti quién querer que gane este partido.

-Hombre, hoy tengo el corazón dividido. Para que ninguna de mis querencias resultara afectada me conformaría con un empate.

Eso le dije a Harry antes de comenzar el encuentro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios